Mi teléfono marcaba las tres de la madrugada exactas. Abrí con cuidado la puerta y baje las escaleras hasta la cocina donde me encontré a mi padre bebiendo un vaso de agua.
- ¿Papá que haces a estás horas despierto? - llevaba aún puesto el traje de la cena.
- No he podido dormir todavía, me preocupa que mis pequeños se vallan a España solos - confesó.
- Pero papá no iremos solos, estará Leonardo y Damián, son tus mejores hombres además nosotros podemos cuidarnos perfectamente.
- Lo se, son buenos muchachos y mis mejores agentes, también se que ustedes pueden cuidarse bien pero ahora no estarán desprotegidos de la agencia, sus vidas ya no serán la prioridad, tendrán que cuidar a la chica y me preocupa que tú pad... - calló, sus palabras se cortaron de inmediato.
- ¿ Mi qué? - pregunté.
- Quise decir Di Marco. Me preocupa que quiera llevarte de mi lado de nue.... - lo interrumpí.
- ¿ Ibas a decir padre? ¿ Eso ibas a decir? Que te preocupa que mi "padre" me secuestrara de nuevo - dije desesperada teniendo a qué eso fuera real.
Mi padre agachó la cabeza por uno segundos como buscando una respuesta hasta que habló:
- Adriano no es tu padre ni el de tu hermano, tu padre soy yo, el que te a cuidado y protegido todos estos años he sido yo. Que aunque he estado lejos por motivos obvios se ha preocupado por mis niños. Y aquí acaba esta conversación, buenas noches Rubí - me dió un beso en la frente y salió casi corriendo de la cocina.
Yo estaba en un completo shock, Adriano Di Marco podría ser mi padre, yo llevaba la sangre del mafioso más peligroso y más buscando de Italia, eso no puede ser. Yo soy hija de Violeta y de Bruce Harrison.
Volví a mi habitación corriendo pero me detuve en las escaleras. Tenía que saber la verdad. Volví a bajar hasta el estudio de mi padre que tenía las luces encendidas y la puerta estaba entreabierta. Me asomé con cuidado y ví que mi padre estaba leyendo unos papeles en su enorme escritorio así que rápido salí de ahí y fuí a su habitación. Con mucha cautela entre hasta el baño y con un pañuelo tomé su cepillo de dientes y lo envolví. Salí de ahí como alma que lleva el diablo hasta la habitación de Leonardo, entre sin preguntar si quiera pero quedé parada al lado de su cama, mis ideas se desvanecieron con solo ver la tranquilidad con la que dormía. No pensaba despertarlo al verlo así, con esa calma así que intenté salir de su habitación sin hacer ruido pero su voz me detuvo.
- ¿ Que pasa pequeña? - preguntó adormilado.
- No.... No es nada - dije con la voz entrecortada y casi inaudible. El se levantó de la cama y fue hasta donde estaba y hizo que me volteara sobre mis pies. Llevaba puesto solo un pantalón ancho y su pecho estaba desnudo, la luz de la luna que entraba por la ventana marcaba perfectamente su silueta. Sus anchos hombros brillaban y su cabello revuelto caía sobre sus ojos grises que tanto me ¿ gustaban?
- Pequeña, llevas más de un mes con nosotros, ya te conozco y se que a esos hermosos ojos esmeraldas le suceden algo. Cuentame que te pasa.
- Sospe... sospecho... sospecho que Bruce no es mi verdadero padre - no pude aguantar más y las lágrimas salieron de mis ojos. Una detrás de la otra sin parar. El chico de ojos grises me estrechó contra su pecho. Me sentía segura con él. Sus fuertes brazos me rodeaban y una de sus manos acariciaba mi pelo hasta que me calmé y pude contarle todo lo que había pasado.
Me dijo que me fuera a vestir y a buscar mi cepillo de dientes. Me iba a llevar al hospital a hacer la prueba de ADN. Así que así lo hicimos. Salimos de la casa con cuidado y nos subimos al auto hasta el hospital donde tuvimos que pagar una buena suma de dinero para que hicieran la prueba a esas horas aunque se iba a demorar unos cinco días para el resultado. Ya eran las seis y media cuando terminé el papeleo para la prueba así que nos dirigimos a casa no sin antes pasar por una cafetería. Leo se bajó para comprar dos cafés.
- Ten, ¿ ya estás mejor? - Preguntó dándome el enorme baso de café en las manos y acomodándose en el asiento del conductor.
- Si, muchas gracias - dije después de darle un sorbo al café.
Luego solo hubo silencio, pero no un silencio incómodo, si no tranquilo y agradable. Así estuvimos hasta que llegamos a casa. Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta. Estaban todos en la cocina desayunando.
- ¿Dónde estaban? - preguntó mi padre.
- Solo salí a dar una vuelta para despejarme y Leonardo se ofreció a acompañarme.
- Bien hecho muchacho, siéntense a desayunar - siguió hablando mi padre.
- No tengo hambre - hablamos al unisono para luego miramos a la cara un poco sorprendidos. - Es que ya desayunamos señor Bruce, buen provecho a todos - explicó Leonardo.
- Hermanita, tu cumpleaños es en tres días, lo pasarás en España - sonrió Alessandro para después darle una mordida a su tostada.
- Lo se.
- Hija, si quieres puedo mandar a otros agentes por ustedes.
- No - aclaré rápido - quiero despejarme un poco y estos días serán buenos para eso aunque tenga que cuidar a esa tal Lucía.
Esas fueron mis últimas palabras, salí de la cocina y subí a mi habitación a empacar las cosas que necesitaba para el viaje. No hablé con Alessandro respecto a lo de nuestro padre, no quiero decirle nada hasta que no esté completamente segura. Adriano Di Marco no puede ser nuestro padre, me reuso totalmente.
Ayude a Kira con sus cosas y ya a las seis estábamos listos para ir al aeropuerto.
- Déjenme acompañarlos hasta el aeropuerto aunque sea. - suplicó mi padre a lo cuál todos negamos.
- Papá tengo un mal presentimiento de esto, no quiero dejarte solo aquí pero también sería muy arriesgado que fueras con nosotros. - intenté convencerlo.
- Así es señor Bruce, tiene que quedarse dirigiendo la agencia, le prometo que traeré sanos y salvos a todos incluida a la señorita Lucía. - habló Leonardo dandole una palmadita en hombro a mi papá.