La vida es un instante

Capítulo 32

Cuando llegamos a la escuela de Amy la encontramos hecha un ovillo a las puertas de esta. La levanto y se hecha a llorar en mi hombro.

—Pensé que no vendrías. —Me dice entre lágrimas.

—Por supuesto que sí princesa. Aquí estoy, perdón, perdón.

Desde que Amy tiene transporte, nadie se queda esperando con ella. Se supone que tan pronto sale de clases, ya hay alguien allí esperando para llevarla a casa.

Estoy abrazada a mi hermana cuando siento las manos de Damián separarme de ella con delicadeza, la toma en brazos y se dirige a su auto. Yo abro la puerta de atrás y subo con ella, está helada y completamente asustada.

Él conduce a casa de nuevo en completo silencio.

Después que Damián nos deja en casa y se marcha, me dirijo directamente a la habitación de papa hecha una furia. No logro entender cómo es posible que Amy haya pasado más de cuatro horas sola en la calle, susceptible a que le pasara algo, esperando que alguien fuera por ella.

Y él aquí como si nada, emborrachándose y lamiéndose unas heridas de las que todos padecemos.

Él no es el único que perdió a mamá, así que es hora de que reaccione.

Entro a su cuarto azotando la puerta, pero ni por eso se despierta. Le quito las sabanas y las arrojo al suelo, luego voy por un vaso de agua y se lo vacío en el rostro.

—Eres un cobarde —grito con fuerza —Mi padre reacciona un poco grogui de tanto alcohol en su sangre.

—Eres un maldito cobarde. —continúo. —¿No te das cuenta que tus hijas te necesitamos? ¿No te das cuenta que nos duele y afecta que estés así? —Siento un deseo incontrolable de acurrucarme y derramar todas las lágrimas que he reprimido el último año, llorar y gritar hasta quedar seca.

Sin embargo, no puedo hacerlo, la protección de mis hermanas depende de mí y hoy quedó demostrado más claro que nunca. Aún así me derrumbo a su lado y algunas lágrimas empiezan a salir por mucho que lucho por detenerlas.

—Ya no puedo más papá. Te necesito, te necesitamos. Por favor reacciona y toma el control de tu vida. —Veo su rostro y por primera vez, veo lagrimas corriendo por este. —Abril está mejorando y no deja de preguntar por ti. Amy se ha encerrado en sí misma y ahora te teme. Tu propia hija te teme ¿Te das cuenta de lo que es eso?

El sigue sin responder.

—Y yo... —Mi voz se quiebra. —Yo ya no puedo más. Toda esta situación está acabando conmigo. Por favor haz algo. Levántate, busca ayuda, si alguna vez te importamos es hora de que lo demuestres. Porque no estoy segura de cuanto más podré aguantar.

Espero, pero de nuevo no obtengo respuesta. Entonces el recuerdo de Amy en la calle me hace enfurecer una vez más, lentamente me levanto y me acerco aún más a él decidida.

—Solo estoy segura de algo papá. no dejaré que mis hermanas se queden aquí para ver como terminas de autodestruirte.

Dejo que mis palabras se asienten y salgo de la habitación con decisión, pero inmensamente enojada, deseo que él pueda ser otra persona por dos malditos minutos. Aquel que muestra un mínimo de compasión por sus hijas, aquel que no es un jodido zombi dosificado con todo el vodka que su cuerpo puede resistir.

Pero ya dije todo lo que tengo para decir, queda de parte de él que reaccione, que haga algo, porque no importa lo que tenga que hacer por mis hermanas, sea lo que sea lo haré, haré lo que sea necesario para alejarlas de esta miseria en la que pretende hundirnos nuestro propio padre.

No quiero que Amy me vea en estas condiciones, ya ha pasado por mucho, así que decido salir de casa en busca del aire que me falta, me siento desesperada, las lágrimas empañan mi visión y mi respiración empieza a fallar.

Estoy haciendo todo mal, por mucho que me esfuerce todo está mal, me siento ahogada, presionada, desesperada. Entonces el rostro de Damián aparece borroso ante mí y sus brazos me rodean y yo no lo puedo soportar más, me pongo a sollozar antes de poder evitarlo, y luego empiezo a llorar, un llanto duro, afligido, potente, desesperado. Cuando él me envuelve con sus cálidos brazos me rindo, dejo que me sostenga mientras mis lágrimas le empapan su fino traje y sus brazos me aferran con fuerza.

—Desahógate —me susurra reconfortante al oído—. Desahógate.

Sin estar segura de exactamente cuánto tiempo pasa, en algún momento mis irregulares lágrimas van menguando, y mi respiración se va relajando a medida que el calor corporal y el fuerte abrazo de Damián van procurándome un bálsamo contra el dolor. Se me ocurre que termino de sufrir una crisis emocional precisamente ante la persona que menos deseaba tener delante en un momento así.

Y él se mostró amable conmigo.

Apenada Me aparto, me suelto de Damián, él se ve preocupado, pero yo no me siento capaz de sostenerle la mirada, así que me alejo de él y entro en casa sin decirle absolutamente nada.

****** 
Después de lo ocurrido no puedo dormir, paso la noche en vela tratando de encontrar una solución a todo el problema que nos rodea. Necesito hacer algo, lo que pasó no puede volver a ocurrir.

Con este pensamiento en mente me dirijo al baño, una ducha aclarará mis pensamientos.

Me quedo en la ducha hasta que el agua se enfría y ni siquiera entonces puedo hacerme salir. Algo sobre el agua golpeándome hace que sea más fácil respirar.

No es hasta que se me arrugan las yemas de los dedos y mis manos se ponen azules, que finalmente me siento lo suficientemente insensible como para forzarme a cerrar el grifo.

Poco después de salir del baño llega Megan preocupada por mi llamada tan temprana, así que desahogo con ella todo lo ocurrido, cuando termino mi relato, tengo que inmovilizarla en el sofá para que no irrumpa en el cuarto de mi padre y le dé una paliza y luego necesito otros diez minutos para asegurarle que Amy y yo estamos bien.

—Tienes que hacer algo Alex, Abril regresará pronto a casa, ¿Qué harás? ¿Dejarás que vea a su padre así?

—¿Y qué puedo hacer?



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En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 19.01.2021

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