Cuando llegue a mi destino, el sol aún colgaba brillante del cielo provocando grandes olas de calor durante el día; asegure las riendas el caballo tras bajarme para luego limpiar el sudor en mi frente.
Ingrese en el alejado terreno perteneciente a mi padre, el hombre que me ocultó del mundo sin remordimiento alguno, observando las ruinas de lo que antes era un paisaje ameno; el castillo donde pase gran parte de mi vida se derrumbaba como pilares de arena y el jardín que con tanto esfuerzo hice crecer yacía marchito ante mis pies.
La tristeza se apoderó de mí.
Camine sobre el sendero de piedras entre lo que fue un lugar lleno de vida y color, un lugar que construí para alguien especial; hace poco soñé contigo después de mucho tiempo y fue tu recuerdo lo que me hizo volver.
En mi mente aún se conservan intactos mis momentos junto a ti; cuando comenzaste a escabullirte dentro del terreno para robar mi trabajo, cuando te seguí buscando respuestas y te halle vendiendo las flores, cuando me atrapaste observándote aquella noche llena de estrellas en el jardín; cuando me preguntaste por qué me ocultaba tras una máscara y cuando me juraste que jamás me dejarías.
Supongo que las palabras se las lleva el viento.
También sé que todo fue mi culpa.
Atravesé la puerta, adentrándome en el castillo; parecía mi hogar, pero no se sentía como tal. De hecho, jamás se sintió así. Agradecí a la luz que se filtraba por las ventanas e iluminaba mi camino, las pequeñas motas de polvo viajaban por el aire y llegaban hasta mí haciéndome estornudar continuamente.
Subí por las escaleras hasta llegar a la tercera planta, donde se encontraba mi vieja habitación. El castillo era tan amplio como para albergar a cien familias cómodamente, sin embargo, solo había usado algunas pocas habitaciones durante mi estadía. Acaricie los detalles tallados sobre la puerta de mi habitación para luego empujarla, emitiendo un rechinido; polvo, hojas muertas y cristales rotos la adornaban al igual que el resto del castillo. A pesar de todo, la mayoría de los objetos seguían en su lugar.
Imagine las miles de historias que por el pueblo se contaban, viajando de un lugar a otro como el viento; historias destinadas a asustar y alejar. ¿hubo algún curioso que, a pesar de las advertencias, se atrevió a venir? ¿logró alguien conocer la historia tras estas paredes? Me pregunté mientras observaba a mi alrededor.
Me detuve junto al tocador, mire mi reflejo en el sucio espejo y me pregunté por milésima vez si ese era mi rostro; incluso tras años, seguía sin acostumbrarme. Baje la mirada, encontrando un objeto que llamó mi atención.
El brazalete que te obsequie en tu cumpleaños y que perteneció a mi madre; lo tome entre mis manos, nostálgico al recordar tu sonrisa y tu costumbre de tocarlo cuando te sentías nerviosa; cuando te pregunte por qué lo hacías, me dijiste que te tranquilizaba.
Lo guarde en el bolsillo de mi abrigo para volverme al ropero de madera pintada, con cuidado lo aparte encontrándome con la puerta por la que había vuelto; si no fuera por la promesa que te hice, jamás habría vuelto a este lugar sombrío y repleto de fantasmas.
Empuje la puerta, adentrándome en nuestra habitación secreta; los libros, las pinturas, nuestros materiales de trabajo, todo estaba ahí. En el centro, resplandeciendo con luz propia, yacía la flor encerrada en una caja de cristal.
Inmortal como lo predijo la anciana y hermosa como ninguna otra.
La flor que creé con tanta ilusión para ti, se transformó en mi maldición.
Quisiera volver el tiempo atrás, alejarme de ti cuando tuve la oportunidad y salvarte. Tu sacrificio me dio la belleza que tanto quería, la vida que tanto ansiaba pero el costo fue elevado; te perdí y ahora te extraño.
Tome el cristal entre mis manos y abandoné el castillo, eche un último vistazo a los restos de mi jardín para luego encaminarme al bosque. Los últimos rayos del sol me brindaban la luz necesaria para encontrar el lugar donde yacían tus restos, una cruz de madera marcaba la tumba.
Saque la flor del cristal que la protegía, acaricie sus suaves pétalos y respire su dulce aroma. Devolví la flor a su lugar y le encendí fuego, rocíe sus cenizas sobre tu tumba y lloré.
Jamás había rezado, pero esa noche recé al cielo por ti.
Fin.