Cosas extrañas

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El lunes nueve de julio desperté luego de un sueño bastante extraño.

Eran las siete de la mañana y la alarma seguía sonando. Tenía de alarma a Johnny Cash con Ring of fire. Esa sucesión de trompetas me hizo abrir los ojos de golpe. Me puse de pie, no tenía tiempo que perder. Empecé con estiramientos, luego de eso salí de casa para dirigirme al parque a tres calles. Cada día al levantarme me iba a correr. Era parte de mi entrenamiento, de hecho ya lo hacía desde antes de entrenar lucha, pero antes sólo corría de tres a cuatro kilómetros, ahora ocho diarios y además el tumbling y las pesas me habían transformado por completo, si quería podía posar como los JoJo´s sin hacer el ridículo, pero de todos modos me abstenía de ello. Una hora más tarde regresé a casa, tomé una ducha y me preparé el desayuno. Debía irme en media hora para estar a tiempo en el trabajo, un call center sobre la calle Padre Mier. No estaba tan mal, digo, trabajaba de las diez a las cuatro de lunes a sábado. La paga quizás no era la mejor, pero sabiendo administrarme podía hacer rendir el dinero y darme el lujo de comprar algunas cosas. Yo no era un otaku que compraba figuras a escala de sus personajes favoritos, y desde el año pasado había reducido el número de mangas que compraba y había vendido muchos de los libros que atestaban mi librero. Mi auto era usado pero funcionaba. Su pintura estaba horrible, lucía oxidado y era un modelo descontinuado desde hacía quince años, pero como dije, servía.

Comenzaba la semana más intensa de mi vida.

Mi familia sabía que todos los días iba al gym. Ni por asomo sospechaban que era un gimnasio de lucha libre. Por gimnasio creían que era de puras pesas. Algún día se enterarían de la verdad, pero esperaba que cuando ese día llegara yo ya estuviera luchando en la Coliseo como estelar, lo cual no dudaba que iba a pasar.

Semana de convención también. La gente que ha ido a una convención de comics y anime sabe lo fascinante que es. Tanto al interior como al exterior del evento se vive un ambiente de fiesta. Adentro hay puestos donde se vende todo tipo de mercancía relacionada con el anime, el manga, los comics y los videojuegos. También hay puestos de comida, módulos de juegos como tiro con arco o batallas medievales. Dos de las cosas que más atraen a los asistentes son las conferencias de los artistas invitados y el gran concurso de cosplay que se realiza el domingo, día de cierre.

Cuántas emociones me invadían en ese momento, el viernes debutaba como luchador, y el sábado iba a la convención a conocer a dos de las artistas invitadas al evento.

Los pondré en contexto. A mí me gusta mucho una serie anime que salió recientemente, Little witch academia. La serie fue doblada al español latino y la pasaron en Netflix. Pues bien, yo la vi en nuestro idioma, soy partidario de verme las series en español si está disponible el doblaje. A mí me encantó el trabajo que se hizo, más aparte que la serie en sí me fascinó. De hecho a uno de sus personajes la considero mi waifu. Si están leyendo esto tal vez no sea necesario explicarles qué es waifu y qué es husbando, pero lo explicaré a grandes rasgos por si esto está siendo leído por alguien ajeno a la cultura otaku. Los otakus llamamos waifu a la chica animada que nos gusta más que el resto de los personajes de determinada serie, y las chicas otakus llaman husbando al hombre 2D que les gusta más que el resto de los personajes. Aclarado eso continúo. El personaje protagónico del anime Little witch academia se llama Atsuko Kagari. Su voz en español la hizo la chilena Marlene Pérez. la y otra actriz de doblaje que hizo la voz de un personaje muy importante en la serie vendrían a la Animex, que es la convención de anime y comics que año con año se realiza en la Ciudad de Monterrey.

Más que nada a eso iría yo a la Animex, a conocerlas en la convivencia. Así que debía asegurarme de no morirme el viernes durante la lucha, para estar ahí en Cintermex el sábado, y por supuesto para no traumar de por vida a mis amigos que me irían a ver luchar, je, je. La lucha libre contrario a lo que se piensa es un deporte muy riesgoso. Muchos dicen que es puro teatro, que no nos pegamos de verdad, quienes piensen así váyanse a la verga. Es cierto que algo hay de teatro, de espectáculo, pero los peligros, los golpes, las lesiones, las muertes accidentales, son bastante reales. Pero es un deporte hermoso, lleno de magia y de mito. Por eso las máscaras, para encarnar a personajes que van desde seres mitológicos, monstruos, doctores siniestros, hasta héroes de leyenda, guerreros de la antigüedad, en fin. Ahora que lo pienso, en eso el cosplay y la lucha libre se parecen, porque así como los luchadores caracterizamos un personaje, los cosplayers dejan de ser quienes son normalmente para volverse personajes del anime, los comics, las películas o los videojuegos. Cintermex y el Parque Fundidora son mudos testigos de la presencia de un sinnúmero de personajes de la ficción cada cierto tiempo. Por sus distintas zonas se ve a Naruto, a Ranma Saotome, a Batman, al Hombre araña, a Miku Hatsune, a Darth Vader, a todos y cada uno de los íconos de la cultura pop. Obviamente son disfraces, claro, caracterizaciones que van desde lo más sencillo a lo más complejo. Hay cosplayers que hacen tan bien su trabajo que llega el momento en el que crees estar viendo el personaje mismo, como si este hubiera roto la barrera entre la realidad y la ficción materializándose en nuestro mundo. Todos pueden hacer cosplay y ser quien quieran ser durante un rato. La chica tímida y retraída se puede convertir en una valiente heroína que castiga a los malhechores en nombre de la luna, el chico inseguro de sí mismo puede volverse el guerrero más fuerte del universo, los adultos pueden volver a sentirse niños, los niños pueden sentirse grandes héroes, es algo hermoso el mundo del cosplay, a eso me refiero que la lucha libre y el cosplay son un tanto parecidos. Qué orgullo pertenecer a ambos mundos.