-¡Me estoy cagando de frío!¿Falta mucho?-musitó casi gritando Cornelio a sus subordinados. Terencio y Máximus estaban al costado del vértice de la pared que daba a la calle de al frente de la casa. Tiberio, que se encontraba al lado del centurio intentó calmarlo.
-¡Shhh!¡Cállate, que no deben saber que los estamos observando!- en efecto, Cornelio y Tiberius estaban parados en la esquina de la pared de una casa comunal en la ciudad de Puerto Icio, justo frente a ellos se encontraba una taberna que, según los informantes (osea Phoenix) sería el lugar de donde saldría el objetivo.
Con sus gruesas capas de cuero marrones y sus largas capuchas, ambos oficiales tenían un par de vasos de cerveza gala humeante con las cuales querían dar la sensación de ser dos tipos borrachos. Aunque por la pinta que desencajaba con el resto de los peatones, no podían pasar desapercibidos porque al menos 2 de cada 5 personas que pasaban se fijaban en ellos. Ambos oficiales no tenían idea de cómo espiar dado que no dominaban uno de los más fundamentales puntos del espionaje: el camuflaje. Y Terencio lo sabía.
-Son unos inútiles...
-¿Cómo?- preguntó en voz baja Máximus para que los otros dos no lo escucharan, pues quería saber el motivo por el enfado de su compañero.
-No tienen la menor idea de cómo mezclarse en el ambiente.
Máximus entendió lo que quiso decir Terencio pero aún así no creía que fuera razón suficiente para que llamara “inútiles” a sus amigos, siendo Cornelio y Terencio sino los mejores, al menos dos de los más importantes centuriones de la legión. Máximus lo siguió observando, desde que salieron del campamento hace dos días, Terencio no paraba de controlar las acciones de los demás, corrigiéndolos ligeramente en la forma de hablar y hasta de observar a su alrededor, algo que lo impresionó sobremanera debido a que chocaba con la personalidad desmedida y bochornosa del despilfarrador.
Quizás el sabía más de lo que sabían ellos, o inclusive estuviera allí para...
-¡Mira!- exclamó Terencio apuntando con su brazo derecho al punto de mira cortando de raíz los pensamientos de Máximus.
Un hombre con barba y pelo rubio salió de la puerta de la taberna mirando hacia los costados, se puso la capucha de su ropa y camino en dirección al Este con la mirada cabizbaja.
-¡Es él, sigámoslo!- exclamo Terencio sin murmullar a los otros.
-¿Cómo sabes que es él?- preguntó Máximus con inocencia.
-Nadie camina con ese bajo perfil si no fuera por una razón- respondió Terencio ante la pregunta obvia-¡Vamos que se escapa!
Los cuatro abandonaron sus posiciones y salieron de sus puestos casi al mismo tiempo en dirección al galo que seguía caminando a un ritmo muy acelerado para su costumbre. Terencio miró a las personas de su alrededor y se dio cuenta de que los observaban con descaro y se alejaban de ellos. Así nunca mantendría el factor sorpresa.
-¡Quítense las capuchas y conversen en voz alto!- exclamó Terencio furioso ante la inutilidad de sus compañeros para el subterfugio.
Tiberio y Cornelio se miraron por unos segundos y luego obedecieron, se quitaron las pesadas capuchas de lana y comenzaron a reír de una forma tan falsa que de no ser por la seriedad del asunto que abordaban, Máximus hubiera estallado en risas.
Sin embargo, y pese a las esforzadas risotadas las personas a su alrededor dejaron de percatarse de ellos y los tomaron como otro grupo de legionarios borrachos y felices .
Conforme fueron pasando las calles y los metros las risas falsas callaron en un lugar en el que había menos gente. Tiberio aprovecho la situación para descartar su duda:
-¿Y ahora que hacemos? No podemos seguirlo toda la noche.
-Debemos ver hacia a donde se dirige y así...
- ¡Lo agarraremos y golpearemos hasta que nos diga lo que necesitamos!- interfirió Cornelio con su estilo de hacer las cosas. Dicho esto entrego la copa con la que tomaba a Máximus y fue dando grandes zancadas hasta donde estaba el galo.
-¡Que!¡No!¡Espera Cornelio!- exclamó Terencio buscando detenerlo.
-¿Dónde se suponen que estan Claudius, Phoenix y Castus?- inquirió Máximus, aunque su pregunta quedo en el aire.
Terencio se movilizó lo suficientemente rápido como para intentar llegar al Primus Pilus pero ya era tarde y en una abrir y cerrar de ojos, Emilio, tomando de los hombros de atrás al galo lo puso contra la pared de la casa de al lado y lo levantó usando toda su fuerza.