Noche buena
La nube de humo rojo se extendió en aquel pueblo, debilitando la llama de la vela que caí de la cabeza de la bestia que pelecha su cuerpo, dejando su pelaje gris a la vista.
"Los sueños son la esperanza, mi linda Merry, jamás lo olvides"
El estruendo que resonó en el acantilado, dejando la llama de estrellas de colores en el cielo que desprendió un viento cruel, le cortó la respiración con los recuerdos que creía que eran un loco sueño.
«Ya varios años atrás, la pequeña Merry miraba a través del cristal como la nieve blanca cubría lo que una vez fue un césped verde brillante, el calor de la chimenea ruborizaba sus mejillas, y el árbol alojado en la pequeña sala de la cabaña, tintineaba con la suave melodía, reflejando el brillo de las luces que portaba en su rostro.
—Cariño, aléjate de la ventana y cierra las cortinas, por favor —. La angustia de su madre en ese momento paso desapercibida para la pequeña Merry.
Quien no obedeció al instante, detallando la sombra gigante del ser que caminaba en la densa nieve, enterrando sus patas abultadas.
—Mami, ¿dónde está papá? —cuestiono la niña, cuando la mirada roja traspaso el cristal.
—Merry, papá... —. Las palabras de su madre fueron un susurro, cuando observo aquella criatura tras la espalda de su hija, dejando el aliento de su respiración en el vidrio empañado —. ¡Por favor! —suplicó, tomando a la niña con rapidez, ocultándola tras su espalda —. Noel vuelve con nosotras, confío en que puedes hacerlo.
La bestia gruñó, lanzando un graznido que entumeció sus oídos, fragmentando el cristal. Merry ignoro todo el escándalo a su alrededor, detallando con curiosidad el domo de nieve que su madre había colocado en lo alto de la chimenea, donde se refugiaba un hombre con cuernos de cabellera blanca quien descansaba en una paz envidiable sosteniendo una vela alargada y blanca en sus manos enguantadas.
—¡Padre, no, por favor! ¡No le hagas daño! —. Las súplicas de Noelia fueron estruendosas, asustando a Merry, quien detallo como aquel domo de nieve se contaminó de un rojo cruel.
—Mami, ¿Papá no está bien? —se escuchó preguntar, al señalar el domo que su madre observó con horror, bajándolo del estante, envolviéndolo con su brazo.
—Merry...—, Noelia tomó a la niña colocándola en su regazo, limpiando con el dorso de sus manos las lágrimas que fluían al escuchar los estruendos y los gritos del exterior, entregándole el domo que empezaba a cubrirse con nieve tan roja como su cabello, ensuciando las blancas vestiduras del hombre —. Escucha bien mi pequeña, mamá tiene que viajar con papá en esta temporada, por ello debes quedarte un tiempo con tu abuelo, el sheriff de Rovaniemi... Y hasta que vuelva, debes mantener el domo contigo, ya que solo así mantendrás su marea en calma, pues está esfera por muy insignificante que la veas, representa la esperanza de un pueblo, la gratitud de la vida, la creencia de la salvación y el amor incondicional de la humanidad.
La niña detalló la nieve que caía a los pies del hombre, observando a su madre, quien le había dejado una taza de chocolate caliente y galletas de Jengibre en una porcelana, encima de la mesa al lado del árbol que parpadeaba para luego cubrirse bien con su abrigo, liberando su cabellera roja y saliendo de la cabaña sin mirar atrás»
La respiración de Merry se regularizó al recordar el porqué de estar ahí, recordando el domo que había hecho pedazos en aquella pequeña cabaña, cuando su “padre” como todos los años entró por la puerta, perdido en el vicio, ignorando su existencia. Siempre había mantenido aquel domo como un tesoro, protegiendo sus sentimientos pese a la soledad que la abrazaba en los fríos inviernos, con la mirada apagada del hombre que siempre le dijo que era su padre.
—¡Merry! —gritaba la morena, tomando su brazo con fuerza para que la joven se moviera —. Debemos salir del bosque ya.
El llanto de la morena, hizo fruncir el ceño de la joven, quien no había detallado los hilos del líquido rojo que desprendían la garras de aquella bestia al abrir los estómagos de los jóvenes que siempre sacrificaron las aves cantoras de aquel acantilado. Los estruendos de los fuegos artificiales que alumbraban un claro en el camino que conducía a Rovaniemi alertó a Merry, cuando la bestia grazno como aquel día en el cual nunca más volvió a saber de su madre, y dónde su "padre" se había perdido en la bebida.
—Es mi culpa —repetía Merry en balbuceos intangibles para la morena.
La sonrisa de aquella bestia que en una temporada fue hombre, estremeció a Merry quien detallaba como avanzaba aquellas cabañas llenas de familias con cálidas sonrisas.
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