Las Águilas de César

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 Como era un día soleado y seco, Máximus podía ver y apreciar con claridad la majestuosidad del campamento, lo primero que observó y que más placer le dio, a pesar de que era sumamente obvio, era la perfecta planificación de este (al igual que todo campamento romano), de hecho esto solo le sorprendía a él, pues, la edificación seguía el plano romano estipulado para la construcción de campamentos militares y, si estos crecían lo suficiente, en ciudades.

  Los campamentos romanos eran edificaciones rectangulares y sumamente precisas, cuando se estaba en campaña y el ejército marchaba el general al mando enviaba una avanzadilla compuesta por caballería al mando de un tribuno con una doble misión, reconocer el territorio y localizar un terreno apto para la construcción del campamento. Los requisitos para edificar uno eran casi siempre los mismos: un terreno alto y plano con disponibilidad de agua (a Máximus eso no le sorprendió, recordando que atravesó un riachuelo para llegar al campamento), con bosques cerca pero lo suficientemente lejos de ellos para evitar una emboscada y que se encontrara cerca de una carretera o ruta comercial. Una vez que el tribuno encontraba un lugar con los requerimientos avisaba rápidamente al Estado Mayor del ejército y este a su vez al general, por lo siguiente, el ejército se desplegaba haciendo que la mitad de los legionarios tomaran sus herramientas de construcción (hachas, rastrillos, martillos, etc.) y se dispusieran a construir mientras la otra mitad montaba guardia a cinco pasos de ellos con sus escudos y armas listos en caso de que el enemigo atacara, cambiando de turnos cada tanto hasta que el campamento estuviera listo.

  Una vez que el campamento estaba listo se disponían a colocar las tiendas de los soldados y todo el ejército incluido ingenieros y médicos cirujanos, empezando por la del general, siguiendo con la de los legados, siguiente las tiendas de los tribunos, luego la de los centuriones y por último la de los soldados, es decir, legionarios y auxiliares . Si el campamento era temporal, las tiendas eran de cuero, pero si el campamento permanecía por mucho tiempo y se convertía en el cuartel general, los edificios pasaban a edificarse con ladrillos y madera, como una casa normal, señal de que el campamento sería permanente. En caso contrario, es decir que el campamento fuera solo temporario o que fuera construido para luego proseguir la marcha, se lo abandonaba y se lo destruía para evitar que el enemigo lo utilizase en el futuro.

  Así de fácil es la construcción de un campamento romano.

  Mientras el joven centurión se paseaba por los alrededores de las tiendas de los legionarios podía apreciar bien de cerca el milagro de la ingeniería romana, las tiendas de los soldados, tanto legionarios, auxiliares y equites se encontraban a 70 metros de las murallas interiores en caso de un ataque con proyectiles enemigos. Pudo también ver a los defensores apostados en las almenas, los arqueros con sus cotas de mallas y sus carjacs repletos de flechas. Pero lo que más le impresiono fue cuando paso por debajo de un par de soldados que estaban engrasando y probando un escorpión que sobresalía intimidante de la muralla, dispuesto a destripar a cualquiera que estuviera a más de 100 metros.

  Las cuerdas de la maquinaria, hechas de fibra vegetal ejercían una enorme presión sobre los brazos de este, dotándole de una brutal fuerza de penetración que aumentaba peligrosamente a medida que el objetivo se acercaba.

 Durante su servicio en Hispania, Máximus había escuchado historias y relatos de los centuriones y legionarios más veteranos sobre como las cabezas de los enemigos explotaban como sandias a causa de los precisos disparos de los escorpiones romanos, él no había podido nunca ver a los escorpiones en acción, pero sin saber por qué, tenía la sensación de que durante su estadía en la Galia iba a ver lo mejor y lo peor que esas máquinas podían hacer, como hace antaño hicieran retroceder y aterrar a los lusitanos durante las campañas de Cesar.

  Siguiendo su marcha sobre el campamento de la X, puedo ver a un grupo de legionarios, seguro reclutas, que practicaban golpeando a un palus, el poste de madera que clavado en el suelo servía de oponente de práctica para el adiestramiento con armas, usado tanto por legionarios como gladiadores. Los jóvenes soldados (que seguramente nunca usaron un arma en su vida) golpeaban al poste débilmente por culpa de la fatiga que les causaba el usar los rudis, la réplica del gladiush romano pero hecha de madera y con el triple de peso que las espadas genuinas. Máximus volvió a recordar sus tiempos de novato y se vio a el mismo golpeando el palus y retorciéndose de dolor a causa del peso y la fatiga muscular que le generaba, viendo la cara de uno de los legionarios le llegó el recuerdo su amigo Glario, lo había conocido  exactamente en la misma situación, para ese entonces él tenía unos diecisiete años y Glario casi diecinueve, “¿O quizás teníamos la misma edad? No lo sé.” no logra recordar mucho de él, los dos fueron escalando puestos de mando hasta llegar a ser centuriones, Máximus de la Segunda Cohorte y Glario de la Tercera. La última vez que lo vio fue en el campamento romano en Hispania, cuando  Cesar iba a ir a luchar la última batalla contra los lusitanos, pues su amigo había sido seleccionado con su centuria el ir a combatir mientras que Máximus había quedado como encargado de la puerta y seguridad del fuerte. A él no solo le llegaron noticias de que Cesar había vencido y que Glario estaba vivo, sino que  además también se enteró de que el aporte de él en la batalla fue decisivo y que Julio Cesar decidió transferirlo a otra legión que necesitara de sus servicios, todo esto lo supo por medio de un carta que Glario le dejó en su tienda el día anterior a su partida, igualmente, nunca le pudo decir adiós.



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En el texto hay: imperio romano, julio cesar, legiones romanas

Editado: 29.04.2020

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