(El inicio del abandono).
Mientras Maribel navega en el barco del pasado recuerda a la niña que había sido. Era una chiquilla cuando cumplió sus seis años de edad en los últimos días de un invernal diciembre de 1950.
...
34 años atrás - Año: 1950.
La navidad estaba a punto de terminar. Llena de inocencia y alegría corría de lado a lado en aquel campo verde, dando vueltas en si mientras jugueteaba con un globo color amarillo que estaba atado a un hilo el cual lo sostenía en una de sus manos. Una fuerte ráfaga termino por llevárselo entre el viento y el olvidó, en aquella colina verde con tonos de recuerdo con olor a hierva fresca, cerca a su humilde hogar.
Bajo las enredaderas de aquel majestuoso paraíso, verde, cálido y perfecto... sus ojos contemplaban con ternura las nubes del cielo, acompañadas de las hermosas gaviotas que sacudían sus alas entre los aires y deleitaban sus cantos de tranquilidad al caer la tarde.
Su pomposo vestido color amarillo combinaba con el agonizante sol en medio del atardecer, su abundante cabellera castaño oscuro estaba arreglado con dos trenzas, sobre una de ellas posaba un clavel blanco. En sus manos sostenía dos ramilletes de lirios y margaritas las cuales con entusiasmo deseaba regalarle a sus padres.
—Para mamá las margaritas.
—Para papá los lirios.
Sonreía de pura felicidad.
…
En su corazón, vive un mal amor que destrozo toda su vida, ingrato amor… destrozo mi corazón, ingrato amor se marchó sin decir adiós.
A pesar de la tristeza, no te detengas corazón sigue tu latido, sigue tu latido, tal vez mañana encontrarás el verdadero amor.
A lo lejano, Maribel escuchaba la voz melódica de su madre, mientras cantaba aquellas canciones románticas que también hablaban del desamor, le gustaba oír su voz y contemplar con cariño el sentimiento con el que las cantaba.
...
Mamá colocó sus margaritas en un vaso con agua, las cuales su hija le había regalado con grato aprecio, los lirios aún estaban sin su dueño y se empezaban a marchitar. Papá aún no llegaba a casa para aquella fecha tan especial, el cumpleaños numero seis de Maribel. De igual manera Clara dejo los lirios en otro vaso con agua puesto sobre el comedor.
—Mamá, por que mi papá no a llegado a casa, ¿por que a demorado tanto?. —Pregunto la niña con los brazos cruzados y los ojitos cargados de emoción, en la cocina de su acogedor hogar.
Un trocito de queso y un vaso de aguapanela estaba sobre la mesa, la cocina era de fogón de leña la cual las mantenía abrigaditas, los árboles se sacudían fuertemente ante las ráfagas de aire y el frío se hacía cada vez mayor, las góticas de agua empezaron a sonar en el techo de zinc de la casa y los pajaritos volaron a sus resguardos.
—¿Habrá olvidado mi pastel de cumpleaños?. —Se pregunto curiosamente, llevando su dedo índice a la boca pensando en una probabilidad acertada.
—Tranquila hija, no demorará más de una hora y mucho menos olvidara tu pastel de cumpleaños, supongo que por el trabajo se le hizo un poco tarde, nada más. —Respondió la madre al notar la insistencia de la pequeña Maribel.
—¿Te parece si celebremos mientras tu papá llega a casa?. —Propuso Clara.
—¿Y sin el pastel?.
—Es lo que menos importa ahora, ya que...
Con una frase y dos palabras que no dejaron nada a la imaginación, la madre dio media vuelta... de un lado secreto lo tomo y al girar nuevamente se mostró frente a la niña con una sonrisa y un pastel de cumpleaños en sus manos.
La niña se sorprendió y quedo sin palabras. Clara muy sonriente y orgullosa colocó sobre la mesa el pastel.
—Ta, ta, ta, tan... felicitaciones mi hermosa niña. —Exclamo la madre con alegría, dándole abrazos y cariñitos a Maribel.
—Un pastel de cumpleaños, ¡waoo!. —Exclamo la niña llena de felicidad.
—¿Tu lo hiciste?
—Mas o menos. —Respondió Clara entre risas.
—Me encargué de toda la decoración, realmente hice un buen intento.
—Te quedo perfecto mamita, muchas gracias. —Dijo la niña, luego le dio un beso y un abrazo a su madre.
Medio minuto después, Clara coloco sobre el pastel la vela de cumpleaños numero seis y procedió a encenderla. Entre aplausos y sonrisas, canto y alegría, disfrutaron el momento. Al finalizar las ultimas frases del feliz cumpleaños, Clara limpio las lágrimas llenas de emoción que habían salido de sus ojos y con ternura le dijo a Maribel.
—Hija, pide un deseo.
La niña pensó por un instante y de un soplo apagó la vela. Esa noche los invitados fueron la luna y las más de mil estrellas, tal vez la lluvia sin estrellas o estrellas sin luna, quizás simplemente se encontraban solas. Solas pero felices.
—¿Cual fue tu deseo?. —Pregunto Clara con notable curiosidad.
Después de una hermosa sonrisa de la niña con los labios cubiertos de chocolate, respondió.
—Que siempre estemos juntos... tu, mi papito y yo.
Las lágrimas de la madre se deslizaron por sus mejillas, sonriendo una vez más abrazo nuevamente a la niña y le murmuró al oído.
—Tu deseo será cumplido, por que siempre estaremos juntos, siempre... hija mía.
...
La oscuridad acabo por cubrir el atardecer. La pequeña Maribel se dirigió a dormir a su habitación junto a su muñeca favorita la cual había sido un regalo de su padre hace más de 4 años atrás. Después del tiempo, su color rosa estaba desteñido, el cabello color amarillo como el oro ya estaba incoloro y completamente enredado, la batería que decía "te quiero" se le agotó y uno de sus ojitos azules se le apagó. Pero aún así amaba la muñeca como a ninguna... la muñeca de papá.
Aquella noche tuvo un sueño intranquilo que todavía su mente lo recuerda y sus oídos aún escuchan la voz de su madre suplicándole a su padre que no se marchara.
—Por favor no te vayas, ¡Te lo suplico!. No nos abandones ¡quédate por nuestra hija!.
Los gritos desesperados de su madre y los insultos de su padre la habían despertado de un solo golpe de aquel sueño. Era real.
Rápidamente se levanto de su cómoda cama y quito de su cuerpo la manta que la acobijaba... sin darse cuenta su muñeca cayó al suelo, presintiendo lo peor... con los pies descalzos corrió hacia la habitación de sus padres, al llegar ninguno noto su presencia, solo eran lanzados al aire puñales de palabras que salían de sus bocas apuntándole hacia ella. Palabras de suplicas, odios y rechazo.
—No nos dejes. Hazlo por la niña solo es una pequeña, no la abandones.
—Que diablos dices mujer, no metas a esa pobre niña en esto. —Suspiro con amargura.
—Además no estoy seguro que esa criatura sea mi hija. —Concluyo el padre.
Maribel se sorprendió ante las palabras de su progenitor y se entristeció, la madre noto su presencia y camino hacia ella, acobijándola en sus brazos respondió al alegato del padre.
—Escuchaste lo que dijiste... eres un miserable, como puedes decir que ella no es tu hija.
—Yo te entregue todo. Mi juventud, mi amor y mi vida. Y así terminas todo. —Exclamó con profunda frustración y el rostro desencajado.
—Es lo ultimo que importa, entiende yo no viviré mas contigo, me canse de ti y de tus lamentos. Me das lastima.
El padre tomo su maleta luego de haber lanzado toda su ropa allí, cuando salía de la habitación la pequeña Maribel se desprendió de los brazos de su madre y se lanzo a detenerlo.
—No te vallas papá... no me dejes solita, mamá esta muy triste y te necesita, yo te necesito papito... por favor no me dejes.
Sin importarle la suplica de su hija, la aparto de su camino y se marcho sin mirar atrás. La niña observo la sombra de aquel mal hombre desvanecerse por completo, igual a todos sus recuerdos que le recuerden a el.
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Editado: 05.11.2023