La Venganza del Alfa

Capítulo 8: Memorias

Tener que concentrarse para poder revivir recuerdos emocionales que suelen ser catastróficos y llenos de traumas no es lo que pensé que sería mi primera lección, al principio creí que todo formaría parte de un entrenamiento físico, pero cuando Keren me dejó en un lugar solitario para que cerrará los ojos y reflexionará situaciones de mi infancia y adolescencia fue entonces que caí en cuenta que no iniciaría con algo de lo que ya conocía sino que, empezaría con eventos de los cuales guarde en una caja profunda para nunca desatarlos.

Ella me explicó que iniciaremos controlando mis emociones y sentimientos, porque es algo de lo que no se dominar aún y se ha vuelto una debilidad ante los combates que pueda tener con cualquier persona, sin embargo, el suceso de Gemma no necesariamente es el principal detonante de mi falta de concentración, más bien, existe situaciones más profundas y desagradables que me provocan inseguridades en mí, ocasionando que no pueda mantener un dominio con mi cuerpo y mi mente.

Lo esencial es que pueda controlar cualquier evento que pueda provocarme todo tipo de emociones desde aquellas que me compliquen mantener la cabeza fría hasta aquellas que pueden exaltarme de felicidad; realmente es algo nuevo que he tenido que experimentar porque mayormente en la manada te enseñan a controlar tu lobo interno, no obstante, nunca te dicen que para que mantengas un equilibrio entre lo humano y lo animal, la mente debe estar en blanco y no bajo un bloqueo emocional que pueda desatar esa parte de licántropo que pueda dañar a cualquier criatura.

Es así, como Keren prefirió que iniciará con situaciones básicas, aquellas de mi infancia que ocasionaron en mí, un enorme impacto; pero el entrenamiento no sólo consta en recordar y controlar, sino que afrontar las situaciones a fin de encontrarles una solución… La parte que más he tenido dificultad hasta ahora, porque parece ser que dentro de mis recuerdos existen tantos eventos negativos de los cuales Keren necesita que confronte con fortaleza y serenidad a fin de no llegar a una agresividad que es lo que al principio me sucedía, llegando al grado que no pasaba de las etapas y me quedaba estancado, porque siendo sincero, ha sido difícil tener que revivir muchos de ellos, dándome la respuesta de la razón por la que nunca quise tener que recordarlos.

~ • ~ • ~ • ~

— ¡No quiero que llores! ¡Los hombres lobos no derraman lágrimas y tampoco se van a refugiar con sus padres! ¡Muéstrate feroz e intimidante! ¡Solo así alcanzarás tus logros sin que nadie te rebaje de tu sitio!

Me encogí con miedo al escuchar aquellas palabras, me encontraba confundido en no saber qué es lo bueno y que es lo malo, solo supe que una vez que recibí una paliza de un lobo adolescente quise irme a mi casa para que mis padres pudieran contemplarme y decirme que no necesariamente mis funciones como futuro líder tienen que ser enfrentarte sangrientamente a tu rival hasta dejarlo moribundo, sino que, se puede llegar a un acuerdo hablando como mi madre me lo ha hecho saber en todo este tiempo.

— ¡Entiendes Caden! —Agarro mis mejillas con su mano a punto de apretarlas. —Un Dankworth jamás llora, se levanta con la cabeza en alto y asesina a su rival. —Lo dijo tan lento como si quisiera que las palabras se quedarán grabadas en mi cabeza.

—Pero no quiero ser un asesino, mamá dice… —Recibí un empujón que me hizo caer al suelo de espaldas.

—Mi mamá dice… —Fingió hacer mi voz. —Mi papá dice… —Nuevamente hizo el mismo gesto. —Mi abuela dice… ¡Solo esas palabras tienes en la boca! —Me gritó haciendo que apretara mis ojos del miedo.

Odia que siempre use a mi familia como escudo de justificación para mis problemas, pero la confusión llega desde ese momento en que el resto de mi familia me dice que no debo de cometer actos ilícitos que acaben con mi inocencia mientras tanto mi abuelo Cassius, esas acciones malas o erróneas las ve como experiencias que me harán afrontar mi vida, por lo que no comprendo qué camino debo de regirme.

— ¡Levántate! —No lo hice de inmediato. — ¡Que te levantes! —Agarro el cuello de mi camisa para que hiciera el movimiento.

Me arrastro hacia una línea de guerreros quienes se encontraban observándonos, la humillación cobró vida al darme cuenta que mi abuelo estaba siendo muy cruel conmigo al grado de que no permitía tratarme bien y que los demás vieran ese trato que me daba a pesar de ser su nieto; ahora entiendo porque Tahiel prefirió regresar con su padre para no vivir este tipo de maltrato del que odia y menciona que ni está dentro de sus valores.

—Denle uno. —Mi abuelo le dio la indicación a uno de ellos.

Fue entonces que uno de los guerreros sacó de una jaula a un pequeño roedor de bosque, la pequeña criatura parecía tierna que quise que la soltaran para dejarla ir; pero en el instante en que mi abuelo la atrapó en sus manos, empezó a estrangularla provocando que el animal soltara unos chillidos que encogieron mi corazón y quise ir hacia mi abuelo para impedir que le hiciera más daño, pero el miedo fue más fuerte que no me permitió dar un paso hacia él.

—Agárralo. —Me quedé pasmado al escucharlo. — ¡No escuchaste inútil! —Agarre pronto al pequeño roedor.

Le di una mirada al animal a punto de ponerlo cerca de mi pecho y calmarlo mientras pasaba mi dedo pulgar sobre su cabeza, al hacerlo de forma constante dejó de querer escapar de mis manos para quedarse tranquilo, como si supiera que en mis manos estaría bajo una protección a pesar que no se lo podía garantizar.




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