La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

UNA GRAN OPORTUNIDAD

El corazón parecía habérsele detenido a Khaleb Hafez al ver aquella figura entre las sombras. Lo había soñado en incontables ocasiones. Lo había visto y había escuchado incluso su voz como si en verdad aún permaneciera en la tierra, pero aquello parecía muy real. Demasiado real para sus ojos.

Parado entre las sombras y apuntándolo con un arma yacía Yasâr Hasnan. Dio unos pasos hacia adelante y activó el martillo.

— Sabes que todo lo que debías hacer era llevar a mi hijo hasta mi lecho de muerte. Lo esperé durante tres largos días, sin embargo nunca llegó. Toda su verdadera familia se encontraba en Oberwolfach. Familia que él iba a conocer, pero no lo trajiste, Khaleb. Me traicionaste de un modo que jamás lo hubiese podido imaginar.

— Hice todo lo que me pediste. Todo lo que alguna vez me confiaste, por lo tanto no me hables de traición. Mátame si quieres. Hazlo y acaba con el peso de mi conciencia de una vez por todas, Yasâr Hasnan. Sabes que protegí a tu hijo con mi vida entera. Lo crie como si fuese realmente mío. Como el hijo que siempre soñamos Amira y yo. Y por aquella promesa que te hice cuando me lo entregaste tuve que hacer cosas inimaginables. ¿Dime qué es lo que te molesta? ¿Volviste del infierno para vengarte por haber tenido que traicionarte? Todo lo hice por Karîm, y a pesar de que las cosas no salieron como tú querías, mira dónde se encuentra ahora. Ocupando un lugar en las navieras Hasnan como uno de los socios mayoritarios. Y como dueño absoluto de todo lo que le confiaste a tu hija Gina. A final de cuentas todo sucedió a favor de Karîm, y lo más importante. Pude salvarle a tu hijo la vida. Mátame… Anda, dispárame de una vez —vociferó—

En esos instantes oyó desde atrás unos pasos. Por un par de segundos Khaleb Hafez volteó, y al volver a posar la mirada donde la tenía inicialmente ya a nadie encontró.

— No puede ser posible. Él no puede estar vivo. Fue otra pesadilla. Eso fue, si.

El hombre solía pasar las noches sobre la hamaca de un corredor de su casa, y aquella noche no había sido la excepción. La que había acudido hasta él fue su esposa quien al oír los gritos llegó hasta él presurosa.

— ¿De nuevo te dieron tus pesadillas?

— Pesadillas… Hasta este momento juraba que solo eran pesadillas.

— ¿Y qué más podría ser? Dime… Es el peso de tu conciencia, Khaleb, que no te dejará en paz mientras no traigas de regreso a nuestro hijo.

— Amira, ya basta. Karîm no regresará a esta casa. Él no regresará a nuestras vidas, y eso ya te lo he repetido en incontables ocasiones. ¿Por qué no puedes hacerte a la idea de una vez por todas?

— Eso jamás sucederá —vociferó entre llantos la mujer— Karîm es mi hijo.

— Karîm no es tu hijo. Nunca fue nuestro. Todo lo que hemos hecho fue cuidar de él. Debíamos hacerlo hasta que tuviera la edad suficiente, y fue lo que hicimos —decía mientras la mujer en un estado de lamento profundo negaba con la cabeza una y otra vez— Ahora Karîm está en el lugar que le corresponde. Al lugar donde debí haberlo llevado hace muchos años y no lo hice por tu culpa. Por intentar corregir el gran error que cometiste he quedado yo como el gran traidor ante el único amigo que me ha tendido siempre la mano y me confió al ser más preciado que Dios le había dado.

— Sabes que todo lo hice por nuestro hijo. No podía permitir que te lo llevaras lejos de mí.

— Por supuesto… y por eso decidiste poner su vida en riesgo alertando de su existencia a sus enemigos. Eso no es amor de madre, Amira. Y comienzo a dudar que hayas conocido algo de ese sentimiento teniendo a Karîm y a Mara en tu vida.

Con el rostro molesto que apenas se reflejaba con la claridad de la noche, Khaleb Hafez ingresó a la casa dejando a su esposa perdiendo sus lágrimas con los vestigios del alba.

 

MANSIÓN DE BYFANG

— ¿Aun no has hecho tus maletas, Gina? Te dije que no nos quedaremos aquí un segundo más, y es lo que sucederá.

— ¿Qué fue lo que hice? —se cuestionaba aún entre llantos— ¿Cómo pude hablarle de ese modo a mi hermano? Le dije cosas horribles y no debí hacerlo.

— ¿Dijiste todo lo que debías decirle y ahora sentirás remordimiento por eso? No volveré a permitir que te trate del modo en que lo hizo allá en la sala. He aguantado suficiente, Gina. Demasiado. Harás tus maletas y nos iremos a la casa de Leverkusen.  Las maletas de los niños ya están listas. Solo falta la tuya.

Ignorando por completo las palabras de su esposo, como si no hubiese oído absolutamente nada, Gina Alicia abandonó la habitación con gran prisa yendo en busca de Akins. Llamándola un par de veces y siguiéndola, Michael Bruchhagen la detuvo.

— ¿Dime en qué momento sucedió, Gina? ¿En qué momento te convertiste en la persona que tengo ante mis ojos?

— Tú no entiendes.

— No… no entiendo y tampoco quiero entender. Quiero que hagas tus maletas y nos vayamos ahora mismo de esta mansión.

— Le entregué todo el poder a mi hermano porque en verdad deseaba arrancarme de encima todo el peso que en mis hombros sentía, por lo tanto tiene todo el derecho de tomar la decisión que mejor le parezca, no solo para este lugar sino también para las empresas de Mawal y para las acciones que le corresponde dentro de las navieras Hasnan. No sé con qué derecho le hablé yo de ese modo intentando que no tocara el despacho que alguna vez le perteneció a mi padre. Me dejé llevar por la nostalgia y la melancolía y le dije cosas horribles. Ahora siento como si todas esas palabras se las hubiera dicho a mi madre.




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