Parte 2
Me fui caminando por una calle 14, la calle de mayor comercio en el pueblo. En esta calle se podía ver la mayoría del pueblo que salía de compras o daban una vuelta para entretenerse y despejar su mente. Se podía ver todo tipo de personas en ese pueblo lleno de personajes únicos y chistosos. Por el camino pude ver niños muy particulares, con corte de cabello y ropa a la moda; moda de maricas. La moda de estos tiempos, donde los hombres son cada vez más afeminados. Me da asco ver hombres que se depilan las cejas, usan pantalones apretados como los Nazis, se ponen zapatillas de señorita y piensan que las personas los ven como hombres. Pues si la mayoría de personas los ven como hombres guapos y atractivos; yo los veo como los maricas que son. Se pueden ver muchos miembros de la comunidad LGTBI que yo respeto profundamente, me parecen unas personas muy valientes. Marica no es un hombre que sostiene relaciones con otros del mismo sexo; marica es el hombre que sigue modas estúpidas por el simple hecho de estar a la moda.
Me encontraba caminando, al mismo tiempo que veía toda esa gente y pensaba «hay mucha gente en este mundo, tenemos una sobrepoblación que será la causa de nuestra extinción». Llegué al parque ubicado en la mitad de todo del pueblo. En ese lugar se concentraban todas las personas para charlar, jugar, chismosear y fumar marihuana por las noches; era la atracción más importante del pueblo. Me encontré con el señor que vendía conos, bueno, un anciano de más de 60 años edad que tenía que trabajar por obligación ya que el gobierno miserable no tiene en cuenta a nuestros adultos mayores. El anciano tenía que salir todos los días al parque con su carrito de helados viejo que había construido con sus propias manos. No entiendo este miserable gobierno; los ancianos están muy desamparados, solo algunos tienen derecho a una pensión equivalente a la mitad del salario mínimo legal vigente que les consignan en una cuenta de un banco ladrón. Busqué en mi bolsillo con el objetivo de encontrar unas cuantas monedas para comprarme mi cono favorito.
—¡Buenos días señor!—Le dije mientras lo miraba directamente a los ojos.
—¡Buenos días joven! ¿Qué tipo de helado desea?—Me dijo el viejo.
—El mismo de todos los días, el de fresa—contesté.
—¿Cómo va el camello? ¿Mucho trabajo?
—El trabajo ha estado muy duro, tengo mucha competencia, muchas personas se pusieron a vender helados en este parque.
—¿Es un buen negocio?—le pregunté.
—Este negocio da para vivir a medias, pero no sé hacer nada más, no tuve educación y este país es una mierda para vivir. En Colombia la gente no vive, sino que sobrevive.
—Tiene razón. La derecha política que ha gobernado este país durante más de 80 años es la culpable de todos nuestros males. Odio los conservadores.
—Yo no entiendo nada de política, pero sé que estamos mal y vamos a empeorar—contestó el señor.
—Tiene razón.
Por alguna razón, la gente vieja es muy sabia. El tipo no había tenido estudios de primaria, a duras penas sabía leer; pero era una persona muy culta que se esforzaba por aprender cosas nuevas. Tenía más disposición que muchos jóvenes. A pesar de su situación, siempre me saludaba con una sonrisa, vestía impecable, bien peinado y muy aseado.
Después de terminar mi helado, seguí mi camino por el parque. Encontré unos ancianos sentados en las sillas de cemento ubicadas en al frente de la iglesia. Se encontraban charlando de política, noticias, anécdotas pasadas, amoríos de la juventud y la vida sus nietos. Estos ancianos habían vivido toda la vida en el pueblo, la mayoría era de clase baja, trabajaron toda su vida en el campo. Habían recibido una pésima educación ya que fueron educados en el campo y vivían en veredas; les costaba mucho trabajo estudiar todos los días, las escuelas quedaban a 2 horas de su casa y tenían que caminar todos los días, no alcanzaban a terminar la primaria por falta de recursos. Se quedaban en la finca, trabajando por la comida porque sus padres se los exigían apenas notaban que estaban lo suficiente grandes para trabajar. Todos hablamos con orgullo del café de Colombia, decimos a los extranjeros que Colombia es un país cafetero, pero ignoramos a las personas que trabajaron para hacer eso posible; campesinos pobres que vivían en unas pésimas condiciones y lo único que podían hacer para llevar comida a su casa, era coger café. Cuando se llegaba el fin de semana, se iban a gastarse la mayoría del dinero ganado en el pueblo, la mayoría se gastaba el pago semanal en cerveza barata.
Estas personas se reunían en grupos de más de 5 personas para hablar por horas y horas sin cansarse. Se recargaban tomando café que compraban a los vendedores ambulantes, había muchos de esos en el pueblo, caminaban el pueblo de norte a sur con sus carritos llenos de termos de café que habían madrugado a preparar. En Colombia solo consumimos la pasilla de café, el mejor café se exporta a los demás países. Es un país de gente muy pobre y la mayoría no puede pagar un café de buena calidad; todos compran ese café barato, que se puede conseguir en la tienda, lo mezclan con agua de panela caliente. Esta mágica bebida les daba los buenos días a todos los colombianos.