Cuando Lexie abrió los ojos, la luz la cegó por unos segundos y no supo dónde se encontraba. Gianluca a pesar de ser médico hacía ya varios años, por unos instantes no había sabido qué hacer al tener a su compañera desmayada en sus brazos, más que nada por lo que le provocaba la cercanía de la mujer y su extraña preocupación por ella. Se obligó a pensar con la cabeza fría y la llevó a su consulta para acostarla en la camilla y controlar que sus signos vitales estuviesen bien. No había pasado mucho tiempo de eso cuando Lexie recuperó la consciencia.
—¿Qué pasó? —preguntó ella mirando hacia todos lados, intentó sentarse de golpe lo que provocó que se mareara nuevamente y tuviera que recostarse—. ¿Dónde estoy?
—Tranquila, no te levantes —Gianluca se acercó a ella—. Te desmayaste y sospecho que es por falta de azúcar, aunque me atrevería a decir que también puede deberse a estrés emocional o miedo, tal vez cansancio. Tus signos vitales están normales así que no veo otra explicación.
—Creo que es de todo un poco —respondió y soltó un suspiro. No podía seguir con esa estupidez del odio, el hombre la había ayudado ya dos veces sin pedir nada a cambio—. No tuve una buena noche; no he dejado de pensar en ese maldito sueño.
—¿Sueño?
—No importa, ya estoy bien.
—¿Cuándo fue la ultima vez que comiste?
Lexie se estremeció al darse cuenta de que llevaba más de veinticuatro horas sin comer nada. No recordaba la última vez que le hubiera ocurrido algo así, tal vez de adolescente cuando se le metió la idea en la cabeza de que estaba pasada de peso.
—Emm… A las seis, creo —rogó por que él diera por terminado el interrogatorio, pero no lo hizo.
—¿De la mañana? —preguntó sorprendido y al ver que ella negaba con la cabeza, se asustó—. ¿De la noche anterior? No puedes estar tanto tiempo sin alimentos, deberías saber lo mal que te puede hacer. Claro que te ibas a desmayar en algún momento.
—Lo sé, no me di cuenta. Jamás lo había hecho.
—¡Vamos! Te llevaré a tu casa —intentó ganarse su confianza, no sabía por qué pero muy dentro de él algo le decía que debía hacerse amigo de ella. Quería tenerla cerca y eso no le había pasado desde hacía varios años con alguien. Buscó entre su escritorio y sacó un pequeño chocolate, que Lexie recibió agradecida—. No es la gran cosa, pero te mantendrá consciente mientras te llevo a comer algo.
—¿Qué? No es necesario, puedo irme sola.
—¿Estás loca? Sigues débil, no dejaré que conduzcas en esas condiciones. Si luego tienes un accidente no podré perdonármelo.
Lexie no reclamó nada más, sabía que no podía conducir en esas condiciones así que aceptó y se dirigieron al auto. Pasaron casi todo el camino en silencio dentro del lujoso coche hasta que en la radio comenzó a sonar The reason de Hoobastank, una canción que a Lexie le gustaba mucho y daba la casualidad de que a Gianluca también.
«He encontrado la razón para
cambiar lo que siempre he sido,
una razón por la cual empezar de nuevo.
Y la razón eres tú»
—I’m sorry that I hurt you —cantó Lexie distraída mirando por la ventana.
—¿Te gusta la canción?
—Es una de mis favoritas.
Él solo sonrió ante la coincidencia de que también fuera una de sus canciones favoritas pero no dijo nada más hasta que se estacionó en frente de una pizzería. Ambos se bajaron y caminaron lentamente hacía la entrada.
—Te gusta la pizza, ¿verdad? —preguntó él un poco nervioso, no había pensado en otra posibilidad.
—¿Qué clase de ser humano sería si no me gustara? —bromeó Lexie intentando ser amable ya que se daba cuenta de que tal vez él no era como su amigo Leo.
Gianluca dejó que Lexie eligiera los ingredientes y luego pagó, tuvieron que pedirla para llevar ya que el local ese día cerraba temprano. El resto del camino habría sido completamente silencioso si es que Lexie no hubiese tenido que darle las instrucciones para llegar a su departamento.
—Llegamos —anunció Gianluca deteniendo el auto—, supongo que nos veremos mañana.
A pesar de que deseaba conocer más a Lexie tampoco se podía exceder y autoinvitarse a su casa. Todo tenía sus limites.
—¿Cómo? ¿No comerás conmigo? —preguntó Lexie confundida, aunque también la ponía un poco nerviosa llevar a un desconocido a su casa. Nunca lo había hecho antes.
—No creí que fuera conveniente dado que me odias a muerte —comentó divertido lo que hizo que Lexie volviera a sonreír.
—¿Planeas que me coma todo eso sola? Ni siquiera están mis hijos como para que me ayuden. Puede que tenga hambre pero no tanta. ¡Vamos!
Él se bajó con una sonrisa en el rostro pero no pudo evitar sorprenderse al escucharla decir «mis» hijos, ya q se había sorprendido bastante al saber que tenía uno que perfectamente podría ser su hermano, pero, ¿más de uno? ¿Cuántos años tenía en realidad?
Cuando entraron, Lexie se dirigió enseguida a la cocina a dejar la pizza y sacar unos platos mientras Gianluca veía algunas de las fotos que estaban colgadas en las paredes. Ella al darse cuenta de eso, sonrió y se acercó un poco a ver lo que estaba observando; era una foto familiar, con Nicolás, Adán, Cielo, Mary, Iván y Amanda en un día de playa, un día lleno de buenos recuerdos cuando Cielo aún era un bebe.
—¿Cuántos hijos tienes? —no pudo evitar preguntar él.
—Dos —respondió orgullosa y señaló la foto que seguía a esa en donde salían los dos chicos, la foto era bastante actual. Apuntó a la pequeña—, ella es Cielo y él es Adán, al que conociste ayer.
Luego de eso, se sentaron en la mesa a comer, no hubo mucha conversación mientras lo hacían pero después se sentaron en el sillón y comenzaron a conversar con más confianza de la que creyeron que podían tener.
—La verdad me sorprendí mucho cuando dijiste que Adán era tu hijo ayer, pensé que era tu hermano.
Editado: 11.08.2020