La Venganza de Luna y Sol

17: "Alivio"

    No tengo idea de qué hora es, pero el sol que entra a través de la ventana me deja ver que no estamos en las primeras horas de la mañana.

    Sentado sobre el colchón no necesito inspeccionar la habitación para notar que Einar está sentado a mi lado en la cama, apoyado contra el respaldo y la pared. Refriego mis ojos, girándome a observarlo y enredando las sábanas sobre mis piernas al hacerlo.

    Einar me sonríe levemente ni bien enfoco la mirada en él. Hago una mueca.

    Retiré las sábanas y me puse de pie. Mi piel está pegajosa por todas partes debido al calor de las últimas semanas, me maldigo a mí mismo por no poder dormir sin mínimamente una sábana cubriéndome. Ya llevamos, más o menos, una semana viajando con dirección a Grustre, el país donde se encuentra el pueblo donde se vió por última vez a Luna.

    Einar me observa en silencio mientras me paso las manos por el pelo y busco con la mirada la mochila, dispuesto a darme una ducha.

    — Kennet. — Me llamó en cuando me agaché en el suelo, junto a la mochila.

    — No. — Me limité a decirle mientras busco ropa.

    — Kennet, ¿Qué fue…?

    — No quiero hablar de eso.

    Me puse de pie, levantando la mochila conmigo y dejándola en la cama cerca de él, con algo de ropa en la otra mano. Me encaminé hacia la puerta que daba al pequeño y destartalado baño al mismo tiempo que Einar se puso de pie, y antes de que la alcanzara, puso su mano sobre ella por encima de mi cabeza.

    Tiré de la manija pero, obviamente, no se movió un centímetro.

    — Desde que comenzamos a viajar juntos que nunca duermes tranquilo. Siempre lloras, te mueves, o incluso murmuras cosas, pero nunca duermes tranquilo. — Apoyé la frente contra la puerta, derrotado. — ¿Es eso por mi culpa?

    Levanté la cabeza con rapidez. — ¿Tú culpa?

    Einar abrió la boca y me observó. — Es que… Yo… A veces creo que murmuras mi nombre, y también está el hecho de que estás tan reacio a que te toque en lo más mínimo o que esté demasiado cerca, y…

   Me relajé, soltando todo el aire de mis pulmones. — Eres un idiota.

    Paró en seco de hablar y me miró confundido. — ¿Un idiota?

    Me reí entre dientes, pasándome la mano por el pelo y haciendo que él se alejara de mí al instante. Quise protestar, pero me contuve. — Te lo diré rápido, ¿Está bien? Y no quiero volver a oír del tema. — Einar asintió con rapidez. — Tengo pesadillas con el Árdigan desde antes de comenzar a viajar contigo, no tengo ni idea de por qué murmuro tu nombre a veces porque no te tengo miedo en absoluto, así que no tienes que preocuparte por eso. Y con respecto a lo otro… — Enfoqué la mirada en la manija de la puerta, frustrado. — Sólo soy arisco, me gusta mi espacio personal.

    No escuché ninguna respuesta por parte de Einar por varios segundos, así que agregué;

    — Además, si te tuviera miedo, lo que menos habría hecho anoche es dejar que me abrazaras, ¿No te parece? — Le sonrío con sorna mientras vuelvo a poner la mano en la manija de la puerta. — Ahora; apártate, necesito una ducha.

    Einar se alejó de la puerta de un salto, como si ésta estuviera en llamas, y yo me adentré al cuartucho con rapidez.

   ———

    Salí de la maltrecha habitación con la mochila al hombro, cerré la puerta y caminé por los pasillos, bajando las escaleras hasta alcanzar la recepción y, finalmente, el estacionamiento.

    Cuando salí de la ducha Einar me había dejado solo en la habitación. Me espera apoyado contra el auto, frente a las puertas traseras y de brazos cruzados.

    Saqué las llaves del auto de mi bolsillo y me acerqué a la puerta del conductor, tiré la mochila en la parte de atrás y me senté de cara al motel, con los pies en el asfalto. Abrí la guantera, saqué el mapa y lo abrí en silencio para revisar la ruta que seguiremos hoy.

    — Kennet.

    — ¿Qué?

    — ¿Volviste a tener pesadillas luego de que te despertaras anoche?

    Su pregunta me tomó por sorpresa, bajé el mapa de mi rostro y le miré confundido.

    — Eh, ¿No? — Volví a mirar el mapa. — No lo recuerdo, no lo sé, pero no creo.

   Por el rabillo del ojo creo verle sonriendo, me fuerzo a mí mismo a concentrarme más en el pedazo de papel en mis manos.

    — Bien. — Susurró incorporándose y alejándose del auto.

    Doblé el mapa a la mitad con brusquedad. — ¿Cómo que bien? ¿Qué significa eso? — Enfoqué la mirada en él con el ceño fruncido... Luego me di cuenta — ¿Qué hiciste?

    — Nada. — Rodeó el auto, acercándose a la puerta del copiloto.

    — ¡Einar!

    Él comenzó a reírse. — Kennet, tenemos que irnos.

    Abrí la boca para replicar. — ¿Qué hiciste?

    — No hice nada, de verdad. — Me acomodé bien en el asiento y me giré a mirarle con una ceja alzada. — ¡De verdad! Lo prometo, esta vez no hice nada.

    Negué con la cabeza cerrando la puerta del auto. — Ojalá pudiera creerte.

    Einar vuelve a reírse suavemente en su lugar, llevándose una mano al pelo para cubrirse y disimularlo, pero termino riéndome abiertamente yo también de su ridículo intento.

    Todavía estoy sonriendo ampliamente mientras doy marcha atrás el auto y comienzo a conducir en una calle algo concurrida.



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En el texto hay: misterio, mitologia, romance

Editado: 08.05.2021

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