— Viajera de la sangre gringram, usted no es bienvenida a este reino.
— Su majestad, mi propósito es esta dimensión es para fines pulcros.— Le contesto lo mas educada posible.— Su majestad, Le pido solo un poco de su ajustado tiempo, mi señor, y dialogar acerca de la guerra, mi rey.
—Se rumorea que usted, Viajera, no quiere ver ni un atisbo de una guerra entre su mundo y el mio. Sin embargo usted está aquí, sin mi permiso.
— Es por eso, que vengo a dialogar con usted, mi señor.
El rey se levanta de su trono y procede a acercarse a unos pocos metros de mi.
— Dejad tus armas en el piso.— Asiento.
Cuidadosamente saco mi espada, mi arco y flechas dejándolas caer en el piso.
— Seguidme viajera, le voy a dar un pequeño voto de confianza, ataque y me asegurare que usted y sus soldados no salgan vivos de aquí.
El rey Furgyo, se encaminaba por el largo pasillo y yo siguiéndole atrás. Paramos frente a una puerta de cristal, que a través de ella se podían un amplio jardín, que muy bien podría ser lo mas bello del mundo, si las flores no estuvieran marchitada.
— Zarikatash, eres muy conocida entre las dimensiones.— Se voltea mirando la cara. —Me sorprended que no quiera una guerra, por lo que dicen, usted ha estado en muchas con tan solo 22 años y en todas ha salido victoriosa.
— No malinterprete la situación, se lo pido. Me ha tocado estar en guerra, sin embargo prefiero el diálogo y la paz, es por esa razón que estoy aquí hoy, frente a usted. Se lo que hizo, mi rey, mandar a varios Gobrols a nuestra dimensión.
— Y viene a chantajea, lo entiendo todo.— Lanza una sonrisa sarcástica.
—No, vengo a decirle que la dimensiones gringram lo perdona por tan viles planes. Vengo en son de paz. Mi rey, como usted lo ha dicho, he estado en muchas guerras así como también en muchos diálogos.
<< Mi rey, pienselo bien. ¿En serio vale la pena luchar sin razón alguna? No se usted, pero en todas esas guerras he visto como mis soldados mueren, y yo no creo que usted quiera eso.>>
Me quedo callada, esperando que una simple palabra salga de su boca, una palabra que determinará si habrá guerra o paz. Agarro una flor marchita de una de las tantas macetas y se la enseño.
— Pienselo muy bien. Mis soldados y yo tenemos que volver a nuestro reino, como sabrá los Gobrols no son nada fáciles de matar.
El rey acelera sus pasos hacia la salida del jardín, dejándome atrás a unos cuantos metros. Me encamino a la salida, pero antes de seguir mi camino, me volteo, visualizando cada esquina de esta parte del castillo. Alzo mis manos hasta la cintura, apuntó hacia las flores, una suave luz verde sale de mis manos, muevo los dedos para darle mas potencia y acelerar el procedimiento.
Sonrió.
Me encamino por el pasillo hasta llegar al salón principal, el rey está sentado en su trono mirando a la nada, sus soldados siguen observando cada paso que damos, mientras que mis soldados están preparando sus cosas para marcharse. El comandante me entrega mis pertenencias, asiento en modo de agradecimiento.
—Fuen placer haber hablado con usted, su majestad,— El rey sale de sus cavilaciones, asiente lentamente.— Soldados, en marcha.
Se posicionan en una fila muy bien organizada. Me dirijo a la par de ellos. Muevo mis manos haciendo círculos, un portal va apareciendo haciéndose mas grande a medida que sigo haciendo círculos.
— ¡Soldado, en marcha!— Doy la orden. El batallón obedecen mi mandato y se dispone a marchar hacia el portal de vuelta a casa. Antes de dirigirse al portal, me volteo hacia el rey.—Su majestad, fue un placer.
Atravieso el portal, cinco segundo después me encuentro en el salón de los reyes.
—Muy bien, mis queridos compañeros, retirarse a sus aposentos, hoy fue un día largo.—Los soldados hacen un saludo militar y proceden a retirarse.
—Zar ¿Que crees que pasara? —Duyin, general en jefe me pregunta.
Sonrió ante su apodo.
Cuando era pequeña y mis padre murieron, el rey stefan, me cuido como si fuera su hija. Todos en el castillo me trataban como si fuera de su familia y Duyin no fue la excepción, desde pequeña fue mi mentor, no solo en lucha y defensa, también me enseño lo valioso de la sangre de gringram, desde entonces le tengo un profundo respeto y cuando el rey murió, el y su familia me habían consolado, así que se podría decir que el fue como un tercer padre para mi.
—No sabría decirte, pues la ambición y la codicia a veces es mas fuerte que la ética y la moral. — Suspire.— No quisiera, pero es mejor prevenir que lamentar. Tienes que ir entrenando a los guardias
Asiente.— Lo haré, unete cuando termines de hablar con la reina.
Sin mas palabras, se retira del gran salón.
Me quedó sola, esperando a la reina y al príncipe, tengo que darle un informe detallado de todo lo que he hecho en el día.
Las puertas del gran salón se abren y entran la reina Clarina y el príncipe Leandro.