Gruño en el instante en que veo como los nuevos aprendices de batalla les falta mucho que aprender para poder dominar sus habilidades a fin de destacar su mayor potencial en ellas durante momentos de supervivencia, ataques y defensas; toda la mañana me la he tenido que pasar acá descubriendo su avance, pero en vez de ver un incremento en sus destrezas, me percato de cómo ellos mismos han empezado a decaer al no poder mantener su cabeza fría con el propósito de pensar en las acciones que harán, en vez de eso, veo como entre ellos mismos se atacan como si fueran unas bestias sin consciencia e incluso como si fuesen totalmente animales que tratan de ganar la pelea con el enemigo.
No veo consistencia ni mucho menos control, estoy muy enfadado al ver este entrenamiento que no me falta detenerlo si no fuese porque me encuentro haciendo ejercicios de respiración antes de que mis propios ojos revelen el enfado que todos los adolescentes me están provocando en un corto período de tiempo. De por sí, no es mi grupo de batalla del cual debo de encargarme a corregir sus errores de los cuales veo como los minimizan cuando son enormes, estoy seguro de que su poder se le sube a la cabeza al creer que su fuerza y agilidad los acompañaran siempre en toda ocasión en donde no fallarán, pero están en lo incorrecto, un mal paso que den y serán carnada fácil del mundo que los espera fuera del bosque.
—Fitz, ¿cuántas veces te he dicho que no siempre debes trepar los árboles para encubrirte del enemigo? —Paso mi mano sobre mi rostro al ver cómo el joven lobo comienza a escalar un pino.
—Pero alfa… —Empieza a buscarme una excusa que decir.
—No Fitz, no somos monos. —Le hago entender el significado de ser un hombre lobo. —Es cierto que escalar árboles te da la ventaja de encubrirte pero te desafía a correr el riesgo de que tu propio enemigo sea capaz de emboscarte. —Pude ver como frunce el ceño. —El peligro que tendrás es que te tiren alguna flecha de metal… —me interrumpe.
—Podré ocultarme y lanzarme hacia otro árbol —ruedo los ojos.
— ¿Eso crees? —Puse mis manos en mis caderas.
Inocentes cachorros que no se han dado cuenta de la presa fácil que serán al creerse los más ingeniosos e inteligentes de la manada. Ni siquiera se pueden limpiar la nariz cuando se hacen pasar por los más dotados, lo peor es que no sobrevivirían tan solo un día porque no saben cuidarse de sí mismos, y si por regla no saben hacer eso primero, pues, lastimosamente solo serán una carga de protección para la manada. Por eso es que tratamos de educarlos y enseñarles cómo usar su fuerza bruta para que el día de mañana además de poder integrarse con la sociedad humana, no ocasionen un escándalo que ponga en peligro nuestra especie.
—Vamos, inténtalo. —Le ánimo para que lo haga.
Fitz me da una mirada llena de extrañez antes de dirigirse a uno de los árboles del bosque el cual sube muy rápido a punto que a los segundos ya esté llegando a la punta, le pido a uno de los guerreros que me entregue una de las armas que solo es una reliquia falsa de las verdaderas que usan los assasin; le grito a Fitz para que empiece a saltar entre los árboles mientras que soy el siguiente en moverme de forma sigilosa y ágil, a punto de que cuando tiro las primeras flechas no le llegan a alcanzar.
A pesar de ello, escuché como Fitz se enorgullece de sus propias palabras, en donde por una parte considero que sí es muy hábil en lo que hace, pero no le da la credibilidad que todo sea al cien por ciento; en un momento dado me adelanto sin que se dé cuenta para tomar una flecha y apuntarla hacia él cuando se da cuenta que me ha perdido de vista, siendo así que, entre la maleza, los arbustos y un tronco caído, empiece a apuntarle logrando que al soltar la flecha, la punta de onix de esta misma, termine por caerle en el muslo de su pierna, siendo así que, pierda el equilibrio y se deslice. Se sostiene con mucha fuerza de otra rama, en donde al escuchar como su corazón agoniza del miedo por la caída, veo a pesar de la lejanía como la delgada y frágil rama empieza a romperse a punto de que termine por pegar un grito en el instante en que esta ya no aguanta su peso y lo deja caer.
Sin embargo, al tener la habilidad de poder reaccionar rápido a la caída, solo se escuchó un fuerte golpe cuando sus pies pisaron la tierra, al querer mantener el equilibrio, su cuerpo se fue hacia adelante logrando que sus manos tocaran unas hojas mojadas de las que se le pegaron en sus palmas. A pesar de ello, no se dio cuenta que me acerque rápido y la hoja de la flecha ya se mantenía tocando su barbilla, haciendo que la empujará para que fuese levantando poco a poco su rostro para que viera mis ojos.
—No se crea el listo, joven Fitzgerald. —Se quedó callado. —Un mal paso y su cabeza será un trofeo de sus enemigos. —Traga hondo. —Escuchen todos —aleje la hoja de la flecha que ya estaba tocando su garganta —, para sobrevivir se necesitan tres cosas: inteligencia, astucia y trabajo en equipo. —Fui levantando un dedo tras otro. —Si solo actúan por impulso y no con inteligencia, están muertos —le entregue el arma nuevamente a un guerrero —, si intentan quedarse con una sola opción de supervivencia sin buscar otras alternativas, están muertos. —Repito esas dos últimas palabras. —Y si creen que trabajando solos saldrán vivos, están muertos. —Les dije de forma lenta.
Todos los lobos jóvenes no dijeron ni una sola palabra, simplemente se quedaron cabizbajos mientras escuchaban mis palabras, todos ellos mantuvieron una postura como si los hubiera regañado, pero en verdad, no me puedo poner blando con cada uno de ellos cuando debo hacer que aprendan lecciones de los que haga que abran los ojos y entiendan que un descuido, un mal paso o una mala acción, los puede llevar a la muerte.