Scarlett
No tengo palabras.
O sea… ¡ESTOY EN PARIS, FRANCIA!
No me lo puedo creer.
No sé cómo lo hicieron para poder venir, tampoco sé de dónde sacaron el dinero, pero se los agradeceré siempre.
Vamos en la mini-autobús camino a lo que supongo será nuestro hogar por estas semanas. Admiro todo por la ventanilla, las hermosas calles, sus locales, las personas con estilos asombrosos… esto parece un jodido sueño del que no quiero despertar.
Nos detenemos delante de una casa muy pintoresca, con un patio delantero hermoso y lleno de flores de muchos colores.
Observo a Milo acercarse a la puerta principal a tocar el timbre e inmediatamente abre una señora de cabello blanco.
—Querido —habla antes de abrazar a mi chico.
¿Son familia?
—Me parece que sí —cuchichea Sam a mi lado, respondiendo la pregunta que no formulé.
—Amor —levanto la mirada hacia Milo y me extiende su mano—, necesito presentarte a alguien.
Asiento y con pasos débiles subo las pequeñas escaleras de la entrada, cuando estoy al lado de Milo pasa un brazo por mis hombros.
—Ella es Mirla, era mi nana cuando yo era un bebé.
—Soy Scarlett Willow, un placer conocerla —hablo y le extiendo mi mano pero la señora no la acepta… me agarra por los hombros y me da un fuerte abrazo y después deja un beso en mis mejillas.
La verdad me agarró desprevenida.
—Es un gusto por fin conocerte, querida —le echa una ojeada a Milo y vuelve hablar—. Cuando me llama por teléfono nunca deja de hablar de ti.
—Nana, te escuché —dice el aludido.
—Lo sé, corazón —formula con una sonrisa de oreja a oreja—. Bueno, entren ya. Metan sus maletas, luego les doy sus habitaciones.
Mis amigos les hacen caso y comienzan a entrar a la gran casa.
Cuando ya todos se alejan me acerco a Milo.
—Así que hablas de mí a mis espaldas —delibero con media sonrisa—. Cada vez me impresiona más, señorito Lee.
Comienzo a caminar hacia donde se encuentran los chicos pero me detengo al sentir un jalón en mi muñeca y termino chocando con un pecho que conozco a la perfección, sus manos en mi cintura baja me distraen.
—De esta no se librará tan fácil, señorita Willow —informa con voz picara.
—Te recuerdo que no estamos en mi casa ni en tu departamento —murmuro contra su boca.
—Tienes razón pero bien podemos ir a un hotel, aunque la idea de hacer que no hagas ruido me parece excitante.
Se me escapan unas carcajadas.
—Tú no tienes remedio, querido mío.
—Pero así me amas, mi amorrr —alarga la “r” y frota su nariz contra la mía.
—Ya veremos —dejo un dulce beso en sus labios y me separo de él.
— ¿Por qué será que no te creo?
Me rio fuertemente y sigo mi camino. Los chicos se encuentran en la cocina con la señora Mirla.
— ¿Dónde dormiremos, nana? —interroga Jasón.
Mi atención se dirige a la señora, que se encuentra detrás de la encimera de la cocina mirando a los chicos con ternura.
—La casa tiene un total de cinco cuartos disponibles, cada uno con baño incluido. Las chicas dormirán juntas y los chicos igual.
Milo y Jasón se encontraban bebiendo agua hasta que los dos terminaron ahogándose, no puedo evitar reírme por sus caras de espanto, no se lo esperaban.
“Bueno, querido Milo, será para la próxima”
Sí, yo también creo lo mismo.
—Señora Mirla, creo que ya se ha ganado dos enemigos —río mientras me acerco a mi chico para palmear su espalda.
—No quiero que hagan cosas sucias bajo mi techo.
— ¡No lo haremos! —chilla Milo.
—Te conozco, Marcelo —destaca la señora antes de mirarme.
Siento como el calor sube a mis mejillas.
Mirla suspira rendida. —Está bien… Sam y Lucia dormirá en una habitación, los dos chicos dormirán en una y las parejitas… cada una tendrá su habitación.
Milo se acerca a ella y la abraza, dejando un beso sonoro en su mejilla.
Es un interesado.
“Sí que lo es”
Todos salen corriendo escaleras arriba en busca de las habitaciones, yo me quedo en la cocina con la nana. Agarro una galleta de las que mis amigos estaban comiendo y no puedo evitar soltar un pequeño gemido, son deliciosas.
—Se nota que estas cansada, querida.
Pasa por mi lado frotando mis hombros y se sienta delante de mí, sin despegar sus ojos de los míos.
—La verdad no, dormí en el avión —esbozo media sonrisa.
—No me refería a ese cansancio.
Frunzo mi ceño confundida.
—Tienes cansancio mental… estás cansada mentalmente, lo puedo ver en tus ojos apagados —arrastra una silla a su lado, indicando que me siente y lo hago.
—No entiendo —confieso.
—Trato de decir que puedo darme cuenta de lo que vives diariamente, aunque también me dijeron algunas cosas —ya puedo imaginarme de quien habla—, me llamó pidiéndome consejos y se escuchaba muy preocupado por ti.
—Sí —afirmo porque tiene razón, me pude dar cuenta de las miradas que recibía por parte de Milo.
Bajo la mirada a mi regazo y la señora agarra una de mis manos. —Recuerda siempre que la familia no está obligada a quererte, conocerte o protegerte… encuentra tu propia familia con personas que te respeten, te amen y sobre todo que te cuiden. La familia solo es un accidente biológico.
Levanto la mirada hacia ella, mis ojos picando por las lágrimas que amenazan con salir —Ellos no son mis verdaderos padres.
Esa oración la toma desprevenida, pensé que Milo se lo había dicho.
— ¿Y no has pensado en buscar a los verdaderos?
—No, la verdad me aterra… si me dejaron en ese orfanato fue por algo, quizás no me querían en sus vidas.
Mirla acaricia mi mejilla, ese acto maternal que te brinda calidez y amor.
—Ellos deben tener una explicación y no creo que sea esa… tienes que dejar de sobre pensar tanto las cosas, eso no te llevará a nada bueno, solo a que vivas pensando lo peor de todo.
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Editado: 04.06.2024