La vez que hui de ti

Capitulo 7

Humedecí mis labios para poder hablar y apoyé el móvil en mi oído con la cabeza aún debajo de la almohada.

—¿Hola?

—Emily, dios santo, me tienes preocupada. —Arrugué el rostro al oír la voz del otro lado de la línea y aparté el aparato para ver le nombre de Lola en la pantalla.

—Lo siento, estoy bien...—Bostecé.

—Confiaba en que lo estuvieras o sino tu hermano bajaría al infierno a buscarte.-Sonreí apoyando la cabeza y el sueño comenzó a mecerme nuevamente, provocando que por unos segundos mi mente quede en blanco—. ¿Eh... Emily? —Gruñí en respuesta y volví a bostezar—. Estoy esperándote.

—¿Para qué?

—La prueba de vestidos.

—¿Era hoy?—pregunté con voz exageradamente triste.

—Si, estoy esperando fuera de tu departamento hace diez minutos y nadie responde.

Exhalé.

—Ve a la cafetería—murmuré levantando la mitad del cuerpo con lentitud y quitando de encima las enormes mantas de plumas que me mantuvieron cómodamente caliente durante la noche.

—¿Qué?

Me senté y volteé la cabeza hacia Eliot durmiendo del otro lado de la cama.

—Espérame en la cafetería. —Y sin esperar respuestas, colgué. Aún me asombraba que él hubiera cedido a dormir conmigo, no recordaba mucho de la noche anterior por el cansancio y la fiebre, pero no podía olvidar como me acompaño hacia la habitación y se recostó a mi lado mirándome con dulzura. Sus ojos brillaron y al cerrar los ojos soñé que acercaba la mano a mi rostro y la detenía a unos centímetros antes de dejarla caer entre ambos.

Me levanté con lentitud y acomode las mantas para protegerlo del frío. Quise tocar su mejilla o enterrar los dedos en su cabello, pero me contuve solo mirando su rostro sereno contra la almohada. Había crecido, no se veía como el chico que abandone 5 años atrás, y sin embargo se parecía a él cuando dormía.

Tomé mi móvil y baje las escaleras en silencio. No tenía más ropa que la que tenía puesta y no volvería a ponerme el estúpido vestido de la cafetería así que solamente tomé una campera deportiva junto al sillón, unas zapatillas tres talles más grandes y salí.

Caminé las siete cuadras a la cafetería mirando alrededor con asombro. La tormenta hizo estragos en carteles y arboles, la temperatura había bajado varios grados y el mar estaba tan picado como la noche anterior. Varios vecinos me observaron curiosos cuando pase por su lado pero los ignoré fingiendo ver algo en el móvil, en el cuelo o en el cielo. El video debió ser tan viral como lo temí y el recuerdo me hacía estremecer, pero ya no podía remediarlo. Tanner tuvo tiempo de sobra para viralizarlo en el periódico digital.

El móvil volvió a sonarme y miré el nombre de Gideon en la pantalla con una mueca.

—Lo siento—musité al auricular.

—¿Estas volviendo al departamento?

Negué saltando un charco y crucé la calle mirando a ambos lados.

—No. Lola necesita que vaya a una prueba de vestidos para la boda.

Silencio.

Un nudo se alzó en mi garganta.

—Emily—comenzó con voz tensa—. Tenemos que hablar.

—Lo resolveré—dije con desesperación—, no hagas nada, por favor. Lo resolveré.

Suspiró.

—Escucha, entiendo que quieres quedarte, pero...

Me detuve con un escalofrío y me volteé como si lo tuviera junto a mí y no del otro lado de la línea.

—Gideon, por favor. Tú tampoco puede irte, necesitamos...

—Hablaremos luego, ¿okey?

Los ojos se me llenaron de lágrimas pero de alguna manera tuve la fuerza para asentir y responder que sí. Sabía que él tenía razón, el vídeo nos puso en evidencia, deberíamos haber huido por la noche, antes de que alguien tenga la oportunidad de reconocerme y caer frente a nuestra puerta, pero no lo hicimos y eso nos ponía en peligro.

Colgó la llamada y retomé mi camino pensando en el video y en Tanner filmándolo. No lo había visto, ni siquiera sabía qué nos grababa, pero la idea de que tenga más me hacía dar nauseas. Ese imbécil… Debía encargarme de él también.

Llegué a la cafetería estremeciéndome por el frío. No me sentía bien, la nariz me moqueaba y tenía los ojos hinchados, la cabeza me podría estallar en cualquier momento y mi cuerpo parecía haber pasado por debajo de una topadora. Entré por las puertas de cristal y me detuve al ver a Brian y a Lola conversando junto a la barra.

—Aquí estoy—anuncié por lo alto y ellos intercambiaron miradas que ignoré encaminándome hacia el vestuario—. Voy por mis cosas…

Entré y comencé a buscar mis cosas en el casillero con mi nombre. Tomé mi bolso para cambiar las zapatillas de mi talla, me quité las de Eliot y volví a guardarlas para devolvérselas luego. Suspiré sentada, ignoré que mi móvil se encendía con algún mensaje y me levanté justo cando Lola entraba por la puerta.

—¿Emily, qué llevas puesto?—Solté una mueca y miré mi atuendo sin responder. Aún no estaba preparada para abandonar el aroma a Eliot que conservaba su campera y la calma que me proporcionaba pensar en su rostro dormido junto al mío o su mano sujetando mi rostro era algo que no olvidaría en los próximos días por lo que opté por colocarme mi abrigo encima de su campera y tomé el bolso, el móvil y miré a Lola impaciente junto a mí—. ¿Qué sucedió anoche? ¿Por qué no respondiste mis mensajes?

Encogí los hombros.

—Me quede sin batería.

Entrecerró los ojos en mi dirección.

—¿Dónde dormiste?

—¿Qué?

—No estabas en tu departamento cuando fui a buscarte. —Chasqueó la lengua con disgusto—. Espero que no hayas dormido con Tanner.

Sacudí la cabeza y le expliqué lo que había sucedido mostrando la mano al llegar a la parte del golpe en el ojo. Ya no estaba como antes, mis dedos comenzaban a su color habitual y ya casi no dolía, pero había una mancha oscura alrededor de mis nudillos y mi muñeca que me perturbaba.

Lola palideció de horror.




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