Las cosas que nunca le dije (y probablemente no le dire)

Especial n°7: ¿Celos? Claro que no

(Días antes)

Se podría decir que yo era feliz.

Bueno, no feliz de estar sonriéndole al mundo, cantando con animales y ese tipo de cosas…

Pero me entendieron.

Desde que me sentaba con P todo había mejorado. Nos entendíamos a la perfección, bromeábamos y nos respetábamos la una a la otra. Nos conocíamos tan bien que eso hacia todo aún mejor.

Lo malo era mi separación con él, porque como alguna vez escribí en mi cuaderno, si nos sacaban de nuestra “burbuja” todo se desmoronaría y así estaba comenzando a suceder. Sin embargo, podía soportarlo.

¿Pero verlo trabajar con otra? Supongo que eso era ya otra historia.

Mientras escribo en mi carpeta, observo cada cierto tiempo como no hace lo que se nos ha indicado, cuestión que no me sorprende, porque la que siempre trabajaba de los dos era yo. Insistir con él no servía para nada, y luego terminaba haciendo las cosas sola.

Después él se levantaba y empezaba a pedir por el salón que alguien le pasara las cosas, como estaba haciendo ahora.

¿Y a quién fue primero? A la chica loca por él.

Dejo de escribir y siento como el sentimiento de querer golpear a alguien sin ninguna razón, va creciendo en mi interior. Cada cierto tiempo vuelvo la vista a la hoja con el ejercicio sin terminar pero el deseo de observar cada movimiento que llevan a cabo es más fuerte.

¿Por qué conmigo nunca hizo eso? ¿Por qué le está sonriendo de esa manera? Pues a mí sí me daba bolilla cuando le hablaba, sonrío con satisfacción.

Se está acercando… está muy cerca.

—Si le tiro la regla a la cabeza a ella y finjo seguir con mi trabajo, ¿sería muy malo por mi parte? —le pregunto a P y ella levanta la mirada para seguir la dirección de la mía y mirarme divertida.

Finjo no darme cuenta y tomo la regla apuntando hacía mi compañera ahora no tan querida.

—Vas a matar a alguien con eso —es lo que responde bajando mi mano —. Esos celos… —niega sonriendo.

— ¡No estoy  celosa! —grito lo suficientemente alto para que se considere un grito, pero lo suficientemente bajo para que nadie escuche esta conversación.

—No, claro que no.

Y es que no lo eran. Solamente estaba… ¿ayudando a su novia a cuidarlo? Claro, eso. Y pues… las ganas de querer matar a la chica eran porque nunca me calló bien realmente.

¿Ves, mi querida parabatai? Hay una razón para todo que no implican celos.



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En el texto hay: tristeza, amor, amor adolescente

Editado: 20.11.2020

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