RESIDENCIA DE LA FAMILIA BRUCHHAGEN (HORAS DEL MEDIODÍA)
La mesa para el almuerzo estaba lista y servida. El pequeño Ezra quien acababa de llegar de sus clases de fútbol, se había alistado para sentarse a comer, pero antes y en compañía de Copito de Nieve, aguardaba con ansias poder volver a ver a su tío luego de tres largos años.
El joven Akins quien había atravesado el día anterior unas horas turbulentas y una noche casi interminable, pudo tener finalmente un reparador descanso. Despertó al mediodía y también se alistó para bajar a almorzar en compañía de su pequeño ángel.
— ¡Tío Karîm! ¡Tío Karîm! —exclamó el pequeño Ezra alcanzando en las escaleras al joven para abrazarlo con fuerzas—
Ver a ese niño le había resultado a Akins inesperado y sorpresivo. Observó su rostro y un poco más abajo el rostro de Copito de Nieve. Había visto alguna vez la imagen de ese pequeño y el perrito se lo recordaba. ¿Pero dónde? —se preguntó el chico hasta que finalmente lo recordó—
— Claro… A través de la grieta que se abrió entre las nubes— —pensó en voz alta —
— ¿Qué dices, Karîm? ¿Acaso no te acuerdas de Ezra?
— ¿Te has olvidado de mí, tío? ¿Has olvidado que me enseñaste a amarrar mis agujetas?
— Mmm… es verdad. Por supuesto que no lo he olvidado. Es solo que aún tengo muchas cosas perdidas en mi cabeza que las voy encontrando. Has crecido mucho, Ezra. Ya eres todo un hombrecito.
— Lo soy. ¿Tío, te quedarás con nosotros?
— Aquí no lo creo. Esta es la casa de tus abuelos, ¿cierto? No podemos quedarnos aquí todo el tiempo. Y según los designios de la jefa de las almas de este purgatorio terrenal, debemos volver a la mansión.
— ¿Quién es la jefa de las almas de este purgatorio terrenal?
— Tu madre. ¿Quién más?
Aurora y el pequeño Ezra se echaron a reír.
— Vengan que el almuerzo ya está servido. No se queden ahí parados.
— Ya nos vamos abuelita.
— Mejor dejemos las conversaciones para después y vamos a almorzar. Yo muero de hambre —dijo Aurora y fueron los tres al comedor—
Se ubicaron y todos finalmente se dispusieron a almorzar.
— Cariño, sírvete lo que tú quieras. No sientas vergüenza en absoluto —le dijo la señora Bruchhagen al joven Akins quien le agradeció con una sonrisa—
— Bueno, al menos tenemos la certeza ahora de que el chico sonríe —le susurró el señor Bruchhagen a su hijo— Tu suegro ni por asomo esbozaba una sonrisa.
— Padre, deja de buscar comparaciones en el chico con mi suegro. ¿No te parece suficiente con todo lo que ya hemos visto en él hasta ahora? Yo prefiero creer que solo tiene cosas buenas heredadas de Mommy Paula. Y de hecho es un buen chico.
— ¿Y esa niña quién es?
— Ella es mi hija Heba. Tu sobrina.
— ¿Otra? ¿A caso tú y Bella se pusieron de acuerdo?
Aurorita se raspó la garganta dándole un par de codazos a Akins.
— Se supone que nadie debía saber eso —pensó—
— ¿Qué dices? ¿Tú ya conociste a Paulita?
— Así es. Incluso la cargué y la llevamos al apartamento. Es una niña muy dulce, aunque lastimosamente se parece en exceso a su padre.
— Karîm…
Eso es verdad —dijo Michael echándose unas risas— No comprendo cómo podría Isabella negársela al policía.
Con mirada fulminante, Gina Alicia observó a su esposo.
— ¿Qué estás diciendo hermanito? ¿Ustedes llevaron a Paulita al apartamento?
— Mmm… oíste muy bien lo que dije. La niña no solo ya conoce a su tío. Ya conoce también a su padre.
Gina Alicia dejó caer los cubiertos a su plato. No daba crédito a lo que ese par había hecho.
— ¿Qué fue lo que hicieron? ¿Cómo se meten en una cosa que no les concierne? Ustedes dos en verdad son un huracán estando juntos. No quiero imaginarme cómo se pondrá Isabella cuando se entere.
— ¿Karîm, que sucede contigo? ¿Acaso los efectos de tus medicamentos te hacen aflojar la lengua?
— Oye... No me hables de ese modo, Aurorita. ¿Por qué razón debíamos ocultarlo si de todos modos lo iban a saber? Y de todos modos, el ex policía iba a buscar la manera de estar con su hija. Nosotros solo hicimos las cosas menos perturbadoras para todos. Por sobre todo para la niña.
— Isabella no lo entenderá de ese modo.
— Es asunto suyo que no lo entienda, mi ángel. Gina, acaso tú siempre estuviste de acuerdo con lo que ha hecho Isabella.
— Por supuesto que no, pero he tenido suficiente con mis propios asuntos como para andar pendiente de los asuntos de Isabella. Ella ya es una persona adulta y puede manejar su vida y sus decisiones como mejor le parezca.
— Resulta que no quieres meterte en los asuntos de Isabella, pero sí en los míos.
Gina Alicia respiró con profundidad para recoger la opción correcta, pues únicamente tenía dos. Pasarse los días peleando con aquel hermano que tanto había anhelado tener a su lado o guardar silencio y demostrarle únicamente cuanto lo amaba.
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Editado: 01.12.2024