Lapsus Del Destino

Capitulo 1

Amanda Levin una chica de tez pálido y mejillas sonrosadas y pecosas con pequeñas sombras de ojeras por ser una pequeña ratona nocturna de biblioteca, de ojos de un color almendrados y cabello de un rojo naranja que no importa de qué manera lo peine siempre termina disparado en todas las direcciones, alistándose para salir a trabajar como ha hecho por los últimos tres años desde que terminó la secundaria y consiguió empleo en la biblioteca del pequeño pueblo, con el cepillo de dientes en su boca y con sus ojos aún bajo la bruma del sueño, revisa su móvil que acaba de vibrar con un mensaje entrante de la bandeja de entrada de su correo electrónico, llevándose un susto de muerte al encontrar a uno de sus no agradable hermano adoptivo mayor mirándola recostado en el marco de la puerta de forma despreciativa desde que al llevar un año con ellos lo golpeó con un palo en la cabeza por haberla llamado huérfana pecosa frente a todos sus compañeros de clase.

- Oye pecosa, deja de jugar con el maldito teléfono y muévete que tengo que salir temprano esta mañana.

Amanda sin darle una sola mirada se acerca a la puerta y la cierra de golpe colocando el seguro y decide terminar de cepillarse para tomar un rápido baño y salir a trabajar, ya revisará el correo con más calma en la biblioteca.

Amanda siempre fue una niña curiosa y muy estudiosa, los libros eran su gran afición y cuando vivía con su abuelo, la llevaba a la biblioteca casi todas las tardes y le enseñaba los libros con las historias más grandes del mundo, el arte y la literatura eran sus preferidos, pero de vez en cuando le echaban una ojeada a los de ciencias y matemáticas cuando querían darse dolores de cabeza y pasar tardes enteras riendo con su abuelo cuando este se rabiaba porque habían ejercicios muy complicados de realizar, un tarde de esas salía de la heladería con su abuelo quien le había comprado su helado favorito de moca con almendras mientras este refunfuñaba de una de las ecuaciones .

- No entiendo para qué diantres sirve ese tal pi, yo nunca en la vida he usado un pi y estoy seguro que tu mi caramelito ¡jamás usarás uno de esos! – el abuelo pagó sus helados y cogió la mano de Amanda para llevarlos hacia el cercano parque de palomas a comer sus helados

- jajaja, Pop’s no deberías enojarte tanto, eres muy terco te dije que pasáramos esas páginas, que eso eran temas muy avanzados, ni en la escuela lo hemos visto

- ¡Patrañas! Caramelito, todo es cuestión de un poco de lectura y ver para qué sirve el condenado pi. – decía su abuelo mientras llegaban a su banca preferida del parque.

Era un parque del tamaño de una cancha de fútbol, en medio había un pequeño lago que habían construido para que las palomas y otros pequeño animales bebieran agua y se refrescaran un poco, el parque estaba lleno de grandes árboles antiguos, como le gustaba llamarlo al abuelo de Amanda, que brindaban sombra y abrigo a los animalejos que allí vivían. Era una tarde fresca el sol brillaba en lo alto de un cristalino dorado y el cielo se veía despejado de cualquier rastro de nube, lo que era bueno pues los últimos días había estado lloviendo mucho y no habían podido salir hacer sus caminatas que tanto les gustaba.

Esa tarde el sr Levin y su nieta estuvieron en el parque viendo las palomas y comiendo su helado hasta que el sol empezó a perder su brillo y el atardecer inició su llamado a la noche estrellada.

- ¡Caramelito! – llamó a Amanda su abuelo – es hora de irnos, tienes deberes por terminar y yo tengo que limpiar y calibrar mi reloj – el sr Levin tenía un hermoso reloj de bolsillo de un color dorado antiguo que mantenía pulido y brillante, ya que era una herencia de su padre.

En una de esas tardes lluviosas que no pudieron salir hacer sus caminatas, se la pasaron desarmando y limpiando cuidadosamente el reloj, el abuelo le enseñaba a Amanda como retirar cada manecilla con cuidado para limpiarlo y como darle cuerda al hermoso reloj para que mantuviera al día andando con la hora correcta, cosa que encontraba muy interesante pero no muy entusiasmante, ya que demandaba paciencia y cuidado que ella no se sentía en la capacidad de demostrar.

- oye pop’s creo que iré a revisar algunas cosas en mi cuarto - le decía Amanda a su abuelo haciendo su mayor esfuerzo por no bostezar para no irritar a su abuelo por su aburrida tarea y retirarse sin peros ni regaños.

- está bien caramelito - hablaba con tono resignado - ve hacer tus cosas, te llamaré cuando la cena esté lista.

- gracias pop’s te quiero - se retiraba con sensación de triunfo sintiéndose un poco culpable pero liberada

- yo a ti caramelito mío - le respondía con una cariñosa y sabia sonrisa.

.De haber sabido que esa sería la última tarde en la que vería a su abuelo entretenido con su reloj, ofreciéndole una de sus cariñosas sonrisas se habría quedado más tiempo con él, pues más tarde esa noche después de despertar de una larga siesta que no pensaba tomar, despertó para encontrar a su abuelo tirado en el suelo de su estudio donde limpiaba y calibraba su reloj, en total oscuridad, lo que era raro porque siempre mantenía la luz encendida, y al prenderla y comprobar que su abuelo estaba en el suelo completamente muerto, con una expresión de sorpresa en su rostro, una sorpresa que sin duda fue un efímero final para su viejo corazón.



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En el texto hay: misterio, picardia, romance

Editado: 19.04.2018

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