Lágrimas de cristal

Capítulo 5 “La carta de fuego”

—¿Algún problema Alejandro? —dice David sin tacto alguno

Por segunda vez la mirada de Alejandro se queda congelada, justo en el lugar donde está parado se queda inerte, después de unos segundos sale de la habitación, conservando ese extraño estado.

—Susana, te veré en un mes para llevar a cabo tu emancipación —dice David y le entrega a la joven una tarjeta, contiene su nombre, número privado y un correo electrónico—. Si necesitas cualquier cosa, llámame

David sale de la sala, pasa por un momento al velorio y nota que Alejandro se ha ido.

—Susana querida, tu abuela y yo vamos a volver al velorio. Cuando te sientas más tranquila puedes venir a acompañarnos, si así lo deseas. Lucía cuida de ella por favor —dice Jorge con la voz más suave que le es posible, intenta que su nieta se sienta cómoda con ellos, la joven tiene la misma fuerza que tenía su hija

Susana se queda en silencio mirando al vacío, se pregunta en su interior qué haría su madre en su lugar, en ese momento recuerda la carta de su madre que sujeta con delicadeza. Antes de leerla echa un vistazo en la habitación, Lucía se encuentra en una de las esquinas de la sala, está parada a un lado de una maseta que tiene las flores ligeramente marchitas.

Al abrir la carta la voz de Diana se escucha en la mente de Susana, y esta empieza a radiar una luz rojiza. 

 

Susana

Mi niña, si estás leyendo esto es porque ya no estoy a tu lado y papá tampoco lo está, no sabes lo mucho que lamento que estés sola en estos momentos tan difíciles, pero no hay tiempo que perder, tienes que irte a vivir con tus abuelos, pide quedarte en mi antigua habitación, ahí estarás a salvo de momento. Hay algo muy importante que nunca me atreví a contarte, hallarás las respuestas en mi antiguo diario, está guardado en el primer cajón del buró derecho de la cama.

Hija eres mi única heredera y la de tu padre, con apenas 15 años ya eres acreedora de una gran suma monetaria, eso es muy peligroso, debes tener mucho cuidado, las personas son crueles y tramposas, querrán aprovecharse de tu falta de experiencia, pero debes de ser más astuta que ellos.

Por último, informarte que no fue un accidente, alguien lo planeo todo y creo que irá por ti, por eso debes cuidarte mucho. Hija, en estos momentos solo puedes confiar en tres personas, tus abuelos y Lucía, en nadie más pequeña ni siquiera en tu tío.

Te ama mamá 


 

La carta comienza quemarse, pero las pequeñas llamas que la devoran no queman, ni lastiman a Susana, solo son cálidas. La joven voltea a ver a Lucía para comprobar que lo que ha visto es real, pero Lucía solo se encoje de hombros y baja la cabeza.

Susana se da cuenta que la maseta donde estaba Lucía ahora parece fresca y llena de vida. La joven no sabe qué pensar, todo es muy confuso y se siente muy débil.

Haciendo caso de su madre va con sus abuelos, Lucía solo la sigue en silencio. Cuando llegan a la primera fila Jorge nota que su nieta no está bien y le da un pequeño frasco, que a los ojos de Susana es un suero. El líquido la hace sentir mejor y toma asiento a un lado de Jorge. Se queda ahí por algunos momentos, después va con sus padres.

La joven acaricia el ataúd donde se encuentra su padre.

—Papá, apenas acabas de irte y no sabes cuánto te extraño. Te agradezco me hayas dejado todo a mí y la verdad es que me causo mucha gracia la reacción del tío Alejandro, aunque no entiendo tu decisión pues siempre lo protegiste y defendiste ¿Por qué no le dejaste nada? Yo realmente no ocupo dinero, sabes que no soy muy quisquillosa, no pido cosas caras, con lo que me dejo mamá es más que suficiente. De igual manera muchas gracias, lo aprecio mucho y te prometo que le daré el mejor uso posible a mi herencia, te amo papi

Susana besa la tapa de ataúd, pues está cerrado; sus abuelos lo hicieron así porque tras el accidente quedaron muy golpeados y no querían que se le recordara de esa manera a su hija.

El ataúd de Diana se encuentra justo a su derecha, a un metro de distancia. Una sonrisa triste se dibuja en los labios de la Joven, sus padres habían elegido con antelación sus ataúdes, admira la calidad en ellos, el color chocolate brilla y tiene algunos toques de dorado, hacen juego el uno con el otro. Eran en exceso precavidos.

Un pensamiento regresa a la mente de Susana, la carta de su madre

—Mami, ¿Qué querías decir con que estoy en problemas y cómo fue que la carta que me dejaste se quemó? No he dicho nada porque todos van a pensar que estoy alucinando o que estoy loca... de cualquier modo ninguna opción es buena y tengo miedo de hablar con mis abuelos. Tú me dijiste que podía confiar en ellos, pero me inspiran desconfianza. No me mal entiendas, te haré caso, me iré a su casa. Espero encontrar la manera de pedirles ayuda; mamá, supongo que deben odiarme después del ridículo que los he hecho pasar. No los culparía sino quieren saber nada mas de mí.

Susana se queda sentada por algunas horas entre medio de sus padres. Su corazón se siente un poco más liberado después de contarles sus inquietudes, pese a que no recibe respuesta, se siente tranquila.

La joven sabe que debe hablar con sus abuelos. Se cuestiona con cuál de los dos podría ser menos incómodo. Jorge es más tranquilo, callado y autoritario, Lorena es fría, pero de más conversación, dado que ha tenido interactuado mayoritariamente con su abuela, se decanta por ella.




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