La verdad secreta - El renacer del ente

Capítulo 10 - ¡A trabajar!

—¡Bien chicos! Hoy les quiero presentar a un nuevo asistente que tendremos por cierto tiempo. Su nombre es Yeik Lix, uno de los mejores en el turno de avanzados. Así que quiero que lo traten y lo respeten de la misma manera que a mí ¿Está claro?

Yeik se encontraba al lado del entrenador, quien estaba en el centro de una gran ronda formada por alumnos principiantes. Éstos, luego de escuchar a su mentor, gritaron al unísono:

—¡Sí, maestro!

—¡Excelente! Pero antes de comenzar con los ejercicios que les dije, debe dar un paso al frente quien sea nuevo.

Sin embargo, nadie se movió de su lugar. De todas formas, el profesor volvió a preguntar para asegurarse de que todo estuviese en orden.

—Aquellos que sean nuevos y no den un paso al frente, no se los tratará como tal. Así que si hay alguien que jamás ha practicado magnen, por su bien, será mejor que avance.

Mientras los alumnos se miraban entre ellos, se pudo escuchar un único y temeroso paso, justo por detrás de maestro y su ayudante.

—Y... ¡Yo!

No era nada más ni nada menos que la temblorosa y diminuta voz de Arlet Trápaga, que no podía levantar la vista del suelo. No obstante, como adulto imponente y seguro, al instructor le disgustaba en lo más profundo escuchar inseguridad en la voz de quien debía contestarle.

—¿"Yo" qué? —le preguntó a la joven con tono serio.

—Yo... emmm... yo... soy nueva.

Al no tener la respuesta que quería y como la quería, el entrenador se volteó hacia el resto de los alumnos y les preguntó en voz alta:

—¡No escuché nada! ¿Alguno escuchó?

—¡No! —respondieron todos al unísono.

—¡Entonces que se presente con voz fuerte y clara! —gritó el profesor, volteando hacia Arlet nuevamente—. ¡Preséntese otra vez!

—Yo... ¡Soy nueva!

—¡Nadie la ha escuchado! ¡Preséntese bien!

La muchachita comenzó a gritar más y más a medida que el entrenador iba presionándola. Y a pesar de que él sabía que ella había llegado a su límite, continuó gritándole para forzarla aún más.

Yeik sabía que su profesor les hacía eso a los nuevos alumnos para probarlos. De hecho, en el tiempo que el chico estuvo entrenando, presenció a varios alumnos nuevos que terminaban por abandonar la clase incluso antes de comenzar, y Arlet no parecía que iba a ser la excepción. El de cabellos azules pudo notar cómo su compañera, ante el apriete, hacía un esfuerzo para contener las lágrimas de desesperación que se acumulaban en sus ojos amatista. Y aunque ella no quería seder, Yeik Lix no iba a arriesgarse a que ella quedara en ridículo.

Si pudo ayudarla en el baño, no iba a abandonarla en aquel momento tampoco.

—¡Maestro! —exclamó Yeik para interrumpir el griterío que se estaba produciendo en el gimnasio. Inmediatamente después, el entrenador clavó los ojos en Yeik y esperó a que dijera algo razonablemente urgente para haberlo detenido.

—Creo haber visto una de las autoridades en la puerta del gimnasio. Quizás quieran hablar con usted.

Era la excusa perfecta ya que el entrenador tendría que salir del gimnasio por unos instantes y, además, lo mantendría alerta ante cualquier persona que pasara cerca de la entrada, por lo que ya no podría estar gritando todo el tiempo.

Entonces, el mentor, realizando una mirada sobradora sobre Yeik, comenzó a caminar en dirección hacia las afueras del gimnasio y dijo:

—Entrenarás a Arlet ¡El resto ya sabe qué hacer! ¡A trabajar!

Ante el grito del maestro, todos comenzaron a dispersarse y a irse a sus respectivos círculos de entrenamiento para realizar los ejercicios indicados previamente. En su lugar, el de pelo azul se dirigió directamente hacia Arlet, quien se estaba secando los ojos:

—Lamento el trato del entrenador. Él siempre fue...

—No te preocupes, ya estoy acostumbrada —dijo, apenada—. De todos modos, muchas gracias.

A pesar de haber tenido las lágrimas al borde del llanto, con un suspiro y una sonrisa logró tener una expresión totalmente recuperada.

—¿Por qué estás aquí, Arlet? —preguntó el combatiente—. No sabía que te gustaba el magnen.

—No es que sea algo que me atraiga realmente... pero creo que sabes lo que me pasó con esas tres chicas, y no quiero que nadie se meta conmigo de nuevo. Y tampoco quiero depender de nadie, así que quería aprender a defenderme sola.

Yeik no pudo evitar sonreír. Sin duda era una causa por la cual iba a estar muy satisfecho de ayudar.

—Aprenderás todo lo que necesites, entonces. Así que, si te parece ¡Comencemos!

Ambos caminaron hacia uno de los círculos de combate que se encontraban en una esquina del gimnasio. Allí, sobre pequeños soportes que había en las paredes, notaron una batería bastante amplia de armamento.

—Es curioso —dijo Arlet, mirando las armas con extrañeza— ¿Cómo es que un planeta tan pacífico puede practicar un deporte tan violento como el magnen?



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En el texto hay: accion, aventura y misterio, aventura y amor

Editado: 01.08.2019

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