—¿Tienes frío?
Es la tercera vez que me lo pregunta y es por tercera vez consecutiva le respondo que no, sin embargo estoy temblando, de verdad temblando mucho. Eider se acerca despacio a mí y me envuelve con sus brazos casi temerosos de que yo lo rechace.
Tenía muchas ganas de venir a la playa, a pesar del hecho de que es casi de noche y estamos en noviembre. Compramos un poco de comida para llevar y establecimos un picnic improvisado con lo que encontramos en su auto.
Terminamos de comer hacía una media hora y desde entonces hemos estado teniendo una pequeña charla, conociendo más sobre nosotros, aunque yo procuraba evitar todas las preguntas personales por temor a que él también las hiciera.
Sin embargo, desde hace ya un rato ninguno de los dos le ha hecho al otro una pregunta, él sostiene mi mano, mientras me abraza con la otra y ambos estamos simplemente mirando las olas que se estrellan contra las rocas.
Me siento tan bien, que después de un rato descanso mi cabeza en su hombro.
—No he estado en la playa desde hace unos dos años—digo de repente.
—¿Por qué? ¿Te asusta el océano?
Alzo mi cabeza de su hombro y levanto las rodillas, envolviendo mis brazos alrededor de ellas.
—Antes venía todo el tiempo. Cada vez que tenía un día libre aquí es donde estaría. Pero las cosas cambiaron, pasó… pasó un accidente en mi familia—Carraspeo un poco— solo he estado muy ocupada cuidando de mis hermanas, estudiando y trabajando, así que solo... no tengo ya tiempo para regresar.
Es la primera vez que digo algo tan personal y como consecuencia Eider se queda en silencio por demasiado tiempo. Parece no saber que decir al respecto.
—Se siente bien estar de vuelta —susurro.
Él aprieta mi mano y es todo lo que necesito.
— ¿Qué hay de tus padres?
—Solo diré que papá no está en condiciones de cuidar de nadie.
Asimila mis palabras un momento, supongo que no pasa por alto el hecho de que solo nombré a mi padre y me mira con admiración. Parece entender bien lo que estoy diciendo a pesar de no haber dicho casi nada. Envuelve su brazo a mí alrededor una vez más y me lleva a su pecho.
—¿Cuál es tu color favorito? —Pregunta de repente, sin duda tratando de aligerar el ambiente.
—Rosado.
—Que predecible.
—Eso es grosero de tu parte.
—Lo siento, quise decir, que buen gusto tienes.
Sin querer me hace reír.
— ¿Cuál es tú película favorita? —Pregunto ahora yo
—Diría que esa es constantine ¿y la tuya?
Se desliza más cerca de mí y me mira expectante.
—Orgullo y prejuicio.
—Eso es muy cursi.
—El hijo de mi prima que no es tu verdadero hijo, pero que es demasiado tierno para que lo niegues está a punto de quedarse sin padre.
Ambos reímos ahora. Mi risa termina con un suspiro. Eider me mira como si fuera lo más increíble que ha visto nunca.
—¿Qué más? —Pregunta —Las películas y los colores favoritos solo rasguñan la superficie. —Podríamos hablar de política y religión, pero probablemente deberíamos guardar esos temas para cuando estemos perdidamente enamorados.
Entrelaza sus dedos con los míos y apoya nuestras manos entre nosotros. Intento no enfocarme demasiado en lo dulce que creo que es.
—¿Qué te hace pensar que algún día estaremos perdidamente enamorados?
—De acuerdo, princesa. Si quieres que finjamos durante unos meses más que no somos almas gemelas y que algún día estarás irremediablemente enamorada de mí, me parece bien. Soy un gran actor.
Me río de su sarcasmo.
—Eres demasiado intenso. Probablemente me va a asustar.
Su pecho se mueve con su risa tranquila.
—Siguiente pregunta.
—¿Tu comida favorita? —Intento.
—El sushi.
—Y dices que mi color favorito es predecible—bromeo.
—¿Y a quién podría no gustarle el sushi?
—A mí no me gusta el sushi.
—¿De dónde saliste tú, espécimen fuera de esta tierra? —Me mira con fingido horror.
—No seas dramático, a ti no te gusta el helado de Yogurt, desde que empezamos esta cita he estado dudando seriamente de que seas realmente humano.
—Odio el yogurt pretendiendo ser helado. O eres yogurt o eres helado, pero no puedes ser ambas.
—¿Sabes que si sigues insultando mi postre favorito no te besaré al final de la noche?
—¿Entonces si me he ganado el beso?
—Estás a punto de perder el privilegio.
—Puedo perfectamente salir de aquí y comer todo el impostor yogurt que se crea helado si eso me asegurará besarte.
Río a carcajadas y me levanto lista para irme.
—No presiones a tu suerte.
También se levanta con una sonrisa en los labios.
— ¿Para qué demonios existe la suerte si se supone que no debo presionarla?
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Fue la más increíble primera cita que pude haber tenido en la vida, pero eso no es algo que afirmaré delante de Eider, y ahora llegó el momento de terminarla.
Ya me sentía una mala persona solo por estar en una cita, me pregunto si siempre será así.
Después de estacionar el auto frente a mi entrada, Eider me ayuda a bajar y me acompaña hasta la puerta, se respira la tensión entre nosotros debido a lo que se acerca y ambos lo sabemos.
Nos detenemos en la puerta, Eider toma mis manos entre las suyas y se acerca a mí. Mi respiración se acelera y mis ojos bajan inmediatamente a nuestras manos unidas y luego vuelven a sus ojos.
Brillan, se ven hermosos.
— Alexia —Traga saliva lo que me permite ver su nuez subir y bajar por la garganta — No quiero presionarte o abrumarte, pero sí, muero por besarte. Mucho.
Lo miro fijamente. Finalmente entendiendo que lo que está esperando es una respuesta, lo único que soy capaz de hacer es asentir.
Se acerca lentamente, su mirada nunca abandona la mía.
Mi respiración se vuelve irregular contra sus labios, deja caer su frente contra la mía, sus manos agarran mi cintura y me tira más cerca.
—Eres tan hermosa. — Susurra.
Mis manos inmediatamente encuentran sus hombros porque por alguna razón siento la necesidad de aferrarme a algo para no perder el equilibrio.
Una de sus manos se arrastra lentamente por mi espalda hasta que se posiciona en mi nuca haciéndome sentir marcada con fuego en cada lugar que su mano toca.
Empiezo a marearme, así que me obligo recordarme respirar.
Respira Alexia, respira.
Su agarre en mi nuca se aprieta y entonces mi mundo se desvanece por completo.