Se desabrochó el botón del cuello luego de haberse rasgado la Skinny que parecía a punto de dejarlo sin aire, y luego de sacudirse el cabello con ambas manos sintió regresar de nuevo a su estado natural.
Akins había presenciado el show de su pequeño ángel desde lo alto del palco. Desde allí había rescatado cada palabra de aquella canción. Se había deleitado con ella como en tantas otras ocasiones y aún continuaba haciéndolo. Él era feliz viéndola disfrutar de todo aquello pues amaba ser el centro de atención que fuera.
Aurora amaba las cámaras. Amaba firmar autógrafos. Amaba que las personas pidieran tomarse una foto con ella. Amaba ser imagen de aquella marca de perfumes muy famosa. Ser portada de revistas y que se la viera en gigantografías por las principales y más concurridas avenidas.
A Akins le bastaba con verla sonreír y que de la grandeza de todos sus logros, su hermosa reina de París empezara a vivir.
Por unos segundos la perdió de vista mientras leía un mensaje proveniente de Waldo que ya no pudo contestar, pues al voltear se percató de que ya la tenía detrás. La joven traía dos vasos en las manos pero por alguna razón quedó parada observándolo sin decir nada.
— ¿Qué sucede Aurora?
— Nada —contestó con voz tenue y quebradiza—
— ¿Nada, dices? ¿Por qué me miras así entonces?
— Por qué te hiciste todo eso? ¿Piensas acaso que ya estamos en la casa?
— Uuufff… No empieces, pequeña. Te lo advierto.
— Karîm, aún todos están viéndote en este lugar.
— Aurora…
— Ya no diré nada —proseguía con la voz casi apagada—
— ¿Vas a llorar solo porque me desabroché el botón del cuello y me agité el cabello?
— No debías hacerlo. No estás en ninguna fiesta de antro de mala muerte.
Akins cerró los ojos y respiró con profundidad.
— ¿Aurora, acaso estás diciéndome que tengo aspecto de frecuentar antros de mala muerte? —le preguntó entre susurros acercándose a ella—
— Te traje piña colada sin alcohol porque no bebes alcohol —dijo, antes negando con la cabeza—
— Una sola lágrima que derrames y nos iremos. Lo juro.
— No lloraré
Observándola fijamente, Akins tomó el vaso de piña colada.
— Puedes volver a bajar, pequeña. No es necesario que dejes a todas esas personas por estar aquí conmigo.
— No te preocupes por eso que estoy descansando mi bello príncipe de alas negras. Además mi hermanita Gina Alicia se encuentra allá abajo amenizando con las personas. No olvides que ella también es una estrella igual que yo. De hecho mi papito Michael también lo es —decía mientras le daba un sorbo a su bebida—
— Por supuesto… cómo podría ignorar que conforman toda una constelación —decía en el preciso instante en que su teléfono móvil comenzaba a sonar. Se trataba de Waldo quien al no recibir respuestas a través del mensaje, decidió llamar.
— ¿Waldo, qué sucede?
— ¿Señor, pudo abrir el enlace que acabo de enviarle?
— Aún no… ¿Qué enlace es ese qué deseas que lo vea con tanta prisa?
— Ábralo, señor y sabrá de qué se trata.
— Está bien. Lo veré ahora.
— Ah… ah… Karîm, nuestra canción favorita finalmente suena solo para nosotros dos.
— ¿Qué canción es esa? No la recuerdo.
— No importa… Bailemos, mi bello príncipe desencantado —pidió Aurora arrebatándole el teléfono móvil y jalándolo de ambas manos—
Mientras el chico posaba tenuemente sus manos sobre la cintura de Aurora, ella colocaba las suyas en los hombros de Akins.
— Creo que a bailar muy bien te he enseñado puesto que no lo has olvidado.
— Cómo podría olvidarlo sí hemos bailado incluso en lo más profundo de mis sueños, mi hermoso ángel
De un segundo a otro y como por arte de magia todos los conflictos entre ambos parecían haberse olvidado, y para ello bastó solo una canción. Bastó un solo baile para que los dos retornaran a aquel mundo lejano de viñedos, eternas promesas y un castillo encantado.
— ¿Gina, estás viéndolos? ¿Acaso no piensas intervenir?
— ¿Intervenir, Michael? No empieces por favor.
— ¿Que yo empiezo? Ya verás mañana quiénes van a comenzar —decía Michael Bruchhagen observando hacia arriba en dirección al palco— Fíjate en la gente que está observándolos y a la prensa encargada de cubrir el evento, grabándoles y tomándoles fotos.
— Solo están bailando. Sabes mejor que nadie cuanto esperó Aurorita un momento como ese. ¿Quieres acaso que suba al plató y llame a todos los presentes incluyendo a la prensa para explicarles que Aurorita y Karîm han pospuesto durante mas de 3 años, 3 minutos de baile?
Sentada junto a Julius Tarantino, repentinamente Isabella había quedado pálida y enmudecida. Las noticias que acababa de recibir era escalofriante y terrorífica. Los incontables pensamientos le daban vueltas en la cabeza pues del autor de aquel horrendo crimen aunque por momentos se negaba a aceptarlo, tenía absoluta certeza.
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Editado: 01.12.2024