Miro la hora en el reloj que tengo en mi mesita de noche, las cinco de la mañana. No pude pegar ojo en toda la noche, mi vida se está viniendo abajo y yo decido pagarla con quien menos se lo merece.
Un largo suspiro se escapa de mis labios.
Es curioso que Amy quiera disfrazarse para su cumpleaños, mientras yo siento que desde hace dos años mi vestimenta normal es un disfraz y lo único que hago es fingir, interpretar un personaje que nada tiene que ver conmigo. Desearía por una sola vez poder quitármelo y gritar a pleno pulmón mis secretos y miedos.
Sí, quiero gritar, mi madre está muerta, mi padre es un alcohólico, lastimé a mi mejor amiga, no tengo idea de cómo cuidar de dos niñas y estoy locamente enamorada de un chico que desapareció tan pronto le conté mis problemas familiares.
Pero puedo seguir soportando dolor, vamos universo ¿esto es todo lo que tienes?
No pudiendo soportar más mis erráticos pensamientos, me levanto dispuesta a preparar todo para el cumpleaños de Amy.
Hago los panqueques que le gustan, sirvo el jugo y sus galletas favoritas que le compré ayer y saco la pequeña cajita con su regalo y dispongo todo sobre la mesa, solo esperando a que ella se levante.
Cuando varios minutos más tarde, escucho la puerta de su habitación abrir y cerrarse, tomo la mini torta que compre y me preparo con una inmensa sonrisa para recibirla.
—¿Alex? —Dice cuando llega a la cocina, su cabello parece un nido de pájaros y aún tiene rastros del chocolate que comió anoche en su cara.
—¡Feliz cumpleaños! —grito quizá demasiado alto y demasiado alegre extendiendo el pastel hacia ella.
Me mira con gesto confundido, sin duda, no está nada alegre como lo estaba anoche. Ya son once años y su aspecto en este momento se ve increíblemente frágil. Justo en este momento me doy cuenta que tiene los ojos rojos. Dejo el pastel en la mesa y me acerco a ella.
—¿Qué pasa, Amy? —Se encoge de hombros y me esquiva para sentarse a la mesa. Toma el jugo y le da un sorbo.
—Te compré un regalo. — anuncio y coloco la pequeña cajita a su alance. Su rostro sigue apagado. Pensé que dado es estado en el que estaba anoche, hoy estaría si no igual, aun mas emocionada. Pero no es el caso y verla así me produce un sentimiento oscuro.
Ni siquiera toma el regalo. En su lugar, su mirada se desvía al pasillo, en dirección a la habitación de papá. Y entonces lo sé. Está esperando que él salga, pero ambas sabemos que no lo hará.
Cuando regresa su mirada a mí y nuestros ojos se encuentran, empieza a llorar, grandes, gruesas y enormes lágrimas bajan por su rostro. Aparta el regalo y se recuesta en la mesa llorando fuerte y sus manos vas directo a su corazón, como si le doliera tanto que teme que empiece a sangrar.
Amy no lloró ni siquiera cuando mamá murió. Yo sí lo hice y mucho, ella se mantuvo estoica, con una tristeza infinita en su rostro, pero no derramó una sola lágrima. Corro a su lado y la tomo en brazos.
—Tranquila cariño, estoy aquí contigo, lo estoy. —Y deseo tanto que eso sea suficiente. Pienso.
Solo Alex y Amy. Por lo menos por el momento.
No soporto ver a mi hermana así ¿Cuántas sonrisas ha fingido? ¿por qué insistimos tanto en aparentar que todo está bien cuando no es verdad?
La abrazo con fuerza y no le digo que pare, dejo que llore todo lo que tiene que llorar, sé que lo necesita. Cuando siento que empieza a calmarse la alejo un poco para que me vea a los ojos mientras le digo lo que tengo que decir:
—Estaremos bien ¿De acuerdo? Todo va a ir bien.
—Papá nunca se recuperará ¿Verdad? —nunca me había preguntado eso hasta ahora.
—No lo sé Amy. —Respondo con sinceridad.
—¿Y nos separarán a Abril y a mí de ti?
—Yo nunca permitiré eso. —Le digo.
—¿Pero y si no puedes evitarlo?
—Lucharé, pelearé, haré lo que tenga que hacer, pero nunca dejaré que las alejen de mí.
Mi hermana está cumpliendo once años y se ve tan adulta, veo cuánto ha cambiado, cuánto ha envejecido. La capa de felicidad que la rodeaba anoche, hoy se ha desprendido por completo.
—¿Abril y yo somos una carga para ti? —Sigue preguntando en medio de lágrimas.
—Por supuesto que no enana. No vuelva a decir eso nunca. Ustedes son todo en mi vida.
—Pero a veces te veo muy triste. Y siempre estás hablando de que no tenemos suficiente dinero para la comida y las facturas. Nunca puedes comprarte nada de lo que quieres. —Baja la mirada completamente afligida y yo me odio por permitir que mi hermana escuchara todo esto ¿Qué más ha escuchado? ¿Con que más ha estado lidiando?
—Lo que pasa Amy. —digo intentando sonar en calma. —Es que a veces creo que no lo estoy haciendo bien, me siento un poco perdida y eso me hace sentir triste. La situación me pone triste, pero tú y Abril son mi felicidad. —me acerco más y continúo. —Y sé que Ahora mismo todo es difícil, pero las cosas no serán siempre así, te lo prometo. Y te prometo que cuidaré de ustedes siempre —Me siento invadida por una oleada de emoción—. Pase lo que pase, nunca, jamás dejaré que nadie las aparte de mí.
—Hay una señora en el colegio que me ha estado haciendo muchas preguntas. Quiere saber si estoy bien y pregunta mucho por papá y no sé qué decirle. —Se vuelve a cubrir la cara y aparto sus manos para verla.
—¿Y qué le has dicho?
—No le he dicho nada. Siempre quiere que hable de mis sentimientos, de cómo es en casa y parece muy lista así que no le puedo mentir.
—Entonces no le mientas. Hablar con ella quizá te haga sentir mejor.
—Me dijo que está bien que esté triste ¿No nos meteré en problemas si hablo con ella? Ya no se si puedo fingir que estoy bien.
No quiero que mi hermana se siga sintiendo así, que siga cargando con tanto peso y dolor en sus hombros. Aun es una niña y no merece nada de esto.
—No pasa nada Amy. Puedes hablar con ella. —Mi hermana me abraza y llora un poco más.