La vida en color naranja

Prólogo

Respira, Danielle


Respira, Danielle.

Eso es... uno, dos, tres. Muy bien, alguna explicación debe haber para encontrar el auto de tu novio en casa de Sierra, él no te engañaría.

La puerta está abierta, así que doy pequeños pasos adentrándome en la casa de mi mejor amiga y me quedo estática en el borde del primer escalón. Esos ruidos... no son ruidos, son gemidos.

No... él no me haría algo así... ella no me haría algo así.

Subo los escalones de forma lenta porque mis piernas parecen no querer responderme, paso un bulto de saliva y es ahí cuando me destrozo.

― ¿Axel? ―sus movimientos encima de la cama cesan.

― Carajo ―lo escucho maldecir.

Mis ojos ya no pueden tolerarlo más y las lagrimas simplemente caen de forma veloz, esto no puede esta pasando. Tenía razón...

Me volteó con el corazón partido y mis labios temblando, no puedo creerlo.

―Danielle, espera.

Corro por las escaleras y simplemente sigo haciéndolo hasta llegar fuera de la casa, él... me dijo que no pasaba nada con Sierra. Y ella... es mi mejor amiga, ¿cómo pudo hacerme esto?

― ¡Danielle! ―me exclama con voz ronca.

Me detengo en seco, me giro sobre mis talones y ¡slap! Mi mano golpea su mejilla derecha, su camisa está mal puesta.

―No quiero volver a saber de ti, ¿me escuchaste? ―digo en un hilo de voz. ―Eres un verdadero idiota.

Seguramente se merece más de lo que le dije, pero con trabajo y no me he dejado caer al piso a llorar.

― Dani, lo siento... pero soy hombre y... ―lo escucho tartamudear mientras trato de que los pequeños espasmos en mi sonrisa no sean tan evidentes. ―Tú y yo no estábamos...

― ¿Cogiendo? Eres patético ―lo observo con odio. ―Que seas feliz con ella.

Al llegar a mi habitación, ignoro el hecho de que esta básicamente decorada de fotos nuestras. Yo quería esperar con esto del "sexo", es importante para mí y solo quería que fuera en el momento adecuado. Me dejo caer en el edredón de pequeños corazones y simplemente me echo a llorar, siento como el corazón me arde y mis pensamientos solo divagan en él.

Y así fue como obtuve mi primer corazón roto, pero me prometo esto... será el último.

Ha pasado casi un año desde que Axel y yo terminamos

Ha pasado casi un año desde que Axel y yo terminamos. Estoy en mi primer año de universidad, entrando en la época navideña.

Oh sí, el frío, las luces, la sonrisa en la gente... lo odio. Si, han leído bien... odio la navidad.

No tengo nada en contra de Jesucristo -aunque en realidad no cumple años en diciembre-, no es por él ni nada que ver con la religión. Para los que aún no sepan de lo que hablo... hablo de la persona que es el artista de mi corazón roto. Lo que hizo fue entrando en estas fechas, así que el hecho de ver lucecitas y varios tipos de Santa Claus en cada tienda departamental me trae un poco de depresión mezclada con enojo.

Pero, hey. Por lo menos fui invitada a una fiesta, a la cual estoy yendo justo ahora.

Con ayuda de mi mejor amigo Esteban y un poco de Kendall, luzco bien. No increíble, pero bien.

Me considero una persona ordinaria, ni muy fea ni muy bonita. No soy una persona sumamente interesante, por las tardes me la paso viendo series o películas -de preferencia dirigidas por Tim Burton-.

Si pudiera describirme en una sola palabra diría "Desastre", soy algo así como el caos que arrasa con todo por su torpeza y síndrome de Dori.

Por ejemplo, ahora estoy pensando en cómo las mujeres logran dejar de comer tanta porquería. De verdad, yo intente controlar esta voracidad en mí al pasar por restaurantes y tiendas de dulces con tal de poder lucir bien... dure dos días.

―Pareces un poco distraída, Dani ―comenta Kendall.

Kendall por otro lado, es sinónimo de la perfección. Es hermosa, saludable, practica deportes extremos o... y también es voluntaria en el refugio de animales abandonados.

No sé qué hace para mantener su cabello rubio tan sedoso y suave, cuando le pregunto solo me responde "extracto de papaya"

Me unte la papaya entera en el cabello y no logre absolutamente nada más que oler a fruta por tres días.

―Solo pensaba en... ―piensa en algo, Dan. ― ¿Frutas?

Mi amigo encarna una ceja. ―Qué extraño pensamiento ―y se ríe.

Al entrar en la casa de Dios sabe quién, vemos a toda la gente divirtiéndose. Algunos tomando, otros fumando y como era de esperarse también besándose.



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Editado: 29.05.2018

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