—Oh mi Dios pensé que lo habías rechazado. —dice Megan mientras yo trato de maniobrar su auto con cuidado en torno a las personas que caminan borrachas por el estacionamiento del club.
—Lo hice. —respondo concentrada en salir de este infierno, Megan está un poco, bastante, tomada y temo que se quede dormida en algún momento, o peor aún, que empiece a vomitar el auto.
—¿Entonces que fue eso? —pregunta mi amiga desde su asiento.
Eso mismo me he estado preguntando yo. Definitivamente algo pasó. Durante tres meses se pasa por la cafetería como si nada, le insiste a Megan para que le diga lo que pasó conmigo cuando cambié de turno. Hace varios días declara que le gusto, lo rechazo y no lo veo más. Pensé que estaba molesto, pero esta noche no parecía que lo estuviera.
Esta noche fue diferente. Por acuerdo tácito bailamos sin parar varias canciones en todos los ritmos, lentas, rápidas y todo lo demás, en el proceso sus manos nunca abandonaron mi cuerpo.
Y luego desapareció sin más.
Se inclinó, juntó sus labios con mi oído y me dio las gracias por los bailes, me acompañó a la mesa en la que estaba Megan y se perdió en la multitud de personas. Después de eso no lo vi otra vez, por lo que solo puedo suponer que abandonó el club.
—No lo sé Megan, y la verdad no es algo en lo que quiera pensar esta noche. —confieso centrada en lo que estoy haciendo.
—Es una lástima. —murmura Megan con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el reposacabezas.
— ¿Por qué? —pregunto no muy segura de querer saber la respuesta.
—Porque se veían tan bien bailando juntos. Tú definitivamente no te veías indiferente ante él. Y no hablemos de la forma en que él te miraba. —responde sin abrir los ojos.
Pienso en las manos de Eider en mi cintura, su boca rozando mi oído y me estremezco.
Recordar su penetrante mirada hace el aliento en mis pulmones poco profundo. Es seguro que Megan está viendo todo desde la perspectiva que le provoca el alcohol y yo me estoy equivocando al hacer caso a sus palabras, pero por el momento, lo que dice Megan parece tener mucho sentido y por algún motivo eso empieza a asustarme.
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Estoy en mi turno en la cafetería, es lunes y todo ha estado muy tranquilo, así que estoy tratando de entender una clase de urbanística cuando escucho a Albert quejarse.
— ¿Y tú que haces aquí? —Levanto la vista del libro que tengo extendido en el mostrador y me encuentro con Megan sonriendo abiertamente.
—Sí, a mí también me gustaría saber eso. —digo regresándole la sonrisa.
—Solo quería verte. —responde Megan de forma inocente mientras se sienta en una de las sillas altas del mostrador.
—Te vi hoy en la universidad. —contesto para que sepa que no estoy creyéndome su mentira.
—Está bien, quería saber si el señor perfecto venía a verte hoy ¿Contenta?
—No, no lo estoy. —Le lanzo una mirada a Albert que entiende perfectamente, él sonríe, niega con la cabeza y nos deja solas.
—Estoy segura de que vendrá, es obvio por cómo te miraba y no pienso perderme ese momento. —continúa diciendo Megan.
—Eres imposible. —suspiro con la sonrisa aun ocupando todo mi rostro.
—Igual me quieres. —afirma mi amiga y luego me saca la lengua como si fuera una niña pequeña.
Decido ignorarla y enfocarme nuevamente en mi libro, pero alrededor de una hora después, llega Eider acompañado de un chico que no había visto antes.
Se acerca a Albert que está en el otro extremo de la barra y pide su acostumbrado café, luego se siente en su mesa habitual.
Sí, vino tal como predijo Megan, pero no se acerca a mí, no me saluda, no me habla, ni siquiera da señales de que me ve. Y es frustrante porque mi reacción física es apabullante, es como si todas mis entrañas se aprietan con solo verlo, mi corazón se acelera, mis pulmones bombeaban demasiado aire y mis ondas cerebrales causan estragos.
No me doy cuenta de que lo estoy viendo fijamente hasta que escucho reír a Megan.
—Debes dejar de mirarlo así, aunque tampoco es que pueda culparte. —advierte con una molesta sonrisa.
Aparto la mirada inmediatamente, pero siento mis mejillas enrojecer por lo que finjo estar concentrada en mi tarea.
Megan se acomoda en su asiento de manera que puede ver a la mesa de Eider sin que este se dé cuenta.
—Te está mirando —dice sonriendo después de un rato. —Te está mirando. Y me refiero a la mirada fija. Definitivamente te está desnudando con los ojos. Oh sí. —Megan tiene una expresión triunfante aunque yo no logro entender a qué se debe tanto entusiasmo.
—Deja de decirme que está… que está… —me quedo en silencio sin encontrar las palabras correctas para continuar.
—¿Desnudándote con los ojos? Oh Dios mío, estás ruborizada. —Susurra cada vez más divertida.
Quiero morir, que yo recuerde, nunca he sido una de esas chicas que se derriten con las miradas de los chicos. Por eso me siento superficial. Patética. Tonta incluso. Y un poco enfadada conmigo misma por dejar que él tenga ese efecto sobre mí.
Eider se termina su café, le hace señas a su acompañante que también termina con el suyo y ambos se levantan y entonces por fin se dirige a nosotras.
—Que tengan Buenas noches señoritas. —dice con una sonrisa, acto seguido se da la vuelta y se marcha.
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—Habría jurado que estaba interesado. ¿Por qué no hizo nada? —Reflexiona Megan más tarde mientras me lleva a casa.
—Ya ves que no siempre tienes la razón. —murmuro sin mirarla.
—Estoy segura que no me equivocaba. —Megan parece realmente decepcionada, pero seguro que no tanto como lo estoy yo.
—Siempre hay una primera vez Megan. Y ya dejemos el tema, ¿te quedas a cenar? —por fin me aventuro a mirarla.
—Hoy no puedo cariño, pero dile a Amy que pronto me tendrá aquí preparando mi especialidad.
Sonrío ante esa afirmación. Su especialidad es pasta con queso, mucho queso Y Amy ama que ella venga especialmente a hacerlo. Le doy un fuerte abrazo y luego me bajo del auto.