Sarah no lo podia creer! Para su inexperto corazón era inconcebible que a pesar de tener un privilegiado don, no podía obtener lo que ella mas deseaba en este mundo. Su corazón estaba quebrantado al igual que su espíritu y es que jamás penso que esto podía sucederle. Su capricho esta vez le hacía una mala jugada. Sarah siempre había sido una mujer segura de si misma, sabía lo que quería en su vida, sabía de donde venía y sobretodo sabía hacía donde iba.
Desde muy temprana edad, fue una niña muy distinta a las demás, destacaba su espíritu de superación, y su alto esmero en conseguir lo que se había propuesto. Tenia un temple inquebrantable y una convicción sin igual. Pero no fueron esas cualidades las que la hicieron sentirse tan segura de que las cosas se realizarían de la forma en que ella quería. Había algo especial en ella, podría decirse que sobrenatural o talvez mágico. Era lo que la distinguía y la hacia única y aún mas especial. Fue a la edad de diez años que descubrió ese don que le había sido concedido. Todo comenzo como un juego, jamás se imagino que ese juego le cambiaría su vida, sus metas, sus deseos, le cambiaría todo.
Absolutamente todo. Sarah había notado que cuando lloraba, sus lágrimas tenían algo peculiar, algo mágico, algo que era mas que hermoso. Y es que sus lágrimas se volvían color escarlata, al hacer contacto con otra superficie que no fuera parte de su cuerpo. Y fue así como tomo la decisión de guardarlas en un pequeño frasco. Y es que era espectacular contemplar aquel frasco que contenía todas sus lágrimas. En medio de la noche sucedía algo mas hermoso todavia, se volvían brillantes y se podía apreciar su resplandor como algo espectacular y sin igual. Sarah hasta ese momento ignoraba el poder que tenían aquellas lágrimas mas alla se su hermoso resplandor.