Miré a Samanta sentada junto a la registradora, pintándose las uñas de un rojo brillante mientras conversaba de lo que haría por la noche, y me permití tomarme un momento para descansar antes de tomar el anotador y la cartilla.
La mañana había comenzado tranquila, apenas fueron unos policías los que entraron por café y algunas galletas, pero a eso de las doce los clientes se triplicaron y tuvimos que buscar ayuda de Brian y Lola. Fueron tres eternas horas de caminar de un lado al otro y repartirme entre la cocina y el salón con bandejas, platos, tazas y cubiertos, comida, café, pasteles, tortas y sal con pimienta. Un problema que para el mediodía se resolvió súbitamente y el único cliente que quedó fue un joven que leía junto a una de las ventanas.
—Bienvenido la café de Alicia—saludé intentando no sonar tan agotada como me sentía.
Alzó la cabeza y me observó parpadeando como si no supiera dónde estaba y cerró el libro sonriendo avergonzado.
—Hola...—Tomó la cartilla que le tendía y espere paciente que la lea mientras observaba la portada del libro junto a su mano con una diminuta sonrisa. Lo había leído hace algunos años, antes de huir. No recordaba muy bien el comienzo pero sabía que el final era triste y desabrido. El tipo giró la cabeza hacia mí y sonrió al encontrarme observando el libro, dejo la cartilla sobre la mesa y se acomodó—. ¿Lo leíste?
Asentí y le quite importancia con la mano.
—Hace algunos años. Ahora ya no leo.
Alzó una ceja, miró el libro con el marcapáginas a la mitad y luego a mí.
—¿Lo recomiendas?
—Supongo que si llegaste hasta ese punto sabes en qué te metes—opiné medio riendo medio encogiendo los hombros—. No es un libro contemporáneo, no hay "finales felices" o quizás si, dependiendo de cómo lo juzgues pero yo sentí algo decepcionante que la autora haya ido por el camino fácil la terminar todo de una manera tan...
Alzó una ceja.
—¿Romántica?
Sacudí la cabeza.
—Poco real.
—¿Poco real?—Rió y asentí sería, ganándome una mirada evaluativa que me hizo sentir calor en las mejillas. Inclinó la cabeza la mirar mis piernas y en cuanto se percató de mi propia mirada se apartó, incómodo y ruborizado. Se aclaró la garganta, tomó la cartilla y, sin dejar de sonreír, preguntó—, ¿Qué me recomiendas?
Solté una mueca que pretendía ser divertida y apoyé la cadera en la mesa.
—Las donas.
—¿Donas?—Hizo una mueca que me hizo reír y asentí bajando la voz y usando mi mano para dar confidencialidad.
—Son de hoy.
Parpadeó de nuevo y una lenta sonrisa apareció en su rostro mientras volvía a ver la cartilla.
—Entonces quiero donas de...—volvió a mirarme y esta vez sonrió sin disimulo, esperando mi sugerencia.
—¿Limón?—Arrugó la nariz—. ¿Chocolate?
—Chocolate.
Baje la mirada hacia el anotador y comencé a escribir. Oí la campanilla de la puerta, sonar y me estremecí al sentir el frío del exterior colarse por la entrada cuando Eliot entró con más ropa de la habitual. Lo observé mirar en dirección a la barra y fruncir el ceño mientras cerraba la puerta. Paseó la mirada en el lugar, parecía tenso, dió paso más dentro y al dar conmigo su expresión cambio. Miró la tipo que atendía observándome desde su silla, rodó los ojos y buscó un lugar fuera de mi vista.
Lo ignoré y volví al anotador.
—¿Y para tomar?—pregunté al tipo del libro que apartó la mirada en cuando hable.
—¿Tienen café?—Asentí—. ¿Puedo pedir que me pongan un shot de coñac?—Parpadeé asombrada su pedido y fue su turno de mirarme divertido, apoyando los codos en la mesa para inclinarse un poco hacia mí—. Afuera hace demasiado frío, embarcó en una hora y quiero algo para mantener el calor durante un tipo.
—Ah...—asentí y anoté "dos shot de coñac" junto a la taza de café—. ¿Entonces eres marinero? ¿Tienes un barco?
Rió.
—No es mío, pero sí, viajo en un barco de pesca. Debes conocerlo, desembarca aquí en el muelle una vez a la semana.
Negué divertida.
—Ni siquiera sabía que un barco paraba en el muelle de aquí, creí que ya no servía.
Sus ojos brillaron cuando volvió a sonreír con todo el rostro y se inclinó un poco más.
—Deberías venir a verlo, podría mostrarte el interior.
Solté una mueca.
—Me gustaría, pero trabajo.
—Y yo embarcó hoy, pero cuando vuelva te invitaré a dar un paseo.—Guiñó el ojo volviendo a tomar su libro y sentí mi rostro llenarse de calor.
—Salgo a las ocho—solté garabateando en el anotador, él se apartó con los ojos brillantes y sonrió volviendo a abrir el libro.
—Que casualidad, el barco se vacía ocho treinta.
Asentí y me volteé intentando no sonreír de oreja a oreja. Ya podía ver a Samanta desde su silla casi saltar en mi dirección para saber quién era o de qué hablamos, ella prácticamente olía los coqueteos a una distancia sobrenatural. Solté una mueca al recordar que no le había preguntado el nombre y me detuve junto a la mesa donde Eliot se encontraba sentado jugando con su móvil.
Él me miró con una ceja alzada, apagó la pantalla y lo dejo a un lado con una sonrisa extraña.
—¿Haciendo nuevos amigos?
Rodé los ojos.
—¿Qué quieres?
Su sonrisa no vaciló cuando apoyo los codos sobre la mesa para observándome fíjo.
—Café.
—¿Con?
—Leche.
—¿Algo más?
Sacudió la cabeza.
—No, por el momento solo café con leche.
Suspiré, anoté y caminé hacia la cocina. Dejé ambos pedidos junto a la caja para que Samanta los cobrará y comencé a preparar todo con rapidez. Si ellos eran los últimos tendríamos suerte, quería sentarme al menos cinco minutos a retomar el aire, comer algo, beber un poco de agua y de ser posible quitarme esos zapatos que parecían querer exprimir mis pies. Esa era la peor parte, sentía que mis piernas iban a explotar en cualquier momento.
Dejé las tazas de café en la bandeja, preparé la dona, le pedí a Cameron dos shot, uno para el café y el extra por cuenta de la casa, y la leche con espuma para Eliot.