El castigo había durado una eternidad, pero se había hecho bastante menos pesado junto a Sam y las lindas notas que me daba a escondidas del profesor Lakatos. Era un buen chico, me agradaba. Ojalá fuera conmigo así todo el tiempo, y no cuando solo cuando no hubiera nadie que nos viera. Cuando toco el timbre indicándonos que podíamos salir del castigo, fui la primera en salir por las dos enormes puertas de la entrada. Amaba mi escuela, pero me desagradaban la mayoría de sus estudiantes.
Al llegar a mi casa noté que eran las 5:50 de la tarde. Mi madre llegaba del trabajo en menos de diez minutos y no podía enterarse de que en mi segundo día de escuela ya me habían mandado a detención. Fui corriendo a mi cuarto, pero al pasar por la cocina y ver que los platos estaban sucios decidí hacer un pequeño truco. Chasqueando mis dedos instantáneamente los platos, tenedores y vasos comenzaron a limpiarse por sí mismos. La satisfacción duró poco, ya que cuando solo faltaba un simple plato oí como mi madre estaba aparcando su coche en la entrada. Volví a chasquear los dedos para apagar la llave del agua y sin más salí corriendo como si el mismo diablo me estuviera persiguiendo.
Mi casa era grande y antigua. Teníamos un patio trasero enorme con bellos árboles que eran mi adoración. La casa en sí tenía tres pisos, cuatro baños, 7 habitaciones, una sala de estar y un garaje lleno de porquerías que habían ido a parar ahí por el tiempo. Mi tatarabuelo decidió construirla y es la quinta casa más vieja del pueblo. Realmente amaba esta vieja mención. Era una lástima que no fuera lo que solía ser, las paredes necesitaban pintura, los pisos debían lustrarse y la mitad de la casa necesitaba una remodelación urgente. Aunque me encantaría chasquear los dedos y hacerlo realidad, remodelar una casa no era lo mismo que limpiar dos platos y cubiertos. Se necesitaba mucha concentración, calma y que mi poder esté bajo control el suficiente tiempo para mantener todo en su lugar. Y como estaban las cosas, mi mente y mi espíritu no estaban en condiciones de nada mayor a simples trucos.
Eres inestable.
"No soy inestable, solo... tengo momentos difíciles"
Has tenido momentos difíciles hace bastante tiempo,¿cuando piensas que mejoraran?
— Voy a mejorar, y todos lo verán — susurre intentando callar esa maldita voz en mi cabeza —. Solo tengo que calmarme.
Al escuchar como mi madre había puesto sus llaves en la cerradura, subí las dos escaleras de madera hasta llegar al tercer piso y con un torpe tropiezo que casi me rompe el tobillo llegue a la puerta en el final del pasillo. La abrí y entré. Oí como mi madre cerró la puerta de la entrada y momentos después como lentamente subía las escaleras hasta llegar a mi cuarto. Por mi parte había saltado a la cama y tomando un libro cercano a mi repisa actué como si lo estuviera leyendo. Vi como mi madre se paró frente a mi puerta, como si estuviera pensando en que debía hacer. Cuando vi el picaporte girando bajé la vista y levanté el libro tapando mi cara.
– Hola, mamá – dije con algo de titubeo.
– Hola, Selene. ¿Qué haces con el uniforme a esta hora? – preguntó con una nota de duda en su voz. No había levantado la vista hasta el momento, pero sabía bien que estaba molesta. Siempre que venía directo a mí antes de acostarse era una clara señal de que estaba molesta.
– Olvide quitármelo, mamá. Pero cuando termine de leer este capítulo lo haré.
— ¿No vas a preguntarme cómo me fue hoy? — me recrimina — Fue un largo dia.
— ¿Cómo te fue hoy, mamá?
– Estoy demasiado cansada, recuerda darle de comer a los gatos y apagar las luces al dormir — bramó con amargura ignorando mi pregunta.
– Claro, mamá.
Tan rápido como llegó se fue, cerrando la puerta tras de ella. Volví a respirar al escuchar el sonido de la puerta de mi madre cerrarse. Tal vez piensen que exagero con ella, pero solo hace falta un mínimo detalle para que la furia despierte de su nido. Hoy no fue el día que explotó, pero nunca se sabe. Moviendo la cabeza, saque esas ideas de mi mente. No quería pensar más en mi madre.
Cuando mis dedos estaban a punto de tocar mi celular, salté de mi cama del susto al escuchar el timbre de la casa sonando.
– ¿Quién mierda puede ser a esta hora? – protesté en voz alta al ver que eran las 6 de la tarde.
— ¿Quién es Selene? — grito mi madre desde su cuarto.
— ¡No lo sé!
Baje corriendo las escaleras hasta llegar hasta la puerta. Mire por el galillo y al ver a la persona que estaba del otro lado, dude. Dude de si quería siquiera abrirle la puerta, pero tenía que hacerlo. Tenía que darle una oportunidad, solo una, para que me explicara el porqué.
Al tomar el picaporte pensé qué tal vez sería lo mejor, actuar como una adulta esta vez.
– Hola, Lee.
Verlo ahí con aquellos ojos apagados, me hizo sentir mal. Sin saber por qué. No debería sentirme culpable, yo no había hecho nada. Él y Bonnie eran los que se alejaron de mí sin que yo les hiciera nada.
Ellos debían disculparse, no yo. Ellos debían sentirse mal, no yo.
– Hola, Selene. ¿Cómo estás?
¿Realmente me estaba preguntando eso? Después de que habían tratado como una paria todo el día. Pretendiendo que yo no existía. Tenía tantas ganas de golpearlo. Un puñetazo limpio en su tonto y dulce rostro. Pero no iba a hacerlo. No importa lo que hiciera, Archer era mi amigo y no podría lastimarlo nunca.
– No lo sé, Archer. ¿Cómo crees que estoy? – inquirí con sarcasmo en su máxima expresión.
— ¿Quién es, Selene? — volvió a gritar mi madre pero esta vez con desesperación.
— ¡Es Archer... vino por tarea!
Al decirle eso, mi madre se calmó y dejó de gritar. Dejándonos hablar en paz.
– Yo... no sé qué decir – titubeo cabizbajo como si me tuviera miedo. Aceptando frente a mí que en verdad creía que era una abominación.