Lágrimas y estrellas

La palabra del traidor

We've taken different paths
And travelled different roads
I know we'll always end up on the same one when we're old
And when you're in the trenches
And you're under fire I will cover you

If I was dying on my knees
You would be the one to rescue me

~Kodaline

-Padre, ¿qué es eso escrito en la pared? -preguntó el pequeño.

Su padre al igual que el niño era un esteuk, alto e imponente. Con apariencia licantrópica, cubierto él y su hijo por un corto pelaje grisáceo. Y, al igual que todos los dellarios; con tres gemas brotando de la frente y al ras de la clavícula. Vestidos con ropas civiles de color verde, holgadas y ondeantes.

Con sus ojos azules miró a su hijo, que admiraba la palabra terrible en la pared, escrita en el antiguo lenguaje de Dellaria y los Belxis. El pequeño no podía comprenderla, pues era larga y no poseía ninguna otra palabra que él comprendiera.

-Attiolä, hijo mío, esa es la palabra más poderosa de nuestro mundo -explicó con voz apacible-. Pero no puedo explicarte qué significa así como así... Pues no puede ser explicada con solo un concepto.

»Déjame contarte la historia de Agán y Agáni, los hermanos lauk -y así empezó a relatar la historia, mientras se sentaba con su hijo en el césped atibiado por el sol de la tarde de aquel otoño...

Agán y Agáni eran dos hermanos, tenían la misma edad y el mismo color de pelaje. Nacidos de la misma manera y al mismo tiempo.

Los dos pasaban sus días en una aldea al norte del país Manayán, tierra de los magos. En la mañana corrían a toda prisa a completar sus tareas para su gente; ya fuese recolectando alimentos o ayudando en la construcción de alguna nueva vivienda. Desayunaban cada uno lo mismo que el otro y realizaban sus deberes con igual actitud.

La guerra había terminado siglos atrás, aquel devastador evento causante de tantas perdidas en Dellaiem y docenas de otros mundos. Los hermanos cumplirían apenas veinte años, eran jóvenes incluso dentro de los jóvenes, pues los Esteuk son nonætatis (seres que no envejecen). Inocentes e ingenuos, gastaban sus años de niñez con felicidad e ignorancia.

Un día de aquellos, se les fue llamados a la Academia, para aprender las artes de la magia propios de los dellarios. Ambos acudieron de buena gana, partiendo al lejano sur, donde se hallaban las enormes instalaciones correspondientes a aquel país. E aquí comenzaron las diferencias entre los hermanos idénticos.

Agán se destacaba con creces en las disciplinas teóricas, pues era experto en la memorización de historias y ciencias, capaz de guardarlas con facilidad en su cabeza. Pero Agáni, en su lugar, demostraba un control en la disciplina más importante de Dellaiem: la magia.

Como se sabe, los manayenses son los dellarios responsables de la creación de hechizos y conjuros. Pues son capaces de construirlos con mayor facilidad que ningún otro clan del viejo planeta, a diferencia de los otros clanes que eran capaces de hacer solo cosas específicas; todo manayense era capaz de crear y realizar hechizos con presteza, magias que configuran el tejido de la realidad misma para, con suficiente concentración y habilidad, reformarla.

Allí se dividían los hermanos. Agán con sus conceptos y textos. Agáni con su magia y poder.

Más sin embargo, ambos seguían amándose como antes. Pero allí, en sus jóvenes corazones, se albergaba una pequeña ascua, un brillo apenas indistinguible de envidia entre sí.

Los años pasaron y los hermanos crecieron. Se hicieron sabios y hábiles. Sus caminos debían bifurcarse, pues era su deber dar un servicio a su sociedad. Entonces Agán se mudó al gran Templo del Saber de Manayán, lugar donde acudían los intelectuales para dar sus servicios. Agáni en cambio partió de su país, de su continente... De su mundo. Tomando la puerta Blanca entró en el Inalterable, el planeta Gris, salvaguarda de la Unión. Allí hacían sus servicios aquellos que deseaban fungir como guerreros y protectores de la Unión.

Con tristeza se despidieron, partiendo a sus destinos.

Por años compartían una conexión ininterrumpida a través de transmisores intercósmicos o por medio de alguna maquinaria mágica. Pero, por esos años, jamás llegaron a estar cerca.

Cuando llegaba la fecha de su primer siglo pactaron un encuentro, en aquella aldea de su infancia, donde todavía hacían su vida sus padres. Allí se encontrarían para celebrar su vida.

Agán llegó a la casa de sus padres acompañado de su esposa e hijo. Agáni arribó más tarde, trayendo regalos para todos los conocidos. Ese día hubo fiesta y festejo sin aparente fin.

Por los días consecuentes los hermanos no se separaban, pues querían recobrar el tiempo perdido. Entonces Agáni tuvo una idea:

-Hermano mío, he oído de la gente de la aldea un rumor, me parece interesante, ¿quieres oírlo?

-Dime, Agáni. Todo lo que digas suena interesante, hermano mío -le respondió Agán con dulzura.

Entonces le respondió el hermano: Dicen que el valle del norte, en la Ciudad Muerta, hay una entidad que altera las ondas ley de las inmediaciones, han pensado en llamar a algún Vigilante, pero desde la Gran Guerra solo queda Åskora, ella no puede ir a todo Manayán al mismo tiempo, ha de tener muchas ocupaciones... Sí, sé lo que me dirás, pero debe ser verdad... Después de todo he estudiado las magias de la suprema autoridad, y no creo que sea imposible un poder así ¿Tú qué crees?

Su hermano no deseaba negarle aquello que lo tenía tan animado, así que buscó en sus conocimientos algo que tuviese alguna concordancia con aquella magia que describía. Y, después de un momento de pensar, lo halló.

-Agáni, ¿has escuchado acerca de Elloiha y Elloira, los más antiguos hijos de Dellaria? Sí, obvio que los conoces. Bueno, según la historia, ambos quisieron desaparecer del ojo público después de la partida de Dellaria. Nadie los ha visto desde entonces, más no es imposible que sea cierto.



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En el texto hay: fantasia, cuento, drama amor

Editado: 25.07.2024

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