La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

LA JOVEN DEL CUADERNO AZUL

Todo seguía igual. A oscuras. Las tinieblas no le dejaban ver sus manos y tampoco sus pies.

Nuevamente, sintió escalofríos y gotas de sudor empapando sus sentidos. Un largo sendero de hojas secas de otoño lo presidía y a lo lejos una gruta que veía. Esta vez una gruta sin cuerpo y sin alma. Tampoco voces alrededor. Sin estrellas en el firmamento. Sin una pincelada de color.

— ¿Qué lugar es este? ¿Dónde estoy? —en los senderos de la noche se preguntó aquella alma pérdida—

Con el cansancio de unos pies invisibles caminó hasta perder el aliento de una vida sin regreso.

— ¿Alguien puede oírme? ¿Hay alguien aquí? Estoy perdido. Que alguien me ayude por favor.

 

Era el primer día de visita oficial de Aurora a Karîm en hospital. La pequeña se había desvelado la noche anterior escribiendo para su príncipe adorado una maravillosa historia de amor.

Ella no deseaba otra cosa que no fuera hacerlo regresar. Moría de ansias por viajar hasta las profundidades de sus sueños y estar a su lado. Tomarlo de una mano y llevarlo a un mundo encantado.

— No ha tenido un buen día hoy —dijo el doctor dejando acongojada a la pequeña Aurora— Sufrió esta mañana una convulsión, pero afortunadamente fue leve y logramos frenarla de inmediato.

Con los ojos aguados, Aurora volteó a observar a su hermano. Se acercó hasta su cama y tomó asiento a su lado.

— ¡Oh, mi bello príncipe! Has de sentirte muy solo allí adentro. Quizás sientes miedo y frío. Pero no temas que ya estoy aquí contigo. —exclamó besando su frente—

— Espero qué le siente bien tu presencia. Eso sí… será solo una hora tal y como habíamos quedado —recalcó el doctor antes de abandonar la sala del paciente—

La joven Aurora asentó y cuando finalmente quedó sola en compañía de su príncipe dormido, acomodó la silla junto a su cama y abriendo un cuaderno de color azul, comenzó a leer las primeras líneas de incontables páginas que para él leería día con la satisfacción de saber qué desde lo más profundo de sus sueños Karîm la oía.

El chico le sonreía, y con gran ímpetu el corazón de Aurora latía con alegría, pues atrás quedaban los recuerdos de una verdad sin salida y de una sala de hospital fría y sombría.

Eran solos los dos contra un mundo real que ya no les pertenecía.

 

“El sol brilló con todo su esplendor en aquel mágico verano, dónde los altos castillos se enaltecían sobre extensos ríos y altas colinas.

Un reencuentro anhelado. Un baile prometido que ninguno de los dos había olvidado. Un don mágico de cerrar los ojos y volver a donde siempre han deseado. A un invierno en París con actos engalanados. Cubiertos bajo un lienzo de auroras boreales e infinitas estrellas qué aguardaban de la princesa la idea de la canción más sublime y ligera, bajo la presencia de una Tour Eiffel que formaba parte de aquellos honores rezando sus luces de colores con gracia hasta la mitad de la canción.

En tan solo segundos el blanco invierno en primavera se transformó, pues a la princesa, su adorado príncipe, a un salón de baile, arrastró mientras todos los invitados llenaban a ambos de infinita ovación. La princesa lucía sobre su cabeza una corona de frescas florecillas, y un ligero vestido que ondeaba como en la brisa de las colinas. El príncipe, una capa oscura y misteriosa, vestía, y a la mitad de su rostro una máscara blanca cubría. Su aspecto resultaba a simple vista tenebroso, más, el alma de aquel príncipe era de ese mundo mágico, de todos, el más bondadoso. Él deseaba elevar a su princesa a los cielos. Bailando hasta llegar a las nubes más elevadas y extensos campos de viñedos. Atravesando los ríos más lejanos hasta llegar al gran salón de los espejos. Culminar en Versalles la pieza de aquella canción y sellar con un mágico beso esa eterna historia de amor”

— Por hoy es todo amado mío. ¿Pero sabes qué? —le susurró al oído— Te contaré un breve adelanto. Vamos a huir… Nos iremos a París. Dime qué sientes mucha emoción igual que yo.

El joven Karîm, el espectro de una sonrisa en su rostro, dibujó.

— ¿Lo vio, doctor? ¿Vio lo mismo que yo? Mi bello príncipe sonrió —le preguntó la pequeña al sorprendido doctor—

No era la primera vez que sucedía. Desde hacía varios días los reflejos del joven Karîm lentamente resurgían. Y al despedirse la joven, el médico programó para el chico un par de exámenes que arrojaría resultados altamente prometedores.

 

Diez largos meses habían transcurrido y la historia mágica de dos ángeles caídos, volvían a tocar los cielos de un amor eterno y sin olvido.

 

UN MÁGICO JARDÍN

Le Château Des Nuages le dio la bienvenida a la musa de todas sus inspiraciones. Desde su rincón más diminuto hasta los bastos jardines. Desde el primer parral que dio sus frutos hasta las extensas plantaciones que a lo lejos, con la mirada puesta en el horizonte, se unían con el cielo.

Las escaleras con postes y capas ornamentadas se rindieron a los pies de su reina encantada, invitándola a explorar, del castillo, toda su magia y belleza.

— ¡Un salón de baile con espejos! ¡Y un piano! —exclamó Odette—




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