Laberintos de mi mente

I - DESESPERO

—No, no, no... Esto debe ser una broma.

— ¿Qué pasa? ¿Se ha roto alguno de tus vestidos? Porque juro qué si eso ha pasado te mataré —dice mi madre, concentrada en la revista de modas que tiene en sus manos, dónde ella sale en la portada.

— ¡No! ¡Es peor qué eso! —me levanto de un salto de mi sillón.

Ella levanta una ceja en mi dirección, dejando la revista a un lado.

—Entonces, ¿Qué pasa?

Yo duro unos segundos en apartar la mirada de mi teléfono.

— ¿¡Cómo es posible qué el libro que estoy leyendo es el único que queda de la saga!? Bueno, no el único el siguiente habla del hijo de la protagonista y sobre un pueblo... ¡Pero quiero saber más sobre este!

Mamá rueda los ojos fastidiada y vuelve a retomar la revista.

—Debe haber más... Obviamente qué debe haber más —insisto, revisando como loca el perfil de la escritora, buscando en sus listas de lectura.

—Wattpad te volverá loca, si es qué ya no lo está haciendo —murmura, sin levantar la vista.

—Oh, no...

Esto debe ser una broma.

"Y una de muy mal gusto".

Leo la sinopsis y descripción del libro... y efectivamente, es el único libro qué habla de la protagonista, en el siguiente pasa a ser un personaje secundario.

"Morirá"

"No creo"

Me dejo caer y por poco termino en el piso, pero gracias a mi hermano qué mueve un poco el pequeño sillón y quedo sentada nuevamente.

— ¿Puedes dejar de hacer tanto drama? Hasta en mi habitación se pueden escuchar tus grititos raros.

—Lo siento. Es qué... —me callo de repente cuando me doy cuenta de qué no me ha preguntado el porqué de mis "grititos raros", decido levantarme y bajar la cabeza—. Madre, me iré a mi habitación.

Ella asiente, ignorándome.

Esbozo media sonrisa hacia mi hermano y le paso por un lado. Todavía puedo sentir su pesada mirada en mi espalda.

Subo las escaleras, camino a mi habitación. Apenas entro a esta marco el número de Samantha.

—Dime qué no es cierto —suplico apenas descuelga.

—Vaya... Hola, yo estoy muy bien gracias por preguntar —dice ella.

—Samantha.

Logro escuchar un suspiro de su parte.

—Me parece justo qué si yo quedé loca... Bueno, más loca —corrige, a lo que suelta una risita—, por un libro... Tú también debes, porqué siempre me recomiendas uno y me haces quedar como una payasa.

— ¡Ahora no entiendo nada! ¿¡Cómo terminó siendo ella todo este tiempo!?

—Pues... —habla con la boca llena.

— ¿Qué estás comiendo? —la interrumpo cuando intenta hablar de nuevo.

—Nada —responde rápidamente y eso me hace saber qué no quiere decirme, a veces es mala—, pero ese no es el caso.

— ¿Estás comiendo gomitas verdad? —cuestiono en un tono lleno de reproche.

— ¡Claro qué no!

— ¡Y eres incapaz de enviarme algunas!

Abro la cortina de mi ventana y en la casa vecina veo qué ella también hace lo mismo. Me enseña la bolsa brillante de gomitas mientras que con la otra sostiene el teléfono contra su oreja.

—Esto es indignante —inquiero antes de sacarle el dedo corazón.

—Ay, ya no exageres... Sabes muy bien qué tu madre no te deja comer este tipo de cosas —y lastimosamente... Tiene razón.

Suelto un suspiro lastimero y vuelvo al tema principal, cerrando la cortina —ver esas gomitas es demasiado doloroso —.

—En fin... Solo lo entenderías luego de releer mil veces el libro, y claro de investigar más sobre el trastorno de la prota —explica Samantha muy pacientemente.

— ¿Puedes... dejar de hacer ruido con esa bolsa? —cuestiono con una mueca, siguen siendo mi debilidad.

—Qué dramática eres.

—Te recuerdo que ese es mi segundo nombre —digo orgullosa, soltando una pequeña risa.

—Sí, ya sé...

—Creo que me compraré el libro en físico —hablo cambiando el tema.

—La gente rica y sus cosas... —suspira mi amiga al otro lado de la línea, y no necesito verla para saber qué está rodando los ojos.

—Algún día deberías acompañarme a una librería.

— ¿Y sufrir cuando vea esos libros sin poder comprar uno? No, gracias, paso.

—Yo no tendría ningún problema en comprarte uno.

—Scar, deja de restregarme en la cara qué tienes dinero.

Río a carcajadas porqué logré mi objetivo, sacarla de sus casillas.

—Bueno, en fin... ¿Qué libro leerás ahora?

—Mhm... —lo pienso.

Tengo cientos en mi biblioteca digital en Wattpad, y ni hablar de los que he estado comprando compulsivamente. Así qué... Optaré por leer uno de los que tengo en mi teléfono.

—Me leeré unos de fantasía, qué tienen tiempo guiñándome el ojo... ¿Y tú?

Ella tarda unos segundos en responder.

—Bueno... justo ahora me leo uno de romance y para ser sincera está buenísimo.

— ¿Y...? —inquiero, sentándome en la orilla de mi cama.

—Se llama "antes de diciembre", admito qué me enamoré de un chico de los recados y envidio a la protagonista.

—Yo sigo buscando una manera de sacar a los personajes literarios de los libros —murmuro mirando mi estantería, exactamente en el lugar donde está el libro qué Sam acaba de mencionar.

—Cuando sepas una manera me avisas, ahora solo me conformaré en sufrir por los que mueren... ah, y llorar cuando sale un libro en físico y no llega a nuestro país —me río un poco por lo último, porqué si nos has pasado.

Al menos yo tengo un poco de suerte. Milo viaja constantemente y siempre pasa por librerías y me pregunta cuáles son los libros que me faltan, y yo le digo encantadísima. Nunca se le dice qué no a un ofertón así. Suspiro al recordar mi relación con él.

—Sigo queriendo un amor como en los libros qué hemos leído.

—No eres la única, querida...

Parece qué va a decir algo más pero no lo hace.

— ¿Sami? —me sigo asustando cuando se calla de repente.




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