Leah
- ¿Por qué no contestaste mis llamadas? Te estuve llamando desde el sábado. – me pregunta Sierra con el ceño fruncido. El tono de enojo que emplea me hiela ligeramente la sangre.
Decidí ignorarla todo el fin de semana. No solo por el bien de mi salud mental, sino porque realmente me la estaba pasando muy bien con Mariana, a pesar de que estuviéramos haciendo la tarea la mayor parte del tiempo.
Fue divertido olvidarme de mi vida romántica asquerosa un rato.
- Estuve ocupada. - le respondí, con mi tono chillón ya que estábamos en la escuela, sin mirarla a los ojos. Mi mirada está fija en el piso de mayólica color gris. Está bastante limpio, creo que incluso puedo ver mi reflejo.
Oigo suspirar de cansancio a Sierra, alzo la mirada y noto que saca su pequeño espejo de su pequeña mochila rosa, es un enigma cómo le caben sus cuadernos y libros allí, para aplicarse algo de maquillaje como rímel y algo de rubor.
Sierra siempre está obsesionada con verse bien, así que no duda en no retocarse su maquillaje cada tanto, a pesar de que ha llegado hace veinte minutos aproximadamente. Niego con la cabeza y le doy un pequeño vistazo al salón, el cual poco a poco se está llenando de estudiantes.
- ¿Ya encontraste un novio?
Miro con extrañeza a mi querida novia, quien se contempla en el pequeño espejo. No puedo creer que no me dé un maldito descanso, después de todo el idiota de mi ex fue el que me engañó, no yo. ¿Acaso no puedo permanecer soltera una semana? ¿Me voy a morir si no tengo un idiota que me dé peluches de ositos bien feos?
- Sierra.- digo, apenas pudiendo utilizar el tono de voz chillón porque siento que voy a explotar.- Ha pasado un fin de semana, no cinco.
Ella se ríe ligeramente, pero no de una forma que me resulta agradable. Es ese tipo de risa que odio que ella haga. - Leah, te han engañado. Necesitas un novio urgente para que no se levanten rumores. – responde de una manera completamente presumida, mirándose las uñas.
Realmente me importa una mierda lo que se dice de mí. Es más, en primer lugar, ¿por qué yo tengo que ser la afectada? ¿Por qué me otorgan todo el peso a mí de la infidelidad? ¿Es que acaso yo la cometí? Bueno, quizás sí, pero a mí no me atraparon.
Eso, obviamente, no le quita que le fui infiel a todos mis ex's. Pero...Dios, cuánto más lo pienso, más me hundo yo sola. Malditos pensamientos contradictorios.
- Si porque los novios caen del cielo. - digo de manera sarcástica, sin aquel tono irritante.
Sierra mira a los lados y se da cuenta que nadie realmente nos está prestando atención. Suspira de alivio y yo solo ruedo los ojos por su preocupación tan tonta. A veces se pone así cuando utilizo mi voz real en lugares cerrados con gente a mi alrededor.
- Quizás sí pueden caer. - enuncia. La expresión traviesa de su rostro solo me hace pensar que lo que me va a proponer no me va a gustar.
- ¿De qué estás hablando Sierra...? - no logro terminar, porque ella coloca su dedo en mis labios para callarme. Su dedo está ligeramente húmedo, ya que a veces a Sierra le sudan las manos, pero aun así se siente suave casi como el toque con una almohada.
Como estaba perdida en aquella embriagante suavidad, no noté que su mirada estaba puesta en un punto fijo arriba de su cabeza. Pongo una mirada de extrañeza y ella quita su dedo de mi boca lentamente, un sentimiento que no puedo identificar asola mi corazón cuando su toque se retira.
Ella sigue con su vista en aquel punto, así que decido voltearme y ver a quién o qué está mirando. Cuando lo hago, descubro a Jay mirándome con una sonrisa gigante, sus mejillas están ligeramente coloradas y tiene una carta entre sus manos.
Oh no, por favor no. Díganme que no es lo que yo estoy pensando. Ay no, no por favor. ¿Y por qué diablos Sierra está con esa sonrisa? ¿Qué mierda? Me quedé en el capítulo donde a Sierra no le agradaba Jay solo por su ex. Necesito explicaciones. A.H.O.R.A
- Ho...hola, Leah.- titubea Jay. Estoy tan confundida que lo miro con la boca ligeramente abierta, como si estuviera bostezando.
Sierra se retira lentamente de la escena y él se sienta en el asiento vacío donde ella estaba. Los mecanismos de mi cerebro intentan procesar toda la información extraña que está sucediéndome, pero parece una tarea casi imposible.
- Yo...yo...quería darte esta carta.- dice él nervioso evitando mi mirada y tendiéndome la carta que estaba sosteniendo al inicio. La recibo con extrañeza y observo como juega con sus pies, ya que es tan alto que no puede balancear sus pies.
Si soy sincera, nunca había visto a Jay tan nervioso desde que Raúl se le declaró hace unos meses antes de retirarse de la escuela. Pensé que solo ese era el único tipo de suceso que lo pondría nervioso.
Y, al parecer, no es así. Declarar su amor por mí, también lo pone nervioso. Maldición.
- Es bonita, gracias.- expreso fingiendo timidez. Está linda, pero tiene demasiados corazones que me provocan nauseas de solo verlos.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta que, de repente, todos nos miran como si nos hubieran crecido dos cabezas súbitamente. Toda la atención me abruma y me sonrojo. Nunca me acostumbraré a la atención.
- Yo...yo me tengo que ir.- Jay se levanta rápidamente del asiento y sale del salón dejándome perpleja sin poder siquiera decirle una palabra de despedida.
La carta aún sigue en mis manos y, poco a poco, los demás vuelven a lo suyo. Suspiro aliviada y Sierra vuelve a su asiento con una sonrisa de satisfacción.
- ¿Cómo que no caen del cielo? – pregunta ella socarronamente. Mi cara vuelve a expresar la confusión del principio y Sierra rueda los ojos.
Estoy a punto de cuestionarle todo este numerito, pero la profesora de Economía entra y me guardo mis preguntas para después.
Las horas siguientes transcurren tortuosamente lentas. No solo la de economía, que es mi curso favorito en realidad, sino también la de literatura. El hecho de que ninguno de los dos profesores se haya tomado la molestia de dejarnos descansar, siquiera, 10 minutos entre cada clase un lunes temprano por la mañana debería condenarse a 10 años de cárcel. Creo que apenas tuve tiempo para respirar.