Como si continuara aquella fiebre alta que había tenido de chico en la casa del barrio cercano al hospital, una fiebre imposible de parar, no obstante la dolorosa epifanía del viaje de regreso de Luján, casi inmediatamente después, voy al Parque con una pila de revistas valiosas que no eran las del Indio, sino otras que rescaté al separarme de Susana, mi primer ex – mujer, como asimismo rescato “El rapto del astronauta”, la cuarenta y dos de Correrías, que andaba por ahí perdida y no sé cómo había llegado a mis manos y después volví a perder, de modo que cuando, más tarde, decidí iniciar la segunda colección tuve que volver a comprar. También rescato de la casa que dejo en mi primera separación, algunos Libros de Oro sin mucho valor, que sumo a los libros de teatro y a otras revistas varias.
Pero las que llevo al Parque, mucho después del divorcio, ya con mi segunda pareja, las cambio desfavorablemente –no todo puede ser ganancia en la vida, más bien es pérdida- por unos pocos números que agrego a los comprados en Mar del Plata y en Luján, me acuerdo de “Travesuras de un príncipe”, la diecisiete de Correrías, y “El manosanta”, la sesenta y siete de Andanzas, que acrecientan la nueva colección, la definitiva, la que abarcará de la uno a la doscientos en Correrías y Andanzas y de la uno a la cincuenta en Locuras, para ponerles un número redondo, nueva colección que trajina diferentes casas que abandono para empezar de nuevo en otras, quemo las naves, como una vez quemé la vieja colección –mucho más reducida- regalándosela al Enrique, el amigo mayor, quizá eligiéndolo como testigo privilegiado de mi madurez, que entonces creía definitiva, en gratitud por permitirme disfrutar en su televisor, que yo en la pasada infancia no tenía, de “Los Tres Chiflados”. Pero la nueva colección ahora queda y las que pasan son las casas, con ex – mujeres adentro.
Quién sabe, en la medida que empiecen a funcionar los canjes con otros coleccionistas podría hacer llegar la colección más allá de los límites que me había impuesto, a lo mejor hasta la trescientos en Andanzas y Correrías, y hasta la cien en Locuras, para ponerle números redondos.