—Ya te dije que te escuchaba todos los días en mi cabeza, hasta aquellas cosas tan insignificantes por las que peleabas con tu madre, no te da pena pelear por un polvo compactado.
—Claro que no.
Cruzo los brazos, ese comentario hirió el orgullo de Aleisha. Estaba completamente encariñada con Alex para que le diera aquella pata en el trasero sabiendo que no defendía sus intereses para estar a la moda.
Luego experimento aquellos sentimientos de bienestar por su novio, esa palabra se había convertido en algo peculiar.
Ya habían pasado dos semanas desde que le habían dado el alta a Alex.
—Alex nunca me dijiste que estaba todo desordenado en tu, casa tuve que acomodar algunas cosas. Pero no te acostumbres, no lo hare pasa siempre.
Alex casi se lanzaba una carcajada que le iba a romper las costillas. Parecía a su madre cuando se enojaba con él, en la adolescencia, dejaba su ropa tirada por todas partes. Peculiarmente también tenía una mala maña: consistía en dejar platos sucios llenos de resto de pizzas y comidas regados por todas las casa inclusive en el arcén, que era la parte más distante de la casa.
—Sin mencionar aquellos platos sucios en la cama. Eso me dio asco.
—Vamos pareces a mi madre…
—Si por cierto hable con ella, y me dijo que si te llegabas a portar mal conmigo que te jalara las orejas eso te iba a controlar.
Alex ladeo la cabeza.
Su madre le había dado un secreto que guardaba desde siempre, eso le enfadaba jalarle las orejas lo sacaba de quicio. Aunque nadie sabía tampoco que a Aleisha la podía amansar si le incrustaba su lengua dándole apasionados besos.
—Crees que ese truco va a funcionar a estas alturas de la vida. Además a ti te puedo tomar medidas también.
—Como estas creo que no.
Miro la silla de rueda.
Era verdad la rubia tenia ventajas Alex almenos por dos semanas más tenía que usar aquellas ruedas debajo de sus piernas para poder moverse por la casa y era incomodo, siempre chocaba con un sillón o con una pared, tampoco sabía dominarlo bien.
—No tienes que decirme que soy un inútil porque perfectamente se, que así no valgo para nada.
Aleisha frunció los ceños en un tono hostil
—No te he dicho inútil. Solo que estas delicado.
Entonces Alex la tomo por las manos y la jalo hacia él, haciendo que cayera en la silla, encima de sus piernas. Aunque jadeo un poco, luego le dio un apasionado beso.
—Mi rosa… te quiero como a nadie, soy responsable de ti.
—Pero casi morías por mí. Tampoco quiero que sea una carga y en peligro latente para ti.
—Jamás lo serias. Recuerda lo que te dije en la cabaña algunos días. Las cosas a veces se desdibujan.
—Entiendo.
Cerro los ojos y entonces lo beso fuertemente.
Sus labios ya estaban sanos, antes estaban completamente quebrados, y secos. Por la fiebre y los otros síntomas.
Ahora solo eran una máquina de placer.
—Quiero hacerte mía.
—No podemos. Tan siquiera ahora no. Debemos esperar.
—Lo sé. Pero como me espero, si tengo a la mujer más bella del mundo a mi lado. ¿Cómo me contengo? ¿Cómo lo hago?
—Tenemos que poner esfuerzo en ello.—Aleisha con una caricia rozo el pecho de Alex.
Provocándolo…
Enseguida se levantó de la silla y fue al sillón.
—Además nunca me dijiste que tuvieras un telescopio. Y además apuntando a mi casa. Se puede saber qué es eso…
—Vale me descubriste. Te espiaba un poco. Pero te juro que de la manera más inocente.
Ella se sonrojo.
—Bueno si es así, no me molesto en lo absoluto. Pero dime ¿enserio nunca quisiste dar el paso antes de que me conocieras?
Alex exhalo de profunda.
—Aleisha—Explico— siempre desde que llegaste me llamaste la atención, pero sabes cómo son los rumores, y muchos decían que no eras mujer para mí, porque tenías muchos hombres… por no decir una palabra que no va nada con lo que eres. Además solo son gente que juzga sin conocer a la gente. Entonces me deje guiar por aquellos incrédulos que se acoplaban en mi cabeza tiñéndola de pensamientos locos. Pero me negué de conocer a la chica más bella de la ciudad. Tanto física como emocionalmente. Eres bella.
Entonces ella vio otra vez los ojos que hablaban con la verdad, era inevitable.
Por algunas razones solo estaba dispuesta a quedarse en la casa de él cuándo se casara. No quería que la gente también hablara del buen muchacho. No quería que nadie lo hiciera, ni que se metieran en la vida que iban a comenzar juntos.
—También me gustaría que me dijeras que me voy a graduar de médica para atenderte todas las heridas.
—Sería lo mejor. Voy a tener una esposa médica. Me siento muy orgulloso. ¿Pero que dijo tu madre cuando lo supo?