La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

FOTOGRAFÍA

— Yo debería matar a ese imbécil. Desde hace mucho tiempo debería estar a tres metros bajo tierra —irrumpió con rabia el joven Akins pateando los elementos que yacían en el suelo al ingresar al gimnasio—

— ¿Qué estás diciendo, muchacho? Cuida tus palabras. ¿Qué te sucedió en la cara? —preguntó el maestro Chung alertando también a Isabella que aún allí se encontraba—

— ¿Hermanito, que te pasó?

— La única manera en la que yo podría perdonarle la vida a ese ex policía es que tú regreses con él. Si no lo haces Isabella te juro que Paulita quedará huérfana de padre.

— ¿Qué atrocidad estás diciendo? Ya cálmate.

— ¿De nuevo peleaste con Wieber, cierto, muchacho?

— ¿Qué? ¿Louis te hizo eso? Me supongo que tú le dejaste la cara del mismo modo, puesto que te encanta derribar a golpes a los demás.

— Mmm… lo hice una vez, de hecho y necesitó de una reconstrucción completa en su rostro, pero creo que a veces se le olvida y continúa provocándome.

Palidecida, la joven se tapó la boca con las manos ante todo lo que oía.

— Yo mejor me voy. No quiero seguir escuchando tus salvajadas, Karîm. En verdad no logro creer todo lo que escucho de tu propia boca.

— Piensa en lo que te acabo de decir.

— No más, Karîm. No más… Tan solo hoy te he liberado de un gran problema, y por lo que estoy oyendo no tardarás nada en meterte en otro mucho mayor. Mi taxi acaba de llegar. Adiós.

La joven Isabella Majewski se marchó, y el maestro Chung negando con la cabeza a Akins observó.

— No me diga nada, maestro Chung que tengo la cabeza a punto de estallar —decía dándose golpes con las manos—

— No hagas eso. ¿Cuándo aprenderás a controlarte, muchacho. Ya he hecho de todo para ayudarte, en cambio, tú no cooperas con nada.

— Iré a mi casa. Necesito ver a mi pequeña. Necesito descansar, maestro Chung. Dormir entre sus brazos mientras la escucho cantar. Ella canta muy bonito, maestro. Como un ángel.

— Lo sé. Me lo has dicho cientos de veces. También creo que necesitas descansar. Llamaré un taxi.

— Iré en mi motocicleta.

— De ninguna manera.

— Estaré bien. No tengo planeado estrellarme hoy —decía mientras tomaba su mochila— Vendré a verlo otra vez, maestro. Cuídese.

— ¡Muchacho!... ¿Qué más puedo hacer por ti? —decía para sí mismo con gran preocupación— Cuídate tú también.

ANTIGUA CASA DE KETTWIG

— Hijo… Hijo mío… No dudo un solo segundo quien fue quien te enseñó a sonreír, de ese modo —decía mientras observaba una fotografía y entre lágrimas acariciaba a su gato— No solo eres fuerte y valiente. Tú aprendiste a sonreír hijo mío, y fue mi pequeña Tinkerbell quien derramó toda su magia en ti.

— ¿Dime qué demonios pretendías al ir al gimnasio? Necesito estar seguro si tú en verdad deseas ayudarme o arruinarme aún más. ¿Qué se supone que haré si te descubren? Contesta…

— Baja la voz, Wieber.

— ¿Por qué lo hiciste? Akins casi te descubre.

— Deseaba mucho ver a mi hijo.

— Pues debiste habérmelo dicho y te traía una foto actualizada de él.

— Mi hijo… —repetía una y otra vez sonriendo— ¿Desde cuándo Akins sonríe de ese modo? No recuerdo que alguna vez lo haya hecho. Temía tanto que fuera infeliz en esta vida y que nunca nadie pudiera lograr hacerle sonreír.

— Mhmm… tu hijo sonríe sí. Ante los ojos de todos sonríe como un ser inofensivo, pero a nuestras espaldas ríe como un diablo que da escalofríos. Escucha… No vuelvas a hacer lo que hiciste. Por favor no lo hagas más. ¿Dime qué explicaciones le darías a tu familia si te descubriera? Incluso yo aún no logro creerlo. ¿Te imaginas a Gina y a tus otras dos hijas enterándose de otra gran farsa en sus vidas? Yo no logro imaginarlo, pero déjame decirte de quién sí imagino. Akins no te lo perdonaría jamás. Creyendo que estás a tres metros bajo tierra, tu hijo te odia con todas sus fuerzas, por lo tanto, nada cambiaría si supiera que estás con vida. Con tan solo verte despertará hasta el último vestigio de su ira y le bastará con recordar todo el amor que siente por Aurora para que el cielo de toda Essen se convierta en un auténtico infierno sin salida. No te deseo la furia de Akins así que en verdad espero que te conformes con haberlo visto hoy de aparente buen humor, y no vuelvas a salir de este lugar.

— Yo preferiría arder en el infierno cada día, el lugar de soportar el odio de mi hijo. Ya tengo suficiente con aguantar esta miserable vida sin mi Paula. ¿Por qué no me dejaron morir? Tu padre nunca debió haber intervenido. Él y luego aquel maestro que protegió a mi hijo y que ahora es tan cercano a él.

— Mi padre tuvo sus razones y tú lo sabes cómo nadie. Tú mismo me lo contaste todo. ¿Te arrepientes ahora de estar vivo? ¿Por qué? Fuiste engañado en tu lecho de muerte. Nada iba a ser como tú creías que sería. Tu único hijo varón nunca estaría a salvo y perderías absolutamente todo el poder sobre las navieras Hasnan. Sigues aquí. Podrás poner las cosas en orden como siempre has querido y podrás vengarte de todas esas personas que desgraciaron tu vida, empezando por tu propio hermano, Dabir Kazım. En cuanto a Akins y su cercanía con el maestro Chung ni te quejes por qué fuiste tú el de la idea de llevarlo a Corea del Sur y contactar con el maestro para que se hiciera cargo de la demencia de tu hijo.




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