Habíamos llegado a la mansión hace algunos minutos y mientras mi madre ordenaba comenzar con los preparativos para una fiesta y llamar a todos los familiares para "honrar" dicha fiesta, a Gideon y a mí nos encerró en su oficina.
—No deberías haber hecho eso—dijo Gideon quitándose el saco del traje y lanzándolo al sillón más cercano. Prácticamente se arrancó la corbata con un gruñido furioso y también la lanzó.
Lo seguí con la mirada, sujetando el vestido con ambas manos.
—No teníamos muchas opciones, le hubiera hecho daño.
Gideon suspiró.
—Lo sé.
—Lamento mucho haberla involucrado—murmuré y él se detuvo.
—Lo sé.
—Lo siento mucho, Gideon.
Él me observó fijamente con los ojos cargados de pena y respiró profundo desabotonando la camisa mientras movía el cuello. Estaba pálido y ojeroso, respiraba con dificultad y podía ver sus hombros tensos bajo la ropa y en la mandíbula.
—Tranquila—dijo al cabo de unos minutos—, lo solucionaremos...
Oímos la puerta de la oficina abrirse y nos volteamos hacia la persona que entraba esperando ver a la mujer de rostro falso y escalofriante, pero en cambió fue Eliot quien se asomó con cautela. Entró, cerró la puerta y nos miró apenado.
—Yo...
—Eres un... —Gideon se lanzó sobre él y lo sujeto del cuello, empujándolo contra la puerta con tanta fuerza que volcaron un horrible jarrón decorativo. Pero el estallido los hizo reaccionar y detuvieron el forcejeo para mirarse hasta que Eliot clavo sus ojos en mí.
Me negaba a hablar con él desde que subí a su camioneta, y no es que no lo hubiera intentado. Pero apenas lo oí porque había subido el volumen hasta el máximo y miraba la ventana moviendo la cabeza para que crea que lo ignoraba y que mi corazón no se rompía en pedazos por oír una y otra vez su voz.
Mi madre había usado a Eliot para llegar a nosotros y le había funcionado, ahora lo quería lejos.
—Vete—solté con voz fría, alzando el mentón e intentando no temblar. Gideon se apartó para liberarlo y se colocó a mi lado.
—Margo...—insistió Eliot, dando un paso hacia mí y obligándome a retroceder con un nudo en la garganta.
Tragué duro.
—Vete.
Él miró a Gideon en busca de ayuda y dejo caer los hombros cuando no la obtuvo. Respiró profundo varias veces, se volteó y salió de la oficina.
Reino el silencio.
—¿Estas bien?—preguntó Gideon y asentí con los ojos llenos de lágrimas, volteándome justo cuando la puerta volvía a abrirse y mi madre entraba a la habitación con aspecto impecable y dos guardias que se colocaron a cada lado de la puerta.
Alisó su falda con los labios apretados, inhaló profundo y se aproximo a mí con rapidez, alzando la mano y abofeteándome sin darme oportunidad de reaccionar.
Me sujeté la mejilla con fuerza, intentando aplacar el dolor de la bofetada con la palma de la mano, y observé el rostro iracundo de mi madre frente a mí.
—¿Cómo se te ocurre grabarte revolcándote con otro?—gruñó con los dientes apretados, acercándose con la mano alzada, amenazante. Esperé el golpe, nunca era solo uno, pero esta vez se detuvo a pocos centímetros de mi rostro y me tomó del rostro clavando sus dedos en mis mejillas—. Eres una ramera.
No intenté apartarme porqué era en vano, no quería hacerla enojar más de lo que ya estaba y Gideon intentaba aparentar tanto autocontrol que la vena de su frente parecía a punto de estallar.
—¡Y tú!—le gritó a mi hermano, apuntándolo con el dedo—. ¡Esa chica es una cualquiera, ¿Cómo se te ocurre?!—Avanzó hacia él amenazante—. Si en algun momento pensaste que tenías oportunidad de enamorarte y huir feliz por el mundo estabas muy equivocado. ¡Ambos lo estaban!—Me miró. Luego se detuvo, las facciones de su rostro se contrajeron y tomó una bocanada de aire mientras alisaba su vestido con ambas manos—. Okey, ya esta. Lo solucionaremos...
—No —sanjó Gideon y ella lo miró.
—¿No? Te recuerdo que no estoy preguntándote—escupió con una mueca amarga—. Si yo quiero que esto acabe aquí eso mismo sucederá, ¿comprendes?
Tragué saliva y observé a mi hermano apretado los labios. Tenia que intervenir, apresurarme para que no haga nada irremediable.
Respiré profundo con disimulo y di un paso titubeante hacia ella.
—Pero si eso sucede levantaremos sospechas —murmuré pensando en el peso de cada palabra. Ella me miró irritada, pero no me contuve y cuadre los hombros—. Sus padres nos conocen, su familia entera sabe quiénes somos y quién es nuestra familia. Puede que no tengan poder pero si pruebas de que ellos tenían una relación y sé que no quieres que investiguen nuestros antecedentes.
Ella hizo silencio, estaba pensando y eso me ponía aún más nerviosa. Había una vena en su frente que saltaba la igual que la de Gideon pero sus labios no se apretaban y no había signos de emociones en su postura. No sabía que sucedía en su cabeza, si me creía, si pensaba en seguir adelante con su plan o lanzarnos a una foza a morir, no sabía nada y eso me inquietaba.
Pasaron algunos minutos en los que me quedé apacible junto a Gideon, relajando cada fracción de mi rostro y pensando en contraataques para sus posibles comentarios. Tenía que proteger a Lola y a Gideon, ellos eran la prioridad.
—Lo resolveré —anunció mi madre por lo bajo. Carraspeo, suspiró y se volteó hacia la puerta donde un guardia fingía ser una estatua parpadeante—. Llama a Rafael, dile que tenemos que reunir a la familia.
Intercambié miradas con Gideon pero él me indicó no reaccionar mientras el guardia salía de la habitación con la cabeza gacha y sin emitir palabras. Mi madre lo siguió después, con las manos en las caderas y los labios apretados, se detuvo a mirarnos, algo en sus ojos me aterraba, quizás era el hecho de que habíamos huido, de que había cosas que contar o que había un ser creciendo en mi vientre del que ella apenas tenía información, pero tuve el impulso de retroceder y poner entre ambas tanto espacio como fuera posible.