Landeron Ii: los límites del mundo

Valor

Ral-Edir sopesó un instante la espada en la palma de la mano, valorando su flexibilidad con la empuñadura aferrada entre sus dedos y la hoja paralela al suelo, antes de voltearla rápidamente y adoptar una pose defensiva. Avanzó un paso y trazó un arco con ella frente a su pecho, como si rebanase el cuerpo de un oponente y después dio una estocada al aire en un movimiento casi perfecto.

Sonrió satisfecho mientras acercaba de nuevo el arma para observar mejor el filo. Estaba algo oxidada, resultado de haber estado durante casi quince años oculta bajo el polvo de la abandonada armería; pero cuando casi cuatro años antes entró en la guardia de Lar, enviado por los únicos miembros de su familia que quedaban por aquel entonces en Saheda, supo enseguida que aquel era su mundo. Las armas, el ataque, la defensa... En definitiva, la batalla.

Suspiró, bajando el arma con cierta decepción. Desde que habían llegado a Mehyan, había ayudado a Baldranel a reforzar las defensas de la ciudad desde su corta experiencia como guardia y había disfrutado con ello; pero podía olerlo. En el aire, en las nubes, en el viento que arrastraba un incipiente aroma a verano.

La lucha se aproximaba. Podía percibirlo asimismo en el temblor sin motivo de sus dedos cada vez que pasaba por delante de la puerta de la armería o practicaba, aunque fuese por puro placer y rutina autoimpuesta, en el patio de armas que se abría en el costado sur de las dependencias palaciegas, pegando a la esquina sureste de la muralla exterior y bajo el abrigo de la Herradura occidental. Ral alzó la vista al cielo y oteó los oscuros árboles, alerta a cualquier signo de acercamiento extraño. Como siempre, no vio nada.

«No puede ser que la victoria de Aldin sea tan sencilla», pensaba una y otra vez, día tras día, mientras sus ojos escrutaban a cada nuevo viajero, emisario o inmigrante que cruzaba las puertas de Mehyan. «¿Dónde está Thaeder?»

Lo cierto era que no debía de ser el único que se lo preguntaba. Dentro del equipo de Aldin era un tema de debate habitual; pero, de puertas para afuera del palacio, los cuchicheos al respecto también aumentaban por doquier. Sorprendentemente, desde el incidente con Xelanya más de medio año atrás, salvo la guerra declarada en Istërea por Lord Karan y alguna escaramuza geruk en las proximidades de Nïedar, el bastión gadarath más importante del sur y el objetivo más cercano a la frontera con la oscura Gönar, la cosa estaba muy tranquila. Demasiado.

Un tenue ruido a su espalda lo hizo erguirse de golpe, rompiendo su reflexión y obligándolo a ponerse en guardia, alzando de nuevo la espada. Oteó con disimulo. No se veía un alma en los alrededores, como solía ser costumbre. Y por el sigilo tampoco hubiera jurado que se tratara de su lobo, Rash. Últimamente el muy vago lo único que hacía era dejarse agasajar, correr por los alrededores de vez en cuando y vivir a cuerpo de rey, siendo alimentado y cuidado por casi todos los nuevos habitantes de la capital.

¿Entonces...?

No tardó en averiguarlo.

Con un grito que delató su posición, una sombra rubia vestida de cuero marrón se lanzó empuñando una lanza de dos puntas directa hacia su costado. Ral-Edir se volteó con agilidad, resguardando su flanco e interponiendo la espada entre él y el arma de su oponente. Sardónico, sonrió.

—Buenos días, señorita —saludó a Veria, mientras ella le devolvía el gesto—. ¿Nos hemos despertado con energías hoy?

La joven cometió el error involuntario de enrojecer de vergüenza en ese preciso instante. Algo que aprovechó el muchacho para girar la muñeca con soltura, golpear el mango de madera de la lanza con la empuñadura de la espada y hacer saltar la primera desde las manos de la aelleris con insultante facilidad. Pero lo peor fue que la joven, atrapada en falso, no tuvo tiempo de reaccionar siquiera antes de que, con otro giro de carpo, el humano situara la lanza en diagonal contra su pecho y la atrapase contra su cuerpo.

El filo de la espada, por otro lado, acabó apoyado suavemente sobre su yugular izquierda, que arrancó a palpitar sin control mientras la respiración de la muchacha se aceleraba. El tiempo se detuvo unos segundos. Al menos, hasta que Ral-Edir bajó despacio los labios rozando el cuello de Veria, por debajo de la abundante melena rubia y, cuando creía que ella iba a desmayarse por hiperventilación, susurró:

—Gané.

La muchacha, por otra parte, se enfurruñó enseguida.

—No es justo —protestó, mientras él la liberaba.

—¿El qué? —quiso saber Ral, interesado, devolviéndole la lanza con media sonrisa triunfal.

Para su sorpresa, Veria no parecía compartir su ánimo festivo.

—Supongo que no importa... —susurró, empuñando el arma con cierta desgana.

Ral-Edir, preocupado, bajó su espada y se aproximó, repentinamente serio.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, al tiempo que su mente sin querer echaba cuentas. Veria solía tener un humor más cambiante cuando se acercaba la luna nueva; hasta ese momento, era dulce, amorosa y tenaz en todo lo que hacía. Pero la luna nueva había pasado una semana antes—. ¿Hay algo que te preocupe?

Su novia lo miró en silencio, los ojos castaños extrañamente fijos en las pupilas del muchacho. Ral sospechaba que algo no iba del todo bien, pero no pudo expresar sus temores antes de que Veria, en un gesto algo brusco, cortase el contacto visual y menease la cabeza.

—No, da igual —forzó una sonrisa y se apartó de él un par de metros, alzando la lanza con algo que parecía energía renovada—. Venga, ¿por qué no practicamos un poco?

Ral, tras un momento de vacilación, optó por dejarlo estar y aceptar el reto.

—De acuerdo.

Los dos oponentes, uno experimentado y el otro con ganas de probar su valía después de meses de entrenamiento, caminaron en círculos uno alrededor del otro, midiéndose con la mirada. Al menos hasta que Ral-Edir amagó para atacar y Veria, confiada, se lanzó hacia delante empuñando la lanza con decisión y una de sus puntas dirigida hacia Ral. Este se posicionó, alzó el filo en el momento preciso y consiguió frenar a su oponente con un tintineo metálico.



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En el texto hay: fantasia aventura y magia

Editado: 14.01.2023

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