14: "No lo permitiré"

    Einar no despega la mirada de la criatura ni afloja su agarre firme en mi muñeca. Constantemente aumenta la presión en su agarre, dándome un mensaje claro; no hagas ninguna estupidez, quédate quieto.

    Los segundos transcurren en silencio en el claro, y la criatura nos sonríe desde la linde de los árboles de los que acaba de aparecer. Nos observa a ambos con atención y curiosidad, moviendo su cabeza. Cuando dió un paso hacia nosotros, Einar dió uno hacia atrás en silencio, chocando contra mi pecho y obligándome a retroceder al mismo tiempo. El Árdigan pareció complacido por esto, cosa que me desconcertó

    — Einar, hacía mucho que no te veía. — Finalmente habló, su voz es diferente a la de la criatura que ha estado persiguiéndome por casi dos meses.

    Einar asintió en silencio. — Lo mismo digo.

    Su tono de voz es frío, pero el Árdigan  pareció no prestarle atención. Movió su cabeza, estiró su cuello y miró directamente a las espaldas de Einar, hacia mí. Comenzó a escanear mi rostro con atención.

    Todavía sonriente, desvió otra vez su mirada hacia Einar. — Veo que, después de tantos siglos, por fin lo has encontrado…

    — ¿Encontrar qué? — Cuestioné con rapidez, Einar me dio un fuerte apretón en la muñeca; estoy seguro de que me cortó la circulación por algunos segundos.

    — No he encontrado nada.

    — Oh… — Volvió a mirar en mi dirección. — Ya veo. — Volvió a dar un paso en nuestra dirección, pero una vez más Einar retrocedió conmigo a cuestas. El Árdigan  levantó ambas manos ausentes de garras con rapidez. — No le haré daño.

    Seguidamente, se alejó sin salir de la linde del bosque y se acercó a la pequeña cabaña a nuestras espaldas, observó la fogata apagada y luego hacia el cielo.

    Einar soltó mi brazo y se alejó unos pasos, instintivamente sujeté el lugar donde había estado su mano inamovible y me masajeé.

    — ¿A qué debo el honor de esta visita tan peculiar? — Indagó sentándose al pie de la puerta de la cabaña.

    — Hace diez minutos eras una montaña putrefacta, ¿Cómo es posible…? — La criatura interrumpió a Einar.

    — Contestarás primero a mis preguntas, o no contestaré a las tuyas, y ambos sabemos que no tienes forma de obligarme a hablar. — Le espetó, acallando a Einar al instante. — ¿Por qué estás aquí?

    Finalmente, Einar relajó los hombros y le contestó. — Necesitamos tu ayuda.

    — ¿Necesitan…? — Indagó, mirándome seguidamente. — ¿Tú y el humano?

— Sí, yo y el humano — Gruñó en respuesta —. Tenemos la esperanza de que puedas ayudarnos respondiendo a algunas preguntas.

    El Árdigan lo ignoró. — ¿Hace cuánto llegaron al claro?

    — Veinte minutos cuanto mucho.

    — ¿Qué hicieron en ese tiempo?

    La pregunta pareció desconcertar a Einar. — Sentarnos frente al lago y… ¿Hablar? Eso es todo.

    El Árdigan dirigió su mirada al lago, pensativo, y guardó silencio por algunos minutos.

    Con sigilo, me acerqué a Einar nuevamente, quedando a su lado.

    — Muy bien. — Dijo entonces, sonriéndonos. — ¡Bienvenidos a mi humilde morada! No recibo visitas muy seguido, como se darán cuenta.

    Señaló a su alrededor de forma general y, repentinamente, nos mostró algunos troncos apilados algo alejados de él, entre las sombras y la maleza. Einar se aproximó a uno de ellos en silencio, así que le seguí con seguridad.

    La criatura extendió sus brazos una vez más, esta vez estirándose, y repentinamente varios huesos de su cuerpo sonaron con un audible crujido.

    — Disculpen, ese desgraciado me destrozó y acabo de recuperar la movilidad. — Se disculpó sacudiendo las extremidades. — Asumo que su visita y la suya están relacionadas, ¿No es así?

    — Sí, lo están. — Einar afirmó. — Está intentando cazar a este humano, y yo estoy intentando cazarlo a él.

    — Creo que ya sé de qué se trata esta visita…

    Einar lo ignoró. — Es una orden directa, Dix, tengo que eliminarlo.

    — Y supongo que no sabes cómo hacerlo, ¿No es así?

    — Esperaba que pudieras ayudar con eso.

    La criatura le ignoró, enfocando su atención en mí en su lugar, sobresaltándome. — ¿Cuál es tu nombre?

    — Kennet. — Respondí simplemente.

    — Kennet, ¿Por qué eres tan importante que los Dioses mandaron a su mejor soldado a cuidarte?

    Einar fue a replicar, pero yo fui más rápido, dirigiéndole una mirada acusadora. — No lo sé.

    El Árdigan, Dix, soltó una carcajada. — Por supuesto que no.

    Einar, con un nerviosismo que me desconcertó por completo, se dirigió a él. — Vine específicamente para que me digas si sabes cómo matar a Kot o no, eso es todo.

    La criatura, Dix, guardó silencio abruptamente y levantó la vista hacia él, serio. — ¿Esperas que te diga cómo matar a mi hermano?

   Tragué saliva, sin dejar de mirarlo.

   Einar, sin embargo, no se acobardó. — Ha estado asesinando humanos a diestra y siniestra en las últimas semanas, exponiéndose, intentando asesinar a Kennet, y lo seguirá haciendo. Me ordenaron asesinarle a él y sólo a él, si sabes algo que pueda ayudarme; te agradecería que lo compartieras, y te prometo que te dejaremos en paz.

    El silencio inundó el claro por algunos segundos, antes de que el Árdigan  enfocara la mirada en mí. — Si está persiguiendo a este humano en particular, por algo será. Quizás la solución sea entregárselo.

    Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

    — Sabes que ésa no es la solución.

    — ¿Según quién? — Le espetó. — Estoy seguro de que hasta el mismo chico puede admitir que esa es una solución más sencilla.

    — Ése no es el punto. — Declaró Einar firmemente. — Ni siquiera es seguro que parará este desastre si le entrego a Kennet en bandeja de plata. Si Kennet muere, y él continúa asesinando humanos, ¿De qué habrá servido entonces?

    — No lo sabrás hasta que no lo intentes. — Dix le señaló la espesura de los árboles con un brazo. — Vuelve cuando lo hayas hecho, y hablaremos sobre asesinar a mi hermano.