Me arreglé sin prisa, dudaba que alguien se presentara a tiempo al comedor para el desayuno, todos debían estar desvelados por la fiesta de anoche.
—Su prima Irina es muy bonita —observó Ryta al tiempo que acomodaba mi cabello castaño.
—Lo es, además de simpática —respondí de forma distraída antes de señalar la pulsera que quería utilizar hoy.
Mi duende me la trajo de inmediato y me ayudó a colocármela.
—¿Cuánto tiempo se quedará aquí, mi niña?
—No lo sé, ni siquiera entiendo muy bien el propósito de su visita. La carta de nuestra tía solo decía que deseaba que Irina conviviera con sus primos. Ignoro cuánto tiempo le tome hacer eso —respondí con cierta hostilidad en la voz que hasta a mí me sorprendió.
¿Por qué me ponía a la defensiva cuando alguien mencionaba a Irina? Era como si mi subconsciente temiera que la gente nos comparará; al fin y al cabo, éramos casi de la misma edad y nuestras madres eran hermanas, sería muy natural para la gente contraponer a las dos princesas y sabía que saldría perdiendo. Irina era extrovertida, llena de seguridad y coqueta, mientras que yo era taciturna y tendía a pasar desapercibida.
—Pues espero que se quede un buen rato, a mi niña le hará bien convivir con otra chica en este castillo, crecer rodeada de tanto bribón no es correcto —opinó Ryta con un puchero, refiriéndose a mis tres hermanos.
Ahogué una risita contra la palma de mi mano, ser la única niña en esta familia sin duda era un desafío, pero también lo encontraba muy divertido.
—No sé de qué hablas. Yo me considero una chica bastante femenina —me defendí sin dejar de reír.
—Y eso se lo tenemos que agradecer a la reina, que se empeñó en hacer de la princesa una jovencita educada de temple agradable —respondió Ryta—. Ahora solo le falta aprender a lidiar con los pretendientes y todo estará listo.
Tensé la espalda de forma involuntaria, me cansaba que todos tuvieran esa fijación con el tema de mis pretendientes. No logré contestarle pues en ese momento alguien llamó a la puerta. Ryta se apresuró a atender y regresó al tocador con una nota en la mano.
—Es para usted de parte del rey Esteldor —me informó.
Solté un largo suspiro, ni siquiera necesitaba abrirla para saber que mi papá quería reunirse conmigo.
Resignada, atendí el llamado del rey y lo encontré en su oficina. Papá estaba sentado detrás de su escritorio, trabajando duro incluso antes del desayuno y después de una noche de fiesta.
Papá no alzó la vista del documento que traía entre manos y yo sabía muy bien que no debía interrumpirlo, así que tomé asiento sin decir una palabra y esperé a que él fuera el primero en hablar. Mientras aguardaba, observé el ceño fruncido que mantenía al leer. Mamá siempre insistía en que él era el hombre más apuesto del reino y tenía razón, aún con su edad y con tres hijos varones de veintitantos, papá seguía robando suspiros en donde estuviera. Aunque mis tres hermanos eran también muy bien parecidos, jamás consideré que ninguno de ellos le llegara a los talones a nuestro padre, ni siquiera Alexor que solía ser tan cautivador para las chicas. El rey Esteldor no tenía comparación con su cabello rubio y sus penetrantes ojos azules. Claro que, si alguien me preguntara, les diría que personalmente encontraba más atractiva la piel bronceada y el cabello oscuro... los ojos violetas... Aferré las manos a mi asiento. De alguna forma inexplicable, mis pensamientos siempre me llevaban a él.
—¿Disfrutaste la fiesta, tesoro? —preguntó papá sacándome de mis cavilaciones.
—Sí, estuvo muy bonita —mentí.
—Es una lástima que te hayas retirado tan temprano, Irina preguntó por ti —me dijo al tiempo que hacía a un lado el documento para enfocar toda su atención en mí.
—Tenía jaqueca —mentí otra vez.
—Sí, eso fue lo que me informaron... —respondió papá con ojos entornados—. Espero que te hayas divertido el rato que sí pudiste acompañarnos.
—Sí, lo pasé muy bien —le aseguré, deseando que llegara el momento del desayuno.
—La música y la comida estaban bastante bien, ¿no?
—Excelentes —respondí sin saber a dónde iba con esto, pero con una ligera sospecha.
—Los invitados estuvieron muy contentos. Te vi con tu amiga Melina...
—Sí, Melina también pasó un buen rato —dije de forma evasiva.
—Te vi bailar brevemente con Jon. Es un chico agradable, ¿no lo crees?
Ahí estaba, era obvio que eso era a lo que iba. Estábamos aquí para hablar de Jon Schubert y mi resistencia a sus cortejos.
—Tiene bonitos modales —respondí con la boca apretada.
—¿Y?
Papá esperaba que le diera una pista sobre mi postura hacia Jon. Quería saber si sus incesantes intentos habían logrado ablandar este corazón que todos creían de piedra, pero que en realidad latía con anhelo por alguien más.
—Y viste bien. Tiene un buen sentido de la moda —declaré esperando que se diera por vencido y se decantara porque mejor fuéramos al comedor.
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Editado: 27.10.2022