Las Chicas Perfectas

VEINTIOCHO

Sara estaba desesperda por no perder la figura ni su estado atlético, por tal razón se esmeraba tanto ir al gimnasio y en hacer dieta estricta dieta.

A su vez practicaba continuamente con sus armas y destrezas de asesina de las sombras en su gimnasio privado donde los niños y demás tenían prohibido entrar. Salvo a Nick.

Esa tarde seguía entrenando en su gimnasio personal, comprobando que sus habilidades con las armas estaban intactas para mayor placer suyo.

Lucy se ocupaba de mantener sus armas limpias e impecables,  haciendo un excelente trabajo.  Junto a Nick eran los unicos que podían entrar a la habitación secreta donde Sara tenía todas sus armas intactas.

Sara se las compraba a un vendedor privado. Pero en su mayoría eran de su propia creación. Era en verdad muy completa en esas artes específicas.

Pero la amenaza de la organización estaba siempre en su mente y su alma, solo que había aprendido a ocultar su verdadero terror tras aquella frialdad e indiferencia.

Sin embargo el hecho de saber que intentaron dejarla estéril, y que destruyeron a un brillante abogado junto a su familia, la ponían enferma.

Ésto la impulsaba a entrenar con mayor intensidad en su gimnasio privado varias horas al días, olvidándose del mundo exterior y por ende de su familia.

Cuando Nick entró Sara se detuvo respirando entrecortado, sudaba por todos los poros de su piel. Miró a su dorado amor con frialdad intensa.

- ¿Qué demonios quieres Nick? 
- Decirte que debes parar, no lograrás nada si sigues así.

- ¿Acabaste? Porque yo debo seguir entrenando.
-¿Entrenando? Sara por dios, los niños te necesitan. Acabas de dar a luz.

- Te tienen a tí, no me necesitan a mí. Después de todo los primeros siete años de sus vidas no estuve con ellos. En cuanto al bebe, también te tiene a tí.

Nick no daba crédito a lo que oía. Miró a Sara más que asombrado. 
-¿Hablas en serio Sara?

- Totalmente, ahora vete porque debo seguir entrenando.
-¿Y qué hay de mí? Yo también te necesito Sara.

- Tienes a Ismael, tú querías que te diera un hijo igualito a mí fisicamente ¿recuerdas? Ya lo tienes contigo.

Nick apretó los labios con fuerza sintiéndose más que frustrado al tiempo que se le acercó, y tras sujetarla de los brazos exclamó:

-¡¿Qué demonios te pasa Sara?! ¡¿Acaso piensas dejarlos ganar al arruinar tu vida alejándote de nosotros, tu familia?! ¡¿Sabes qué?! ¡No pienso permitirlo Sara!

Diciendo aquello la arrastró fuera del gimnasio donde Lucy aguardaba. Al salir Nick le ordenó que limpira el gimnasio, luego siguió su camino sin oír las múltiples protestas de Sara quien forcejeaba a más no poder por soltarse.

- ¡Oye Nick! ¡Sueltame maldita sea! 
- Olvidalo Sara, eres mi esposa. Mía sola y me aseguraré de que lo recuerdes siempre.
-¿Qué? ¿Qué piensas hacerme?

Llegaron al dormitorio y recién Nick la soltó arrojandola dentro, inmediatamente cerró con llave la puerta y la guardó.

Luego se cruzó de brazos para mirar a esa belleza oscura quien debía controlarse para no arañarlo de la furia.

-Listo, de aquí no saldrás hasta que te hayas quitado esas locuras de tu cabeza. Por supuesto que nuestros hijos entrarán a verte.

-¿Hablas en serio Nick?
- Por supuesto que sí, eres mí esposa y no quiero que sigas lejos de mí. Ni de los niños.

- Ellos son poderosos, te lo dije ¿recuerdas? ¡Las leyes no sirven para nada! ¡Solo para ellos mismos!

-Estás equivocada mi amor, muy equivocada. Las leyes sí funcionan solo que en ambas partes. Calmate y ámame. Por favor.

Sara solo quería gritar a los cuatro vientos. Pero intentó calmarse. Nick tendría un duro trabajo con Sara en semejante estado. Pero su amor era tan intenso que bien valía la pena el esfuerzo.

-Las leyes no ayudan a las víctimas sino a los victimarios, Nick. Te lo dije.
-No es cierto

- Entonces ¿por qué castigaron a tu amigo abogado y no a esa maldita agencia? 
-Sara....mi amor, olvida eso de momento. Por favor.

La abrazó y Sara le respondió aquel abrazo con otro más intenso intentando en verdad serenarse.

 




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