Lluvia, quién diría que algo tan común como la lluvia fuera en realidad una de las cosas más extrañas que podías aprender. Mina observaba el agua que caía del cielo, dicho de esa forma parecería imposible, pero una vez sabías todo el proceso por el que pasaba para llegar hasta allí…
«¿A quién engaño? me sigue pareciendo extraño» se dijo ella. «Es decir, ¿cuál sería la diferencia entre que cayera agua o jugo de naranja?, por lo menos así sería más interesante; o que cayeran dulces, definitivamente sería más llevadero un día de lluvia con dulces. Pero no, debo seguir conformándome con agua».
—Oye boba, piensa rápido —dijo una voz en la entrada de su cuarto y con fuerza una almohada golpeó su cabeza haciendo que se distrajera de sus pensamientos.
—¡Nana! —gritó enfurecida.
—Mamá nos llama, la comida está lista —comentó mientras se retiraba orgullosa por su trabajo.
Con la lluvia todavía cayendo afuera Mina bajó al comedor, allí estaban su mamá y su hermana, ambas esperándola para almorzar.
—¿Cómo te levantaste hoy querida? —preguntó Delia mientras cortaba su comida.
Mina no respondió. No quería hablar con ella, no después de lo que había hecho.
A pedido de la maestra Lisa la mamá de Mina la castigó por al menos un mes sin salir de casa y sin poder ver a Jon o a Lizzy. Al principio ella pensó que sería fácil soportarlo, pero en cuanto empezaron las vacaciones y todos los demás salieron a divertirse, entendió lo difícil que sería su eterno castigo.
—¿Todavía sigues enojada por no ver a tu enamorado? —se burló Nana.
Mina la fulminó con la mirada mientras comía un bocado de verduras, pero lejos de retractarse, ella hizo lo mismo y en un momento el almuerzo se convirtió en un sutil y muy silencioso duelo de miradas entre hermanas.
—De acuerdo, suficiente ustedes dos —ordenó su madre.
—De igual forma ya terminé, disfruta tu encierro, hermanita.
Nana se levantó de la mesa y se dirigió a la sala de estar, a ver la televisión, pues, con el día lluvioso, ninguna de las dos podrían salir de allí. Aunque ella no podría salir ni con un día soleado.
—Mina, sé que no fue con intención, pero…
—No debieron castigarlos.
—¿Qué? —preguntó confundida la mujer.
—Que no debieron castigar a Lizzy y a Jon, ella solo seguía mi plan y él…no sabía nada —agregó.
—Lo sé, pero debes entender que todo lo que hagas tiene consecuencias, además sus madres saben que castigos ponerles —dijo acercándose a la chica.
—Pero…
—...Lo extrañas —completó ella sonriéndole tiernamente.
Mina asintió con la cabeza, tal vez no lo admitiera o demostrara, pero quería ver a Jon, dos semanas sin salir a jugar y sin poder verlo o hablar con él, le habían dejado un profundo aburrimiento y tristeza.
—Tranquila, lo verás antes de año nuevo. Te lo aseguro.
Un sonido se escuchó fuera del comedor, era el teléfono de la cocina.
—Mamá, el teléfono —gritó Nana sin intención de contestar.
—Ya vuelvo querida.
***
Navidad, una festividad casi tan importante como el Festival de la luna, al menos allí. Pero para Mina es otra oportunidad de recibir regalos de la familia, o así debería ser, pero esa noche buena el ambiente de la casa era frío y poco festivo, en parte por su culpa, ella solía ser el centro de los juegos, de la diversión y los cantos navideños.
Aun así, su mamá se esforzó mucho por adornar la casa, invitó a su tía y a sus abuelos para la cena, y conforme ellos iban llegando, el ambiente comenzaba a alegrarse un poco; incluso Nana estaba más cooperativa de lo usual, pero Mina seguía triste, pues aún no había podido hablar con Jon.
Había pasado un mes completo y ella no había podido comunicarse con él, no podía irse de la casa por el castigo (que terminaría en tres días), y su familia no le contestaba las llamadas de teléfono.
En cierto sentido, Mina sabía que sus insistentes llamadas molestarían a la madre de Jon, aunque ella creía que, a esas alturas, por lo menos contestaría para decirle que él estaba castigado, o algo así. Pero nada, era como si se hubieran esfumado.
—Mina ¿quieres un dulce?
La abuela de Mina era una mujer un poco mayor, con el cabello lleno de canas, llevaba puestos unos enormes anteojos circulares bastante viejos y siempre llevaba algún tipo de vestido con flores.
—Gracias.
—¿Querida, qué te sucede? —preguntó preocupada.
—Está molesta porque no ha visto a su noviecito desde hace más de un mes —respondió Nana a lo lejos.
—Es mi amigo. Pero sí, lo extraño.
—Oh querida, no te preocupes, hoy es navidad seguro que podrás hablar con él en algún momento —dijo sonriendo mientras le acariciaba la cabeza —por cierto, feliz cumpleaños —agregó.
—Gracias abuela.
Sí, además de noche buena, era el cumpleaños de Mina y eso solo hacía que la fiesta de navidad fuera más grande de lo habitual; y con ello, las expectativas del resto de su familia crecían. Querían ver a la alegre y motivada Mina que siempre levantaba el ánimo y hacía reír a todos.
Si bien los últimos días se había sentido triste y aburrida, no podía dejar que el resto de su familia sufriera por sus penas; por lo que tomó aire y se dedicó a disfrutar de ese día lo mejor que podía.
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Editado: 13.09.2024