—Vámonos de aquí —Pide con voz quebrada y ojos brillantes por las lágrimas que intenta retener.
—De ninguna manera—Exclamo estrellando la palma de mi mano contra la mesa.
Toda la cafetería gira en nuestra dirección provocando que Valery agache la cabeza avergonzada, yo solo me limito a enseñarles la hermosa manicura de mi dedo mayor.
—No voy a permitir que te sigas hundiendo—Le digo—Ese animal ponzoñoso no merece ni una lágrima más de las tuyas.—Digo con rabia.
Sus ojos están fijos en mi, intenta escapar pero la sujeto fuerte por el brazo obligándola a sentarse nuevamente.
—¡Por favor, déjame salir de aquí —Suplica.
—Tengo un plan—Introduzco una papa frita en mi boca esperando su reacción, ella frunce el ceño mirándome con miedo.
La entiendo, claro está que la entiendo, si vamos al pasado recordando las veces que he dicho tengo un plan. Hasta yo me tendría miedo.
Si somos justos, diría que aquellas ocasiones en la que he tenido esas epifanías la suerte no ha estado de mi lado.
Que les puedo decir, soy un genio en la planificación, ahora bien, la implementación es otra cosa, y acompañada de mi mala suerte mis ideas no califican para premio Nobel, es que ni siquiera para un Wattys.
—Sé lo que estás pensando. Te prometo que no habrá ni muertos ni heridos.—Llevo la mano a mi corazón como símbolo de que estoy siendo sincera.
—Eso dijiste la ultima vez, el gato del señor Tomás ahora tiene que andar con rueditas en sustitución de sus patas trasera.—Me fulmina con la mirada.
—No fue culpa mía que el apareciera justo cuando era mi turno al bate—Me defiendo.
—Como digas—Su mirada vuelve a perderse hacia una de las esquina de la cafetería. Suspiro hastiada.
—¿Quieres que te lo cuente? ¿Sí o no?—Pregunto llamando su atención.
—¿Tengo otra opción? —Niego con la cabeza y sonrió—Está bien—Dice sin más alternativa.
Le relato el plan a detalle, ella pasa de la sorpresa a la negación en un instante.
—¡De ninguna manera! No me harás parte de este absurdo, siempre he sido consciente que tu salud mental no es estable, pero esto raya en la locura —Me señala.—Definitivamente estás loca.—Grita.
Se levanta de la mesa caminando a prisa sin saber muy bien hacia dónde va, la escucho murmurar por lo bajo mientras la persigo.
Cuando llego hasta ella la tomo con fuerza por los brazos y la introduzco con brusquedad a una de las aulas vacías, pongo el cerrojo asegurando que no pueda escapar antes de escucharme.
—Tienes que escucharme—Pido suplicante.
—Ya lo hice—Habla—No voy hacer parte de este absurdo plan. Sé que me quieres, también se que te duele lo que ese desgraciado me hizo, sin embargo, sabes muy bien que lo superaré más temprano que tarde.—Sus ojos me observan con tristeza —¡Esta no es la solución! —Finaliza.
—Me duele verte así—Confieso.
—Lo sé, pero estaré bien, ya lo verás —Extiende sus brazos hacia mí para que la abrace, no lo dudo ni un instante. —Prométeme que no le harás nada a Josh.—Pide.
—Pero, pero....—Hago un puchero de lo más infantil
—Promételo Sam—Interrumpe mi negativa.
Cruzo los dedos tras su espalda diciéndole lo que ella quiere oír.
—Lo prometo—Sé con seguridad que me iré al infierno después de esto.
—Te quiero—Besa mi frente.
—Yo te quiero más. Ahora dejémonos de cursilerías y vayámonos a clase.—Digo, ella resopla.
—Eres una daña momentos—Me recrimina
—Lo sé —.Me encojo de hombros.
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—Espérame un momento —Le digo a Valery cuando vamos de salida al finalizar las clases del día—Necesito ir al baño.—Ella rueda los ojos ¿Qué puedo hacer? Mi vejiga es muy susceptible.
Corro por los pasillos sin esperar respuesta.
Me introduzco en uno de los cubículos cerrando y poniéndole seguro.
—¡Oh! esto se siente bien—Hablo a la nada mientras expulso los desechos líquidos de mi cuerpo.
Cuando me preparo para salir del cubículo la puerta del baño es abierta y unos sollozos llegan hasta mi.
¿Alguien está llorando?
No genio, solo está ensayando para alguna de las obras en las que participa—Habla mi conciencia con sarcasmo.
—Ya entendí —Medio gruño—Ahora vete y déjame escuchar.
—Como quieras.
Agudizo mis oídos pegándome a la puerta del pequeño lugar en el que me encuentro.
—Y me dijo que yo no era suficiente mujer para él, que mi voz era irritable, que solo con verme le daba jaqueca—Solloza más fuerte.
No creo se sea tan fea para causar jaqueca, aunque con solo escuchar su voz chillona, ya yo la tengo—Medito mientras la escucho.
—Ese mal nacido —Exclama su compañera tratando de consolarla.
Cuando creo que he tenido suficiente de este drama amoroso, decido salir de mi escondite pero algo me detiene al instante.
—Te juro que Josh Mathew nos las pagará—Pronuncia con ímpetu su amiga.
En mi rostro se forma una enorme sonrisa que si el gato de Alicia en el país de las maravillas la ve, la envidiaría.
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Déjenme saber su opinión.