Las Águilas de César

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-¡Por todos los dioses!¡¿Qué mierda significa esto?!

Las palabras del Legado Labieno de la Décima no causaron que los romanos se despertaran.  Cadmos había transportado a los romanos totalmente dormidos las últimas quince millas a razón de una lluvia tormentosa que se cirnió sobre ellos a mitad del camino. Por esta causa, los oficiales y legionarios no solo estaban dormidos sino mojados y casi congelados el frío. De todo el grupo de hombres recostados y arropados entre sí solo el centurio Emilio tenía una ligera percepción de que ya habían llegado al campamento. Y también de quién había salido a recibirlos.

Centurio Emilio!¡Al menos tenga usted el decoro de saludar a su superior!- exclamo enérgicamente pero en voz baja el Legado. Como respuesta, Emilio solo se rasco el trasero ante la vista estupefacta de un Tito Labieno que no creía lo que veía. Finalmente, el primus pilus se bajó del carró y  se situo justo en frente del legado para, sin mirarlo a los ojos, saludarlo.

-Centurio Primus Pilus de la Décima Legión, Cornelio Emilio Tulo, a sus órdenes señor…-dijo  Emilio saludando a su autoridad como corresponde, esto es llevar su puño al pecho con el brazo doblado y luego extenderlo hacia adelante con la palma derecha extendida también.

Al verlo parado frente a él, Labieno pensó que su primus pilus era cualquier otra persona menos el primer centurio de la Décima. El rostro de Cornelio estaba tan demacrado,  y mostraba tanto cansancio que el Legado pensaba que Emilio parecía más un borracho salido de una teberna de la suburra después de una pelea con un ciego. El Legado observó nuevamente al grupo de romanos acurrucados en el vehículo y luego volvió a mirar a su Primus Pilus.

-Parece que han tenido…una gran aventura digna de Aquiles y Ajax-dijo Labieno con fingido sarcasmo.

-No sabe las experiencias que tenemos para contar, Legado- comentó Emilio dándose la vuelta lentamente para dar una patada al carro y exclamar en voz muy baja-¡Máximus, Tiberius, Terencio…levántense cabrones!

-Mejor así Cornelio, cuando se acomoden e higienicen vayan al Praetorium. César desea escuchar las historias de sus…héroes- dijo Labieno muy lentamente al ver a Terencio intentar bajar del carro, el cuál al hacer un mal movimiento se deslizó y cayó al suelo de frente- …o lo que queda de ellos.

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-Pasad caballeros- exclamó el esclavo personal de César al recibirlos a las afueras del praetorium. Cuando todos hubieron pasado Máximus fue detenido por el enorme esclavo negro que velaba la entrada, el cuál posó la palma de su mano sobre el pecho del joven romano.

-¿Qué ocurre muchachos?- preguntó en voz baja Maximus a Pausanias.

-Escucha esto romano- exclamó el esclavo haciéndole señas para que se acercara- eh escuchado que tu amigo está muy cerca…Glario creo que se llamaba ¿no? Bueno, no se lo digas a nadie pero escuché a César hablando de ello.

-Gracias. No sabes la alegría que me proporciona escuchar eso-dijo Máximus visiblemente alegre.

-No he terminado todavía- dijo Pausanias ocasionando la incertidumbre del oficial-  También escuché decir a César en una conversación con Labieno que la razón por la que traen a este tipo no es simplemente para ocupar el lugar de otro centurio licenciado…

-¿A que te refieres?

-Al parecer, desde que tu amigo y tú os separaron en Hispania él ha estado llevando a cabo misiones de subterfugio para sus líderes en la Segunda hasta el punto de que se ha convertido en todo un espcialista en ello. César planea traerlo aquí para que forme parte de tu grupo…ya sabes, tú y tus amigos han cumplido los objetivos que Labieno y César tenían para Puerto Icio y por ello traen a este tipo. No puedo decir nada más, y será mejor que no sueltes nada de esto por ahí-exclamó el delgado esclavo apuntando con su mentón a la enorme mole negra que se cernía detrás de Máximus.

-Entiendo, gracias por la información Pausanias. No te preocupes y ya te lo agradeceré- exclmaó Máximus entrando por el Praetorium rápidamente tras decir esto. Mientras lo miraba alejarse, Pausanias habló a su amigo.

-No hay que perderlo de vista, es un bueno muchacho pero también es tonto por lejos, asegúrate de tenerlo bien cerca.

-Lo haré.

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Los centuriones y los auxilliares  se acercaron a la gran mesa rectangular de la habitación mientras César les daba la espalda. Al estar todos reunidos detrás de él, el general esperó unos segundos antes de darse la vuelta y con una sonriente mueca decirles:

-¡Caballeros!¡No sabeis como me honra que estéis aquí!¡Vuestra presencia me llena de alegría y regocijo!-exclamó César ofreciéndoles dos grandes vasos de plata llenos a rebosar de un vino fresco y rojizo-¡Por favor, sentíos cómodos como si estuvierais en casa!

Al decir esto César paso a sus dos esclavos personales los vasos de vino, los cuáles se lo dieron a los romanos empezando por los centuriones de mayor rango, los cuales lejos de ser  tacaños pasaron los vasos a los auxiliares.  En ese entonces Labieno entró a la habitación y se colocó a una distancia considerable en frente de César.

-¡Labieno!¡Has llegado justo a tiempo para ver a nuestros héroes degustar mi cosecha más nueva, y parece que no me ha ha ido tan mal por el silencio que oigo! Jaja.



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En el texto hay: imperio romano, julio cesar, legiones romanas

Editado: 29.04.2020

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