Las Alas Del Crepúsculo

La Caída Del Arcángel

Aiden yacía solo en su dormitorio, tratando de liberar la luz celestial que había heredado de su padre, Gabriel. Cada intento era una tormenta de agonía, una marea de cuchillas atravesando su cuerpo. La energía encapsulada dentro de él parecía una estrella atrapada en una jaula de oscuridad, luchando por liberarse.

—Gabriel... necesito tu fuerza —susurraba Aiden, su voz resonando con una mezcla de desesperación y esperanza.

El dolor que sentía no era solo físico, sino una sombra que envolvía su alma, apagando cada chispa de esperanza. Se sentía atrapado en una noche sin fin, con la luz de su padre cada vez más distante.

El incidente en la habitación de Aiden había causado un alboroto en la universidad. La explosión, el caos y la destrucción atrajeron la atención de todos. La prensa sensacionalista convirtió el evento en un espectáculo mediático, llenando los titulares con especulaciones y teorías extravagantes.

Explosión misteriosa en la universidad: ¿Accidente o algo más? Decían los titulares.

La administración, bajo presión, decidió trasladar a Aiden y a otros estudiantes a un nuevo sector con dormitorios distintos, intentando calmar la situación. Pero el cambio solo aumentó la ansiedad y la confusión entre los estudiantes.

Daniel e Ian observaban a Aiden con creciente preocupación. Habían sido testigos del incidente y del dolor de su amigo, y decidieron que no podían quedarse de brazos cruzados.

—Aiden necesita nuestra ayuda. No podemos dejarlo solo en esto —dijo Daniel, su voz firme y decidida.

—Lo sé, Daniel. Haré todo lo que esté en mi poder para protegerlo —respondió Ian, su mirada llena de determinación.

Los dos jóvenes se mantuvieron cerca de Aiden, vigilando y apoyándolo en cada momento. Sentían una conexión profunda con él, un lazo que los impulsaba a luchar juntos contra cualquier adversidad.

La situación no mejoró con la presencia constante de los periodistas en el campus. Buscaban cualquier oportunidad para obtener una primicia sobre el incidente, acosando a los estudiantes y creando un ambiente de tensión.

—¿Qué pasó realmente en la habitación? ¿Hay algún peligro para los demás estudiantes? —preguntaban insistentemente, micrófonos y cámaras siempre listos.

Aiden, abrumado por el acoso y el dolor, trataba de mantenerse apartado. Sabía que la verdad detrás de sus poderes y el ataque de Erebos debía permanecer oculta, pero cada día se volvía más difícil.

Mientras Aiden intentaba lidiar con su dolor y las repercusiones del incidente, los miembros de la Orden del Crepúsculo planearon una trampa cuidadosamente diseñada. Erebos, habiendo desbloqueado otra habilidad del rubí del crepúsculo, estaba listo para capturar a Aiden.

—No podemos permitir que siga resistiendo. Debemos encerrarlo y drenar su energía vital —ordenó Erebos, su voz resonando con una frialdad calculadora.

Los miembros de la Orden crearon una prisión dimensional, un lugar oscuro y opresivo diseñado específicamente para atrapar a Aiden. Utilizaron el rubí del crepúsculo para generar cadenas rojas que drenaban la energía vital de su prisionero.

Una noche oscura, mientras Aiden caminaba por un pasillo solitario del campus, los miembros de la Orden del Crepúsculo emergieron de las sombras. Sus figuras eran como espectros de oscuridad, sus ojos brillando con malevolencia.

—No podrás escapar de nosotros, Aiden —dijo uno de los miembros, su voz un susurro siniestro.

Aiden, sintiendo el peligro, levantó una barrera de luz a su alrededor, un escudo resplandeciente que brillaba como el sol naciente, pero este se desintegró al instante siguiente debido a que todo su poder de luz seguía encapsulado en su interior. Los miembros de la Orden atacaron con ferocidad, lanzando ráfagas de energía oscura que lastimaron a Aiden.

—La luz siempre prevalece sobre la oscuridad —gritó Aiden, su voz llena de determinación al tiempo que su poder de sombras regeneraba su cuerpo herido cicatrizando sus heridas.

El combate era una danza de sombras, un ballet mortal donde cada movimiento era crucial. Aiden luchaba con todas sus fuerzas, pero la influencia del rubí del crepúsculo debilitaba su luz, haciéndolo vulnerable.

Finalmente, uno de los miembros de la Orden logró romper la resistencia de Aiden, lanzando una cadena de energía oscura que se enroscó alrededor de su cuerpo como serpientes. Aiden cayó al suelo, su poder desvaneciéndose mientras las cadenas lo apretaban con fuerza.

—Ahora eres nuestro —dijo el líder de la Orden, su voz llena de triunfo.

Aiden fue arrastrado a la prisión dimensional, un lugar de oscuridad absoluta donde las cadenas rojas drenaban lentamente su energía vital. La prisión era como una tumba viva, un vacío opresivo que absorbía toda esperanza.

Daniel e Ian, al descubrir la desaparición de Aiden, corrieron desesperados por el campus, buscando cualquier pista de su amigo.

—¿Dónde está Aiden? —gritó Daniel, su voz llena de angustia.

—Debemos encontrarlo. No podemos dejar que se lo lleven —respondió Ian, su determinación firme a pesar del miedo.

Llegaron al lugar donde Aiden había sido capturado, encontrando solo plumas blancas y rojas esparcidas por el suelo, testigos silenciosos del combate y la captura.

Aiden, encadenado en la prisión dimensional, sentía su cuerpo debilitado y su luz casi extinguida. Sin embargo, sus ojos aún brillaban con una determinación silenciosa. Sabía que debía encontrar una forma de liberarse, de luchar contra la oscuridad que lo aprisionaba.

En el campus, Daniel e Ian estaban decididos a rescatar a su amigo, dispuestos a enfrentarse a cualquier peligro para traerlo de vuelta.
 




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