La verdad secreta - El renacer del ente

QUINTA PARTE - Capítulo 29 - El plan inesperado

2:46 de la tarde y Yeik ya tenía todo planeado.

Se metería dentro de la academia, iría al gimnasio de magnen, tomaría los brazaletes que necesitaba y, una vez que saliera de allí, esperaría a la noche para buscar a Yésika a su casa y decirle toda la verdad.

Pero... ¿Cómo iba a lograrlo? Pues necesitaba, primero, pasar desapercibido por las autoridades y las probables cámaras de seguridad del instituto. Y segundo necesitaba conseguir las llaves para abrir el depósito de armas del gimnasio.

Sin embargo, eso no era un trabajo muy difícil si se contaba con el contacto de dos personas en específico, las cuales podían evitar todo lo anterior. El famoso dúo dinámico de conserjes, como era su rutina normal, estaban llevando toda la basura del instituto hacia un contenedor público de residuos.

Entonces, luego de descargar la basura, sintieron un ruido corto y seco:

—¡Chst! ¡Chst!

—¿Eh? —dijo el más bajo de los conserjes— ¿Oíste eso, Dalgo?

—Yo también lo oí, Dofredo —contestó su par alto y delgado, a su vez que giraba la cabeza hacia todas direcciones.

—¡Chst! ¡Ey! Soy yo, Yeik Lix —susurró— ¿Podrían ayudarme?

Ambos voltearon hacia un arbusto que se encontraba cerca de su vereda. Dentro de él se asomaba la disimulada carita del chico de cabellos azules.

—¡Oh, Santo cielo! ¡Quedaste atrapado dentro de un arbusto! —dijo Dalgo, mientras se acercaba hacia él—. No te preocupes, amiguito. Te sacaremos de aquí.

—¡No, no, no! No quiero que me saquen de aquí.

—Claramente se está escondiendo, tonto. Recuerda que él no puede acercarse a la academia. —dijo Dofredo a su compañero—. Lo que, de hecho, me genera varias dudas ¿Qué estás haciendo aquí, niño?

Yeik procedió a explicar su plan a los hombres de la limpieza y, como no podía faltar, también les tuvo que contar lo ocurrido con su preciada compañera.

—Entonces... ¿Quieres conseguir armas para charlar con tu chica? —preguntó el de baja estatura—. Vaya, eso no suena amigable.

—No son armas, son brazaletes para defenderme —aclaró Yeik—. Y si no me ayudan, no hay posibilidad alguna de que pueda entrar sin ser visto por las cámaras.

De repente, cruzaron un par de jóvenes, por lo que Yeik se metió nuevamente a su arbusto. Eran alumnos de magnen:

—Y mucho menos podré ir si comienzan a entrar personas —añadió el chico—. Por favor, muchachos. Si no lo hago, quizás se vuelva demasiado tarde para recuperar a Yésika.

El de cabellos azules sacó sus manos del arbusto, tomó a Dalgo por la solapa de su uniforme y lo trajo hacia sí para mirarlo con una infinita desesperación:

—Perderé a Yésika para toda la eternidad si ustedes, héroes sin capa, no ayudan a este pobre y aflijido muchacho sin esperanzas —. Acto seguido, soltó la ropa del conserje y volvió a mostrar su carita en medio del arbusto. Sus ojos, además, habían comenzado a brillar con la misma intensidad que su sonrisa—. Porfis.

Ambos adultos se miraron entre ellos, luego se fijaron en la deslumbrante expresión de Yeik y, después de volver a cruzar miradas, asintieron entre ellos:

—Escucha niño, no tenemos mucho tiempo y quizás no podamos ir al depósito de armas —dijo Dofredo—. Pero sí podemos dejarte en unos pasillos del instituto donde no hay cámaras.

—¿Qué? ¿Hay un lugar en la academia que no tiene cámaras? ¿Por qué?

—No lo sabemos —contestó Dalgo, encogiéndose de hombros—. Pero sí sabemos que uno de esos caminos lleva directo al depósito que buscas.

—Perfecto ¡Hagámoslo entonces!

Así llevaron a cabo su plan maestro: mientras nadie observaba, Yeik se metió en uno de los tachos de basura y lo taparon, de manera que nadie podía observar qué era lo que había allí dentro.

Ambos conserjes caminaron y caminaron por dentro de la academia hasta que por fin llegaron a destino. Sin embargo, cuando Yeik salió de allí, no tenía ni la más mínima idea de dónde estaban.

—Esperen ¿A dónde debo ir? ¿Cómo regreso?

—Ten esto, Yeik —contestó Dofredo, extendiéndole un papel—. Con este pequeño mapa podrás entrar y salir del instituto cuantas veces quieras. Sus pasillos pueden resultar un poco confusos, así que conserva el papel. Luego puedes devolvérmelo.

—Bien. Entonces... ¿Me aseguran que conseguiré ingresar al depósito de armas?

—Sin ninguna duda —intervino Dalgo, quien había sacado una bolsa de un basurero cercano—. Siempre lo dejamos abierto antes de las clases de magnen. Solo apúrate, que pronto será la hora de que comiencen.

—Excelente ¡Les debo todo, muchachos!

El más alto dejó la bolsa dentro del tacho y se fueron lo más rápido posible, para así no levantar sospechas de ningún tipo. Yeik, entonces, abrió el pequeño mapa y miró hacia el frente: un oscuro pasillo que era tan alto como profundo, o por lo menos eso aparentaba, ya que la oscuridad no permitía ver mucho más lejos.



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En el texto hay: accion, aventura y misterio, aventura y amor

Editado: 01.08.2019

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