—No me gustan los truenos ese es el problema.—Desprendió un poco de ternura de sus labios.
—No importa seguro, que estaremos bien, solo súbele un poco el volumen al televisor, yo buscare algo de leña para echarle a la fogata y encender la chimenea.
Acto seguido ella hizo completamente lo que dijo el hombre, Alex fue y prendió la chimenea, donde al comienzo por efecto de una combustión espontánea salía algo de humo por la culata, llenando su cara de carbón. Cuando Aleisha vio la cara de Alex envuelta de carbón rio un poco.
Alex solo gruño.
No le causaba gracia.
Nada más verla alegre le dio un respingo…
—No me da mucha gracia princesa, pero te abierto que no me gustan las bromas pesadas, me parece de muy mal gusto.
—De verdad que eres un viejo.
El tono sarcástico de la chica era sutil.
Ella se acurruco entre las sabanas, mientras que Alex terminaba de hacer la comida.
No paso mucho hasta que el, la verdadera forma de cocinar, los secretos estaban en los sabores, entonces hizo otra carne, esta vez con una espagueti, en donde le ponía mucho condimento a la comida.
—Huele rico.
Dijo Aleisha en un tono burlón.
—Ya lo veras.
El reto se lo tomo a pecho, estaba completamente en un largo camino, entonces hizo lo mejor que pudo con la comida, adobándola como lo haría un chef profesional. Abordo el sillón con tres grandes bandejas.
—Come… Rosa, tienes que cuidarte. Eso de pasar hambre no va conmigo.
—Ya sabes que lo dije porque lo dije, en el hambre y la miseria, también en la abundancia.
Cada palabra iba desbloqueando el corazón herido del chico, nadie le había dicho antes unas palabras así, menos cuando comían. Entonces el apetito se quedó de lado por algunos momentos.
—Entonces dices ¿qué es mejor pasar hambre que separarte de una persona a la cual quieres?
—Sí.
—Entonces eres la primera que oigo decir algo parecido, pero tal vez por eso eres distinta de las demás Rosas, aunque eres vanidosa y caprichosa también eres tierna y considerada.
Aleisha se enrojeció.
Esas palabras le pusieron duros los pezones.
Le causo respingos, allí estaba el poeta detrás de Alex, era imposible escaparse de esa faceta, era casi impermisible, no escuchar esa voz, hablando bien de ella, colmando su ego, con frescura y necesidad.
Con ternura, con descaro, su lengua era una rebelde.
—Sí, es lo que digo.
—Pereces una poeta.
—Tal vez, pero me gusta ser fiel. Aunque me traicionen, igual los que fallan son ellos, yo para nada.
Felizmente se quedó conforme con aquella confrontación.
El comió placenteramente mientras miraba a ella disfrutar de la comida, con el tenedor trataba de no lanzar la comida para el piso. Entonces le causo algo de risa, estaba claro que tenía aquella conexión con ella, que la hacía ver como una chica de doce años, pero a la vez la clave para hacerlo arder en llamas por dentro.
Es que era como una niña y bella, pero con unos ojos definitivamente fuera del planeta, para que tener ojos azules, cuando la chica tenía unos ojazos de color café, brillaban y además eran profundos, misteriosos, como un laberinto era excitante, era intimidador, pero no le daba miedo, era como una mirada posesiva que se apoderaba de su ser, lo empujaba a un abismo, donde no quería salir, porque estaría ella, entonces podría sentir felicidad.
Era una mota de felicidad, la cabaña era una bala de placer, cuando ella se encerraba en sus gestos, fáciles de contemplar. Era como una canciones en invierno, cuando se pegaba en tu cabeza no salía de allí, en mucho tiempo.
Era adictivo, también misterioso, tal vez estaba nadando en aguas muy profundas, pero la chica también lo estaba haciendo, entonces pensó que sería buena idea en sacarle más información antes de operar.
—Aleisha—Le encantaba que le hablara de ese modo dominante— dime ¿cuál fue el último hombre con el que estuviste?
—Hace tiempo ya. Estoy en verano.
Curioso hablar de un verano, cuando estaba lloviendo a cantaros fuera de la casa, era una tormenta huracanada y adentro estaban en verano.
—Olvida tus temores entonces, tienes que buscar a uno que quepa en tus cabales rosa…
—El único que puede hacer eso eres tú.
Esas palabras lo dejaron boquiabierta, no sabía que decir.
El silencio se presenció por un poco de tiempo.
Básicamente ella le estaba tirando los tejos, pero debía hacerse un poco el duro, no porque no quisiera echársele encima y morderla hasta que cayera rendida en sus brazos.
Tuvo que contenerse.
Esos sentimientos eran fuertes.
Se podían respirar.