Diciembre 22, 2017.
LUIS ÁNGEL POV:
El fin de semana se acercaba ya. Había soportado días realmente pesados: las clases se volvían insoportables; la mirada de todo el mundo sobre mí por entrar a la guardia pese a no tener el nivel requerido era agobiante, y ni qué decir del insufrible de mi compañero de cuarto. No le he vuelto a dirigir la palabra después del incidente de la semana pasada.
Realmente tenía dudas sobre si era buena idea entrar a la guardia teniendo problemas con el líder del equipo. Supongo que no. En fin, debía superarlo e ignorar a Erick lo más que pudiera. Creo que es fácil hacerlo, ¿o no?
—Yuju, tierra llamando a Luis Ángel, ¿estás ahí? —preguntó Patricia agitándome su mano.
—Ah, sí. ¿Qué decías?
—«Nos preguntó qué haremos por fiestas de fin de año».
—Les preguntaba qué harán para navidad y año nuevo, ¿dónde lo pasarán?
—Erm, bueno, nosotros… nosotros —me tomó por sorpresa: no sabía qué responderle.
—¿Se quedarán en Oridia? No serían los únicos —contestó con normalidad.
—¿A no?
—Por supuesto que no. Verán, no son los únicos “sin hogar” en la escuela. La gran mayoría aquí no tienen otro lugar a dónde ir, salvo Oridia. Todos somos refugiados.
—¿Tú también lo eres? —le preguntó Daniela.
—Ah, no. Yo no. Pasaré fiestas con mi familia en casa de mi abuela. ¡Qué aburrido!
—Por lo menos tienes a donde ir —dijo Daniela con algo de pena. Sentimiento que sentí en lo profundo de mi ser.
No era la única. El semblante de Fernanda lucía descompuesto: será el segundo año que pasaremos navidad y año nuevo lejos de casa.
—Entonces, ¿aquí también celebran navidad? —pregunté.
—Por supuesto que sí. Las sorpresas que les aguardan ni se las imaginan.
—¿Cuáles son? —preguntó Daniela.
—Lo descubrirán pronto —respondió Patricia haciéndose la misteriosa.
—Con lo que me gustan las sorpresas —solté mientras terminaba de comer.
Cerca de nosotros pasaron miembros de la guardia de Oridia, entre ellos el rubio. No se dignó a mirarme ni por un milisegundo. ¡Qué bien! Yo tampoco lo hice, no del todo.
—Intenso —susurró Daniela haciéndome sobresaltar.
—¿Qué te pasa?
—A mí nada, ¿pero a ti?
—Nada —contesté seco. Ella pareció no creerme. Levantó las cejas con afán de molestarme y averiguar más.
—Si tú lo dices.
—Yo lo digo —sentencié ignorándola. Me levanté de la mesa y me dirigí a la salida. Antes de salir del comedor miré de reojo hacia la mesa de los guardias. Erick conversaba con Hunter. Parece ser que el moreno dijo algo gracioso: el rubio se rio iluminando con su sonrisa todo el lugar.
Diciembre 24, 2017.
La mañana de noche buena había llegado. Aunque en la mayoría de películas es invierno para estas fechas, aquí, en este lado del mundo, es verano. El inicio del sofocante verano. Y peor aún aquí, en medio de la selva, en donde el sol empieza a brillar como nunca y quemar de forma insoportable.
En cuanto puse un pie fuera de la cama, noté la soledad de mi habitación: camas tendidas, ningún sonido molesto u olor a sudor masculino. Solo yo y nadie más que yo.
Luego de cambiarme caminé por los desolados pasillos del palacio. Un sentimiento de nostalgia crecía en mi a medida que me acordaba de mi familia: echaba de menos el olor de la comida de mi madre, las risas de mis hermanos y el calor del abrazo de mi padre.
—Qué cursi me pongo en estas fechas.
—Y no es para menos: estamos lejos de casa, otra vez —comentó Daniela de la nada causándome un leve susto.
—Deberías anunciarte y no aparecer de la nada. Uno de estos días matarás a alguien del susto.
—Mientras no sea a ti podré vivir con ello —bromeó mientras entrelaza nuestros brazos.
Rodeé los ojos y seguí caminando rumbo al comedor con el corazón encogido, pese a la presencia de mis amigas.
Al entrar en la cálida sala, me di con la sorpresa de que Ravenna estaba presente.
—¿No se supone que pasaría fiestas en otro lugar? —pregunté en un susurro mientras tomaba asiento junto con Daniela y Fernanda.
—Parece ser que ella y su prima se quedan este año en el palacio para pasar navidad junto con nosotros.
—¿Y el rubio? No lo veo aquí.
—Quien sabe dónde estará —respondió Fernanda.
El sonido de una copa siendo golpeada por un cubierto llamó nuestra atención: era Ravenna quien hacía dicho ruido.
—Buenos días, estudiantes. Espero que hayan amanecido bien —a juzgar por las caras de las pocas personas que había en el comedor la presunción de la Suprema era errada— Sé que para algunos estas fechas los hacen reflexionar y sentirse melancólicos y asilados de sus familiares. Déjenme decirles que no tienen que sentirse de esa forma, ¿saben por qué? Porque se tienen los unos a los otros. Somos ese hogar en el que pueden hallar refugio, en el que pueden encontrar el calor que todos estamos buscando de uno u otra forma. Nunca olviden que todos nosotros, compañeros, amigos, profesores, incluso Nerissa y yo, somos más que un gran aquelarre. Somos una gran familia.