Me senté en el sofá de nuestra sala sintiéndome como una criminal siendo juzgada, la mirada verde e incriminatoria de Steven posada en mí, haciendo que me recueste y quiera desaparecer.
Me ha estado haciendo preguntas en el transcurso de la última hora sobre el acontecimiento de anoche. Preguntas como "¿Por qué había gritado?" Y "¿Por qué parecía tan alterada?" Habían dejado sus labios en ese lapso de tiempo.
Yo había respondido a aquellas preguntas con voz monótona. Esperaba convencerlo de que nada malo había ocurrido... cuando la situación había sido todo lo contrario.
Un temor persiste en mi pecho, apretándose más y más con cada hora que pasa. Esa acumulación de emociones que se ha asentado en mí está oprimiendo mi frágil corazón.
A medida que pasan los minutos la mirada determinada de Steven sucumbe a una mirada resignada y sé que va a abandonar su inquisición y escrutinio. Por primera vez desde que me mude, noto las delgadas y poco profundas arrugas en las comisuras de sus ojos.
El hombre frente a mi frunce el ceño y luego entierra su rostro en las palmas de sus manos. Su posición es... derrotada. Sus codos apoyados en sus piernas mientras sus manos hacen un imparable trayecto a través de su oscuro cabello, dejándome ver su frustración.
Siento lastima, pues sé que no soy la mejor persona y tal vez pueda ser considerada un problema, no soy fácil de tratar, soy consciente de ello.
Creo que podría tratar de ser una mejor persona con él, intentar llevar una mejor relación... simplemente parece algo tan imposible. La idea ni siquiera es considerada en mi mente.
Me levanto siendo consiente de cada pequeño ruido que hago. El protestante chirrido del sofá y mis suaves pisadas haciéndolo un leve eco en la silenciosa casa.
Tomo las llaves del auto de Steven, las cuales están en la mesa de café, en frente del sofá. Ellas tintinean y se balancean de un lado al otro en mi mano.
Steven no se mueve ni un centímetro, mantiene su rígida posición; cierro la puerta de entrada tan suave como puedo. Trato de oprimir el nuevo sentimiento de culpa que se posa en mí por cómo esta Steven.
Abro el auto plateado y entro en el colocándome rápidamente el cinturón de seguridad, creo que me estoy volviendo un poco paranoica con los autos, el accidente de mi madre me ha hecho más consciente de los diferentes tipos de peligros en uno.
Giro en la esquina y me alejo, acelerando conforme me alejo de la casa.
Lo que sucedió anoche fue extraño, de alguna manera, siento que falta algo. Hay un lugar vacío en mi mente, como si lo hubieran drenado sin dejar absolutamente nada, solo una nublosa bruma que no se aclara.
Sé que debería ser más condescendiente con Steven, él no se merece esa frustración; para él toda esta situación de ser padre y tratar con una adolescente que ni siquiera comprende ella misma lo que le sucede, es nueva, apenas debe estar acostumbrándose y haciéndose a la idea.
No lo culpo. Por otro lado...
La pesadilla de la noche anterior me ha dejado con más preguntas que respuestas, de alguna manera siento que tengo una conexión con Charlotte, la cual está muerta; soy consciente de que de alguna manera su espíritu está muy cerca de mí. Ella desea comunicarme algo.
La chica de ojos verdes es tan sombría que pareciera que no queda ni un gramo de humanidad en ella, pero hay un brillo inquietante en sus espeluznantes ojos que me causa intriga. Es un brillo que reconozco... puesto que también está en mis ojos.
La pérdida.
La tristeza que la rodea y aquel brillo me hace pensar que perdió a alguien hace poco, lo cual es imposible considerando toda la situación, la perdida para ella puede sentirse reciente aunque haya ocurrido hace más de un siglo.
Cuando me encuentro en el parqueadero del instituto, me bajo del auto como un alma en pena; las manchas oscuras bajo mis ojos, mi piel grisácea y mis apagados ojos verdes, me hacen ver muerta.
Me bajo del auto lentamente sintiendo mis músculos cansados y adoloridos, como si el día anterior lo hubiera pasado haciendo ejercicio. Sacudo la cabeza intentando despejarme.
— ¡Samantha! —Me giro bruscamente al escuchar mi nombre, casi golpeando a un chico que también acababa de bajar de su auto. Lo primero que veo es el cabello negro, luego las gafas de marco rojo y por último, a Sarah viniendo hacia mí con un ceño fruncido — ¿Sabes algo sobre Hana?
Tomo una respiración profunda y niego lentamente con la cabeza, los hombros de Sarah bajaron como si una gran carga se hubiera posado sobre ellos; no he hablado con Hana desde el día de ayer, por lo cual no me preocupo, pero los ojos de Sarah están colmados de preocupación.
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Editado: 24.06.2018